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God bless América
Criticados y temidos con razón a lo largo de la historia, los Estados Unidos de América no habrán ganado nunca un Mundial, pero está claro ya que son decisivos en la historia del fútbol.
Será difícil dentro de unos años negar que el fútbol les debe mucho a los norteamericanos. Lo que los europeos no pudieron hacer en décadas de lamentos e intentos más o menos invertebrados de generar una oposición en la turbia FIFA se encaminó en los seis días más impactantes que recuerde la alta política deportiva mundial. Al lado de lo que sucedió y seguirá sucediendo con el fútbol, el escándalo del COI en torno a los Juegos Olímpicos de Salt Lake City 2002 es una broma.
El traje blanco que vistió Joseph Blatter en diciembre de 1993 en el sorteo del Mundial en Las Vegas fue una de las cumbres "kitsch" del suizo, feliz en ese entonces de desembarcar en un país que ignoraba al fútbol y apenas comenzaba a entender el "soccer". Veintidós años después, Estados Unidos ya sabe lo que es el fútbol, y ahora le está mostrando al mundo lo que es la FIFA.
Lo hace a través de símbolos como The New York Times, que se convirtió en los últimos días en un diario más decisivo para el fútbol que L’Equipe, La Gazzetta dello Sport y Marca combinados. También con la Fiscalía General que dirige Loretta Lynch, mano derecha de Barack Obama en los temas de justicia. O con la indisimulable alegría de patrocinadores como Coca-Cola o VISA.
Estados Unidos tiene una historia casi infinita de intervenciones políticas y militares en todo el mundo. Liberó y destruyó países, recuperó y sojuzgó sociedades, libró guerras atroces, pero nunca había intervenido con semejante potencia en una federación deportiva internacional tan relevante. Por ahora no hay noticias de que la FIFA, esgrimiendo la "autonomía del deporte", tenga previsto desafiliar a US Soccer, la Federación Estadounidense de Fútbol.
Esos tiempos se acabaron, y mucho contribuyó a ello otro reconocido y reconocible valor estadounidense: Chuck Blazer, el "topo" de la Concacaf.
La extraterritorialidad de la justicia estadounidense inquieta a muchos, pero fue celebrada en 1998 cuando el juez español Baltasar Garzón apeló a ella para detener al ex dictador chileno Augusto Pinochet.
Algo está claro: nunca se había visto tan desnudos a esos dirigentes tan crudamente obscenos en el afán de acumular billetes, de llenar valijas, de competir el uno con el otro en el Mundial de la corrupción.
Una crudeza y una obscenidad que los Estados Unidos ya habían vivido un año y medio atrás con el derrumbe televisado de Lance Armstrong. El texano reunía todos los vicios de la sociedad consumista e hipercompetitiva que es la estadounidense. Esos vicios y algunos más que gracias a Travis Tygart, máxima autoridad antidoping, y Oprah Winfrey, máxima autoridad televisiva, nadie ignora ya.
Armstrong es un despojo, su imagen está destruida. Lo mismo sucede con la de la FIFA.
"Si tocan nuestro territorio con sus empresas corruptas, o con reuniones, o a través de nuestro sistema financiero, tendrán que rendir cuentas." La frase es de James Corney, director del FBI.
Y es indiscutible: el FBI tiene costados oscuros, la CIA organizó asesinatos e intervenciones que hicieron sufrir a millones. Pero sin Estados Unidos nada habría cambiado en la FIFA. Por eso, por ahora, God bless America.
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