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Ginóbili: "No puedo dejarme llevar por el show"
A pocas horas del comienzo de la final de la NBA entre San Antonio y New Jersey, el bahiense se comporta con la serenidad de un veterano
SAN ANTONIO, Estados Unidos.– Aunque muchos imaginen lo contrario, la gente de San Antonio no se pasea por las calles embanderada con los colores de los Spurs, que esta noche, a las 21.30, abrirán el fuego con los Nets; ni se advierte una locura colectiva por el comienzo de la gran final de la NBA. Ni siquiera puede considerarse fuera de lo habitual que los edificios más elevados de esta ciudad, de dos millones de habitantes, muestren bien alto la frase "Go Spurs go" o que al costado de la autopista South 281, que comunica el aeropuerto con el centro en no más de 15 minutos, se observen amplios carteles con frases de aliento y las fotos de Tim Duncan, David Robinson y Tony Parker, en apariencia, los tres ídolos más relevantes del equipo local.
Esto ya se vio en otras sedes de una final de la NBA. Ocurrió en Salt Lake City, las dos veces que Utah perdió con Chicago; sucedió en Indianápolis, cuando los Lakers derrotaron a Indiana, y hasta en Los Angeles la manifestación fue similar. La gente conserva su lugar hasta horas antes del partido. Muchos más si la temperatura no invita a grandes movimientos en masa. Ayer los 39 grados a la sombra y la elevada humedad de este corazón de Texas no ayudaron para exaltar los ánimos.
En todo caso, es probable que la multitud exteriorice su amor por los Spurs hoy, poco antes del comienzo del partido. El alcalde de la ciudad Eduardo Garza convocó ayer a toda la población a reunirse esta tarde frente al edificio municipal para gritar por el conjunto local. La consigna, orgullosa, es demostrarle al mundo que el título de 1999 no fue casualidad.
Y dicen aquí que cuando los habitantes, en un 60% latinos –mexicanos, ecuatorianos, dominicanos, etcétera–, se ponen a festejar, el día se hace noche y día nuevamente. "Hay fiestas de todo, hasta tenemos la fiesta del lodo. Se seca el río San Antonio y la gente baila y toma cerveza en la costa", cuenta uno de los conserjes del hotel: en realidad, el flujo de agua que pasa por la ciudad es un desvío del San Antonio que se abre y se cierra.
En medio de esta mansedumbre –por ahora– de edificios dominados por los tonos ocres y blanco, la mayoría con cierta reminiscencia colonial inglesa, el desgarbado, flacucho y talentoso Manu gasta sus horas previas al momento más importante de su vida como si estuviera en la puerta de su casa charlando con amigos del barrio.
"No puedo dejarme llevar por el show que rodea a esto. Hay que pensar en el partido y en los rivales, eso sí", dice. Y enseguida acepta que está informado de la Manumanía de nuestro país: "Lo sé, pero no me imagino a la gente mirando el partido en un bar de Buenos Aires, por ejemplo. Sé que hay mucho interés por todos los mensajes que recibo en mi sitio de Internet. Me escribe gente de Chile o República Dominicana. Siento todo ese apoyo, pero dentro de la cancha no me sirve. Me cargaría de una presión extra".
Seguro, suelto, tranquilo, amable. Todo junto. Parece Tim Duncan o David Robinson. Cualquiera pensaría que es su quinta final de la NBA. Así se muestra. "¿Algo que me haya conmovido? Y la primera final de la Euroliga, en Italia. Me acuerdo que pensaba ‘¡Uh! están todos los reclutadores de la NBA’. Pero esto no me conmueve. Pasa que fue creciendo de a poco, con cada serie de playoff. Sé que habrá más de cien millones de personas mirando estas finales, pero trato de no pensar en eso, de aislarme."
Asegura que después de casi cien partidos el cansancio no se nota porque en una final "te olvidás de todo" y agrega que si bien nadie lo limita en la ofensiva, "aunque tenga espacio para tirar por ahí prefiero pasarsela al mejor pivote del mundo –por Duncan– porque algo positivo va surgir, o va a convertir o le van a dar una falta. Es una cuestión de sentido común, es mejor pasársela a él".
¿Inglés? Contesta en inglés; ¿Italiano?, parla italiano: "Un sogno grosso", dice. Para hablar con Manu hay que esperar que atienda a todos los periodistas que lo rodean después de cada entrenamiento. Los Spurs y Manu gozan de una paz absoluta. Y la ciudad parece mimetizarse con ellos. En calma, con serenidad, transcurren las horas previas al momento culminante de la NBA y el más trascendente en la vida deportiva de esta ciudad, que sólo tiene al basquetbol en una competencia superprofesional. Aquí no hay equipo de fútbol americano ni de hockey sobre hielo ni de béisbol. Acá todo es basquetbol, Spurs. Aunque la locura, por ahora, no se desató.
- El tema Parker
Ginóbili se pone serio en el momento de hablar de Tony Parker, el francés que parece sólo mirar el aro y no pasarle la pelota a Manu cuando corresponde. "Se exageró con ese tema en la Argentina. Me da bronca leer tantas cosas. No tengo nada personal con él. Es un jugador muy ofensivo, que está aprendiendo, tiene sólo 21 años. Yo a los 21 tenía un balde en la cabeza y las tiraba todas. Es un gran jugador y está creciendo."
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