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La historia del gimnasta Fernando Espíndola: fue medallista olímpico juvenil y tuvo que dejar el deporte por lesiones crónicas en su espalda
El nicoleño de 19 años debe someterse a otra cirugía para recuperar calidad de vida; “mi familia me vio clavado en una cama llorando”, confiesa
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“Nadie sabe el sufrimiento que pasé para lograr esa medalla”. El que habla con LA NACION es Fernando Martín Espíndola, un joven que en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018 logró el segundo puesto en una prueba por equipos mixta de la gimnasia artística y hoy, con 19 años -el jueves 24 cumple 20-, está retirado y lucha contra lesiones crónicas en su espalda que le dejó el deporte.
“Tengo de todo. Una órtesis por una fractura por estrés en las vértebras, de las cuáles L3 y L5 son las más desgastadas. L3 está empezando a tener una desviación por todo el problema de la L4 y L5 por el deporte, los saltos y las caídas que se fue deformando. Tengo tres hernias, de las que me quedan dos porque una me la operé hace unos tres años, cuando tenía 17″, describe, con precisión.
El adolescente oriundo de San Nicolás, en el norte del provincia de Buenos Aires fue, con apenas 15 años, uno de los 141 atletas de la delegación de la Argentina en el primer y único evento que el Comité Olímpico Internacional (COI) realizó en el país. Como tantos otros chicos y chicas que en octubre de 2018 hicieron emocionar a los argentinos con sus actuaciones, su presente lejos está de las barras, anillas, potros y suelos.
“Después de Buenos Aires 2018 me alejé un poco porque venía peleando con lesiones que hasta hoy siguen impactando muchísimo en mi vida. Estoy tratando de solucionar algo que no tiene solución, que va a quedar así para toda la vida. Son lesiones crónicas en la espalda producto del deporte y la exigencia. La gimnasia en alto rendimiento es un deporte anormal para lo que es el cuerpo humano. No es lo mejor porque tiene muchos impactos y caídas muy bruscas. Traté de buscar la mejor solución. Como deportista uno va para adelante, proyecta y por eso dije vamos a buscar una salida”, reflexiona.
"Mi familia me vio clavado en una cama llorando y eso es lo que la gente no ve a través del deporte"
Fernando Espíndola
La solución fue dejar la gimnasia artística: “No puedo seguir en el deporte. El médico me dijo que si quería seguir, el que iba a sufrir era yo. A los 19 años ya tengo una operación pero me tienen que operar de vuelta. Es lo más cruel y doloroso para mí y mucha gente que me quería seguir viendo en la gimnasia”.
“Mi última competencia -continúa- fue en 2019 en el Mundial de Hungría. En ninguna competencia pude dar el 100 por ciento, iba siempre disminuido. Me ponía muchas inyecciones para poder competir y pasar el dolor. Fueron muchos años en los que pasé de medicamento en medicamento para entrenarme y competir, y sacar lo mejor de mí”.
El bonaerense sostiene que le hubiese “gustado” que el “apoyo económico” del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) fuera “mucho más” para poder “sustentar tantos gastos”, que afrontaron sus padres con venta de rifas y tortas, entre diferentes campañas: “La plata que se cobraba del Enard era para viajes, medicamentos y el médico. No era para otra cosa, no la usaba para salir con mis amigos. Yo vivía en el deporte y por eso me hubiese gustado mucho más apoyo del Enard y no que me dejaran tirado, porque fue así”.
Y amplía: “Hoy ellos cortaron la beca y la mutual en la que yo sigo haciendo tratamientos para poder mejorar y salir adelante. Después del Mundial de Hungría en 2019 me bancaron un poquito más y después, como no servía porque todo deporte tiene sus pro y contras, ya no. Cuando el gimnasta no está preparado para ir por una medalla yo entiendo que ellos lo tienen que sacar. Pero me hubiese gustado más el apoyo, de decir ‘vamos a ayudarlo’, de buscar una forma de que yo salga adelante”.
Desde el Enard indicaron a LA NACION que en febrero de 2021 la Confederación Argentina de Gimnasia (CAG) solicitó la “baja de la beca” de Espíndola, pero que el ente “mantuvo la cobertura médica” hasta el 30 de septiembre del mismo año “por su situación de salud”. “Nunca recibimos otra solicitud, más allá de dicha extensión”, respondieron ante la consulta.
El arduo camino que lo llevó al podio
Fernando Espíndola le dio a la Argentina una de las diez medallas de plata en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018, en los que la delegación nacional sumó 32 podios. Once preseas fueron de oro y las once restantes, de bronce, en la máxima cosecha en la historia de un evento olímpico pare el país.
El joven se llevó una de las denominadas “medallas mixtas” en la que compitió en el equipo Max Whitlock conformado por atletas de Portugal, Japón, Ecuador, Costa Rica, Rusia, Egipto, Malasia, Kazajstán, Estonia, España y Gran Bretaña. Se trató de una modalidad que se inauguró en esos Juegos Olímpicos de la Juventud con el objetivo de inculcar la fraternidad y la solidaridad entre los atletas de distintas naciones.
#BuenosAires2018 ¡Mirá la ovación que recibió Fernando Espíndola! El argentino ganó la medalla plateada en Equipo en gimnasia artística. Además, Santiago Escallier (trampolín) se quedó con la de bronce, también en Equipo pic.twitter.com/ZZLLEHXabo
— Deportes Argentina (@DeportesAR) October 11, 2018
El nicoleño conoció la gimnasia a los 8 años en el gimnasio Conesa de su ciudad. Arrancó, como todo niño, en un grupo de escuelita y fue creciendo. Su primera competencia internacional con la bandera de la Argentina fue un Sudamericano en 2012. Desde entonces, no paró. En los Juegos Sudamericanos de la Juventud Santiago 2017 logró el segundo puesto en salto y all around por equipos. En pruebas individuales, consiguió tres cuartos puestos.
Para él, como todos los atletas, llegar a Buenos Aires 2018 fue un largo camino que empezó cuatro años antes con decenas de gimnastas de todo el país que participaron de diferentes campus y, con el correr de las pruebas, los entrenadores fueron filtrando a los de mejores performances: “En el último tramo éramos unos diez gimnastas que nos veíamos siempre en el Cenard. Algunos en competencia no tuvieron el mejor rendimiento, pero, como siempre digo, si no se da hay que proyectar y seguir poniéndole garra”. Así quedaron cuatro gimnastas: Espíndola y Olivia Araujo Bagu en artística; Celeste Abril D’Arcangelo en rítmica y Santiago Escallier en trampolín.
“Fue una preparación bastante larga y exigente física y mentalmente. Viajé mucho, me sacrifiqué y fue un proceso duro para poder llegar. El Selectivo que se hizo para ir a los Juegos Olímpicos de la Juventud fue en un Panamericano. Recuerdo que terminamos todos, pero todavía no habían dado la nota. Me llevé dos sorpresas: la primera que había clasificado a Buenos Aires 2018 y, la segunda, que había quedado entre los diez mejores de América. Para mí fue alcanzar un logro que no me había planteado”, asume Espíndola.
Más allá de su presente, Fernando recuerda con emoción su pasado: “Me va a quedar para toda la vida como algo hermoso, algo que yo guerreé mucho. Nadie sabe el sufrimiento que pasé para lograr esa medalla, para poder estar compartiendo con otros deportistas los Juegos Olímpicos de la Juventud. Es una sensación tan hermosa que no la cambio por nada. El esfuerzo tiene su recompensa”.
"El médico me dijo que si quería seguir, el que iba a sufrir soy yo"
Fernando Espíndola
“Nadie conoce mi historia, nadie sabe si me fui de la gimnasia o no. Nadie se pudo poner un segundo en mi lugar y decir ‘este chico la está sufriendo”. A mí me dolía cada vez que no podía dar mi 100%. Yo lo hice por pasión y amor. Si fuera por plata tendría que haber dejar hace muchos años porque en ese momento no era nada. Todo lo que hice fue por esfuerzo y garra y el apoyo económico de mi mamá”, se emociona.
Convivir con el dolor desde la adolescencia
Ahora, Fernando vive en San Nicolás con su mamá -sus padres están separados- y tiene dos hermanos, uno menor y otro mayor que él, que recorre el mundo de mochilero. También convive con los dolores de espalda: “Son a diario. Hay días que estoy lo más bien y otros que no. Si hay humedad, me duele; si me levanto y me pega un tirón, me tengo que quedar acostado y tomar algo fuerte para que se me pase el dolor”.
Su vida se resume a concluir sus estudios: “Estoy terminando el secundario, en el último año. El deporte era tener muchas horas por día con dobles turnos, era como un trabajo. Tenía la rutina de un deportista de alto rendimiento”.
Espíndola ni siquiera puede hacer “trabajos livianos” y es consciente de que se tiene que volver a someter a una cirugía: “No puedo entrar a ninguna parte a trabajar porque lo he intentado, pasé por muchos lugares de trabajo, pero no puedo hacer nada. Es algo que hablamos con mi doctor y me dijo que, si yo estoy sufriendo mucho, me va a dar la autorización para operarme, aunque no es lo recomendable porque ya me tocaron la espalda. Yo me cansé de aguantar dolores y no quiero pasar lo mismo que cuando fui deportista. Todo deportista de alto rendimiento tiene lesiones de por vida, pero mis dolores no son normales y sigo buscando la salida”.
"Me ponía muchas inyecciones para poder competir y pasar el dolor"
Fernando Espíndola
Su última experiencia laboral en un laboratorio de Ramallo, localidad vecina a San Nicolás, fue corta. Aunque no le significaba hacer fuerza, tuvo que renunciar contra su voluntad a una labor qué el creía no iba a tener inconvenientes. Quería seguir, le estaba yendo bien, pero una mañana su espalda le dijo basta: “Un sábado me levanté para ir a trabajar y me pegó un pinchazo. Era mi segunda semana de trabajo y sabiendo que había faltado tres días, me iban a terminar echando. No era porque yo quería faltar, a mí me gusta trabajar y hacer las cosas, igual que con el deporte”.
Su corta y exitosa carrera deportiva le dejó la enseñanza de que “el alto rendimiento no es para todos” ni que “todo es bueno” en ese mundo. Aun así, acepta que “para lograr objetivos, hay que arriesgar”. “Si alguien lo quiere hacer, va a tener sus méritos. Mi familia me vio clavado en una cama llorando y eso es lo que la gente no ve a través del deporte. Está bueno que se sepa a lo que se enfrenta cuando se hace deporte de alto rendimiento”, concluye.
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