Los atletas argentinos sacrifican su vida social para alcanzar el máximo nivel posible, en un contexto económico siempre complejo
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En el gimnasio del Centro de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard) se entrenan atletas de gimnasia artística. Varios de ellos son integrantes de la selección nacional femenina, Las Fénix, y la masculina Las Águilas. Brisa Carraro es una de esos deportistas y se presenta con orgullo: “Soy una de las Fénix. Me da emoción decirlo”. En los Juegos Panamericanos de Río 2022 de gimnasia artística quedó sexta. “No esperaba un sexto puesto en all around, compitiendo frente a Estados Unidos y Brasil”, dice. El all around es la final general individual donde participan las ocho mejores gimnastas clasificadas para cada aparato. “Verme entre las ocho mejores fue algo increíble. Trabajé mucho y me sorprendí”.
La primera competencia internacional en la categoría mayor para Brisa fueron los Juegos Odesur de Asunción del año pasado. “¡Tenía una emoción! Todo un salón lleno de deportistas medallistas. ¡Cruzarte con Las Leonas! Y cuando llegabas con una medalla al comedor, todos te aplaudían. Saber que todos estábamos representando al país es una experiencia alucinante”, recuerda. Brisa ganó medallas de plata en paralelas, viga y por equipo y medalla de bronce en all around.
“Siempre me gustó estar en movimiento, por eso mi mamá tuvo que firmar un permiso especial para que pudiera comenzar a entrenarme a los dos años, cuando la edad mínima eran los tres”, cuenta Brisa. “La gimnasia está en mi familia. Mi papá formó parte de la selección de saltos ornamentales y mi mamá hacía salto de trampolín. Yo me trepaba por las paredes porque quería ser como ellos”. A los siete años se clasificó al primer Nacional y en 2014, con nueve años, llegó al primer Mundial, en Perú.
La gimnasia artística, un deporte que mezcla gracia y estilo, requiere no solo capacidad y entrenamiento físico, sino también mental. La disciplina se desarrolla en un mundo intenso delimitado por reglas y conductas que los atletas aprenden a muy temprana edad. Lucas Chiarlo, gimnasta retirado en 2008, que hoy ocupa el cargo de secretario de la Confederación Argentina de Gimnasia, dice: “La gimnasia es un modelo de vida que uno elige. Se toma como un trabajo desde muy temprana edad. Se aprenden muchos valores como la puntualidad, el cumplimiento y el compañerismo”.
🤸♀️ El desempeño en la viga de Brisa Carraro, en su Campeonato debut en categoría de mayores. Mucha armonía y presencia de la joven argentina. #GIMNASIAenDEPORTV pic.twitter.com/vLAyAiZZoS
— DEPORTV (@canaldeportv) June 5, 2021
La rigurosidad y disciplina les permite cuidarse y alcanzar buenos puntajes en las competiciones, donde las deducciones pueden llegar por detalles mínimos, como el ángulo del cuerpo o la posición de las manos. Y para las chicas, hasta los frunces de las mallas de competición. Los gimnastas son parte de una organización que requiere foco y devoción.
El gimnasio del Cenard está equipado con aparatos de primera calidad, los atletas pasan allí gran cantidad de horas entrenándose. “Mi día empieza a las 6.30, llego al Cenard a las 7.30 y me entreno en dos turnos de cuatro horas, con dos horas de descanso en el medio”, cuenta Brisa.
Daniel Villafañe, de 29 años, integrante de las Águilas, se inició en el deporte a los 7 en el club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque. Cuando sus profesores detectaron su potencial, lo que empezó como una diversión se convirtió en un entrenamiento serio. A los nueve años ya se entrenaba cuatro horas todos los días. A esa edad participó en su primer torneo nacional y quedó octavo.
Tanto Brisa como Daniel coinciden en que entrenarse en gimnasia artística es más que hacer una actividad física y recreativa. Es un estilo de vida en el que el cuerpo y la mente trabajan todo los días buscando más retos y la perfección en cada movimiento. “La gimnasia es un deporte que para llegar a alto rendimiento, se suele empezar de muy pequeño y esto va formando la conducta”, dice Daniel.
Brisa ensaya junto con sus compañeras, que representan al club Gymnastic, de Vicente López. Si bien ella es parte de las Fénix, a nivel nacional representa a su club. Por una lesión en la planta de un pie no puede entrenarse en suelo, pero sí en paralelas. Brisa habla con su entrenadora, Vanesa Molina, para definir los ejercicios que va a practicar. Con un vaporizador se pone agua en las manos cubiertas por los cueros de protección, aunque aún así se le hacen cortes en las palmas, y se embadurna con magnesio para evitar resbalarse de las paralelas.
Cuando un chico se transforma en gimnasta no solo aprende un ejercicio o pirueta, si no también cómo realizarlo correctamente, cómo hacerlo con suma precisión. Es un mundo de regulaciones, método y conducta, pero transmite el concepto de libertad. Ver a las chicas moverse en la pedana, una superficie de doce por doce metros, donde hacen las prácticas de suelo, da la idea de que para las gimnastas no aplican las mismas reglas de la física que para el resto.
Observarlas volar, propulsarse de una barra a la otra o saltar en una viga de pocos centímetros de ancho, es asistir a un movimiento casi milagroso. Ver a sus cuerpos arquearse, girar, componer formas hermosas y casi imposibles saca el aliento. Brisa ejecuta la rutina que su entrenadora le indicó. Lo hace parecer sencillo, se la ve ligera, pero cuando termina en su rostro se refleja el esfuerzo.
Atletas como Brisa, que han pasado prácticamente toda su vida dentro de un gimnasio, han hecho cosas increíbles con sus cuerpos, pero también han sufrido. “Tengo una molestia en la espalda desde hace más de un año, pero la adrenalina siempre ayuda. Estoy tratando de no poner el foco en el dolor, sino en disfrutar la competencia”, cuenta. “Tengo dolores desde muy chica y aprendí a entrenarme con eso. Sé practicar y competir con dolor. Es lo que pasa en el alto rendimiento, estoy atenta porque el cuerpo habla”.
Los atletas aprenden la conexión entre el dolor y el éxito y por supuesto también la tensión emocional. “A veces, siento miedo al pararme en la viga. Es el aparato en el que más miedosa soy. Las paralelas son los ejercicios que más disfruto, pero me he golpeado y me costó volver a subir”, cuenta Brisa. “Tengo que trabajar sobre los miedos y ahí es fundamental mi psicólogo”, agrega.
El cuerpo puede hacer cosas extraordinarias y hasta peligrosas, pero la mente debe acompañar y ahí es donde el rol del psicólogo asume una dimensión preponderante. Si la mente no está donde debe estar, no solo afecta el estado de ánimo del gimnasta, sino que también aumenta el riesgo de lesionarse. “Empecé terapia a los nueve años. Tenía mi primer torneo internacional y mi entrenadora me recomendó ir a un psicólogo para trabajar mis nervios. Desde ese momento sigo trabajando con él. En este momento trabajo sobre el disfrute, porque con el disfrute el resultado llega solo”, dice Brisa. Para Daniel, el trabajo con el psicólogo es parte del entrenamiento: “Mi psicólogo, mi nutricionista, y mi kinesiólogo son pilares fundamentales que sostienen el entrenamiento”.
En la vida dedicada al alto rendimiento, la cantidad de horas para el esparcimiento es muy acotada. Daniel reflexiona: “Uno va dejando de lado cosas, como salir con amigos los fines de semana. Es una conducta que se incorpora de a poco desde la infancia y la vas manteniendo de grande. La vida es muy controlada”. De todas maneras, él cuenta que no poder hacer lo mismo que sus amigos, como ir a bailar o tomar alcohol, no lo afectó mucho porque no estaba interesado en ese tipo de cosas, pero cree que para los jóvenes de hoy es más duro. “Las redes sociales todo el tiempo bombardean a los chicos con lo cool que es ir a ciertos lugares o hacer determinadas cosas. La verdad que dedicarte tanto tiempo a una actividad tan desgastante como el deporte de alto rendimiento no está muy de moda”, explica.
Cuanto más tiempo los atletas se mantienen en el deporte, más pareciera que se aíslan. “Mi núcleo social es el del club, porque paso todos los días con las chicas, ya son como otra familia, pero siempre agradezco que me quedaron amigos del colegio y del barrio”, cuenta Brisa.
Daniel, que cursó la escuela secundaria de forma presencial en una escuela técnica, cree que a pesar del gran esfuerzo que implicó, la educación le permitió tener un entorno social más amplio. “A veces los gimnastas dejan el deporte a los 18 años, después de haber cursado la escuela en forma on line, y al final el círculo social que les queda es muy chiquito y se les genera un vacío muy grande”, considera.
Brisa y Daniel son gimnastas exitosos con medallas que lo demuestran, pero la realidad es que para las delegaciones argentinas las medallas escasean. Quizá esto se debe a la situación de nuestro país donde ser deportista amateur nunca ha sido fácil.
Daniel recuerda su primera competencia internacional, cuando tenía catorce años. “Mis padres tuvieron que sacar un crédito para que pudiera competir porque para la categoría de menores no había apoyo económico. Me acuerdo y me emociono, porque a mi familia nunca le sobró nada y tuvieron que hacer un esfuerzo”, cuenta Daniel. Desde 2008 representa a GEBA y en 2013 comenzó a integrar la selección mayor nacional. “Cuando competís en mayores, el Enard cubre los gastos de los viajes, pasajes, alojamiento y comida”, cuenta Daniel.
El Enard se creó en 2009 con la ley 26.573. El Comité Olímpico y la Secretaría de Deportes son los socios fundadores. El Enard brinda apoyo en la preparación y la participación de los atletas en competencias nacionales e internacionales de alto rendimiento, desde la compra de pasajes, alojamiento, alimentación y hasta gastos de logística. La entidad, junto con la secretaría de Deportes, otorga becas a los atletas que alcanzan ciertos logros internacionales. También provee a los beneficiarios de las becas con cobertura médica.
Daniel dice que la creación del ente fue el apoyo que los deportistas amateurs necesitaban. “Además de pagar los viajes, el Enard otorga una beca que se agrega a la de la secretaría de Deportes. Este apoyo económico es muy importante sobre todo para los atletas que tenemos más edad”. Daniel hoy tiene 29 años y entre las dos becas cobra alrededor de noventa mil pesos y tiene el beneficio de una obra social prepaga. “Tengo que dedicar muchas horas al entrenamiento para poder mantener y mejorar el nivel. Estudio docencia en educación física y esto no me deja mucho tiempo para trabajar”, dice.
2022 fue un año excelente para Daniel. Logró una medalla de oro en los Juegos Odesur de Asunción, y una de bronce en salto en los Juegos Panamericanos de Río 2022. Además, fue campeón nacional. Pero antes de llegar a esos resultados atravesó dificultades. “Nosotros tenemos el apoyo económico dependiendo de los resultados. No es que te los sacan inmediatamente, pero tuve algunos meses con ataques de ansiedad. En algún momento me planteé seguir o no. Después tuve un año excelente. Imaginate, un deportista que fue el mejor en su deporte en 2022 se planteó si seguía o no por una cuestión netamente económica. Es durísimo”.
#Asunción2022 #GimnasiaArtística Con un puntaje de 13.900, Daniel Villafañe se consagró campeón suramericano🥇 en el aparato de anillas pic.twitter.com/KxxCP5xd8O
— Argentina Amateur Deporte (@aadeporte) October 7, 2022
Para los deportistas amateurs es muy difícil obtener sponsors, tienen que ser muy destacados. “El único que se me viene la cabeza es Federico Molinari, que estuvo entre los finalistas de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. El tuvo una carrera tremenda, sería el Messi de la gimnasia, súper destacado y siguió entrenándose hasta los 37 años” cuenta Daniel.
Tanto las Águilas como las Fenix deben enfrentarse a potencias como Estados Unidos, Canadá y Brasil para poder clasificarse a los Juegos Olímpicos de París 2024. Lucas Chiarlo cuenta que para poder obtener una plaza como equipo para los Juegos deben quedar cuartos en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile 2023, algo muy difícil. “El objetivo es conseguir la plaza individual. A nuestros atletas les hace falta más contacto con gimnastas de países potencia. Tendrían que poder hacer giras de concentración en Europa o Estados Unidos. Con ese objetivo, en febrero viajan a entrenarse a Brasil”.
Brisa recuerda compartir juegos internaciones con la delegación de Brasil. “El contingente brasileño viajaba con todos los entrenadores, gimnasta suplente, kinesiólogo y tenía todos los elementos para después en el hotel hacer la recuperación”, recuerda. Mientras que en la delegación argentina eran solo las cinco gimnastas y una entrenadora. “Nosotras teníamos que hacer solas la recuperación. Pedíamos hielo en el bar y usábamos las cubetas para poner los pies. La entrenadora tenía que masajearnos, vendarnos... en fin cumplir todos los roles, hasta cargar nuestras mochilas”.
Con los años de experiencia, Daniel puede ver más de lo que impacta a simple vista de las otras delegaciones. “Cuando era chico, en las competencias internacionales, veía a los deportistas de los países que son potencia y me generaban admiración y respeto”, cuenta Daniel. “Hoy entiendo que puede haber una condición física, pero la realidad es que estoy viendo la resultante de todo un proceso. Por ejemplo, los deportistas de Brasil cuentan con un apoyo tremendo, ellos van a entrenarse a los países potencia como Alemania, Rusia y Japón”.
Las Fenix y las Aguilas se preparan para los Juegos Panamericanos en Santiago, la instancia continental que otorga plazas para los Juegos Olímpicos de París 2024. Antes de Santiago, participarán del campeonato Panamericano de gimnasia artística en Medellín y, del 29 de septiembre al 8 de octubre, del Mundial de Bélgica
Pensando en qué se podría hacer para darle al equipo las herramientas para poder pelear por esa deseada cuarta posición en los Panamericanos 2023, Daniel entiende que nuestro país atraviesa un situación económica extremadamente difícil, donde hay mucha gente que necesita ayuda de forma más urgente que el deporte amateur. “De todas maneras, creo que los atletas necesitamos un plan real de apoyo, que eleve un escalón más al deporte argentino. Sé que se hace el esfuerzo, pero se necesita más”. Interpreta que debe haber políticas de largo plazo, más allá del gobierno de turno. “Por supuesto que querría no tener que preocuparme por llegar a fin de mes y dedicarme a entrenarme. Pero la realidad es que si cuadriplicaran mi beca no necesariamente me haría mejor gimnasta. Tiene que haber un sistema desde el comienzo de la carrera donde tengamos más exposición internacional, con otros atletas, con entrenadores y otros profesionales. Levantar el nivel es una forma diferente de pensar. Si queremos un resultado diferente tenemos que hacer algo distinto, tenemos que escuchar a alguien diferente”, dice.
También remarca la falta de un plan que sostenga al deportista en el tiempo. “Tengo 29 años, pero un gimnasta que tiene 16 años y saca los mismos resultados que yo dispone de la misma beca. Y eso que yo tengo resultados a nivel panamericano desde hace siete años. No existe la antigüedad, ni la permanencia, ni hablar de lo que sería una jubilación”.
¿Habrán pensado alguna vez en dejar el deporte de alto rendimiento? Brisa dice que sí se lo planteó, porque algo no le salía o porque el dolor era intenso. “El año pasado me pasó que no estaba disfrutando las competencias y me pregunte qué estaba haciendo. Después miré mi trayectoria, mi esfuerzo y me volví a enfocar en el disfrute. Y por supuesto estaba mi familia, mi bastión”.
Para Daniel, el apoyo familiar también es indispensable, pero dice que va cambiando a través del tiempo. “Cuando sos chico no terminás de dimensionar todo lo que te banca la familia y está bien que sea así, porque eso es lo que te permite mantenerte enfocado. Tus viejos se ocupan de que estés bien, de que no veas toda la sombra que tiene una medalla, que es muy linda, pero tiene una sombra enorme”.
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