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Germán Chiaraviglio: el duro testimonio del garrochista argentino aislado por coronavirus
El santafesino de 34 años, que se encuentra en un hotel de Tokio, contó la problemática que vivió con la enfermedad desde el día 1 en la ciudad japonesa
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TOKIO.- En la noche de miércoles en Japón, la noticia cayó como una bomba: Germán Chiaraviglio fue el primer caso confirmado de coronavirus en la delegación argentina de Tokio 2020. El garrochista santafesino, de 34 años, tenía que competir este viernes, pero se encuentra aislado en un hotel de la capital japonesa. Su testimonio posterior al incidente dio cuenta de que, lejos de un sueño, en los Juegos Olímpicos vivió una verdadera pesadilla, con diagnósticos cambiantes y una rutina de entrenamiento completamente alterada. Como para colapsar de la cabeza y lamentar que la enfermedad le haya caído justo ahora, en su máximo objetivo.
“Desde que llegué a la Villa nunca pude disfrutarla, porque desde el día 1 me avisaban que daba positivo de covid en la muestra de saliva, y eso derivaba en un aislamiento preventivo e hisopado PCR para contrastar, con una espera de tres horas. Luego recibía la hermosa noticia del resultado negativo y me dejaban volver a hacer una vida normal”, explicó Chiaraviglio en las redes.
Según siguió detallando en el posteo, durante tres días Chiaraviglio recibió el resultado positivo de saliva y luego negativo de hisopado. Una y otra vez, la misma historia. Pero reconoció que ese diagnóstico desconcertante le empezó a taladrar a nivel mental: “A esa altura ya me costaba dormir en la noche y vivía durante el día sabiendo que al otro día a la mañana me iban a llamar y nuevamente aislamiento. Hasta que el miércoles 28, el hisopado también dio positivo y ahí supe que todo se terminó”.
Chiaraviglio era consciente del ámbito en el que ingresaba: “Es muy duro procesar algo así, seguramente me lleve mucho tiempo. Sabíamos que estos Juegos Olímpicos serían distintos y con reglas diferentes, y acá estoy, me tocó a mí”, se lamentó. Además, contó detalles de su situación actual: “Estoy aislado en un hotel donde pasaré varios días, y donde el objetivo principal es cuidar mi salud”. Luego, agradeció a las personas que estuvieron cerca de él durante este angustiante momento y le deseó suerte a la delegación argentina, para cerrar con una frase esperanzadora: “Vivir esto es muy difícil, pero también pasará”.
Aquella aparición que ilusionó a todos y su carrera olímpica
Su historia deportiva tiene mucho anclaje en su etapa juvenil, en donde se convirtió en un sinónimo de éxito. Aquel Mundial de atletismo Sub 20 de Pekín en 2006 recibió a las mayores promesas mundiales del deporte. En el salto con garrocha, el llamado a dominar la disciplina en la próxima década provenía de un país extraño, muy lejos de las potencias de este deporte. Desde el sur del hemisferio sur, pisaba fuerte un apellido: Chiaraviglio. Y allí, en la capital de gigante asiático, una marca de 5,71 metros lo elevó por encima del resto. De esa forma, el santafesino se consagró campeón del mundo Sub 20 y el planeta del atletismo se rindió a sus pies. Ese mismo año recibió el Olimpia de Oro en nuestro país.
Tres años antes de aquella temporada gloriosa de 2006, el garrochista había dado una primera muestra fuerte de su valía al consagrarse en el Mundial de Atletismo de Sheerbrocke, en Canadá. Pero cuando ingresó en el círculo mayor, el santafesino nunca más pudo revalidar lo que prometía desde su etapa más temprana, entre altibajos de rendimiento y algunas lesiones que prácticamente se le volvieron crónicas. “Que me haya ido bien de chico, que me haya acostumbrado a ganar, me hizo entrar en una realidad que no es la habitual”, analizaba Chiaraviglio en una entrevista con LA NACION que no llegó a publicarse debido a la confirmación de su enfermedad. En esa misma charla, contaba: “En el deporte se pierde más de lo que se gana. Y cuando me llegó el golpe de no ganar, de entender que no era siempre así, me costó mucho”.
En sus tres intentos de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 no superó los 5,30 y quedó rápidamente eliminado. No se clasificó a Londres 2012 y encontró desquite en Río 2016, en donde accedió a la final y prendió fuego a su garrocha para elevarse hasta la final olímpica: 5,70 metros. Casi el mejor salto de su vida, para alcanzar el 11º puesto final. Un año antes, en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 había conseguido la marca más destacada de su carrera: 5,75, que le valió la conquista de la medalla de plata.
Dos intervenciones quirúrgicas en el pie izquierdo, largas y agotadoras recuperaciones que nunca terminaban de dar el resultado deseado. Años y años intentando volver al nivel que tuvo, o al menos saltar sin dolor. Salpicados en medio de todas esas marcas, todos estos problemas que castigaron su cuerpo y su mente. “Por lo exigente que soy, nunca me hubiese perdonado abandonar sin haberlo intentado hasta el final”, admitía el medallista de plata panamericano y ocho veces campeón argentino. “Sí me sentí muy mal, y por épocas no tenía ni ganas de entrenarme, pero ese era mi límite: no abandonar”.
El destino quiso que ahora, en lo que hubiesen sido sus terceros Juegos Olímpicos, Chiaraviglio sufriera encerrado en algún hotel de Tokio. Un mal que también afectó a varios atletas de la delegación australiana y hasta al garrochista estadounidense Sam Kendricks, vigente doble campeón del mundo (2017, 2019), que está atravesando una obligada cuarentena y quedó al margen de los Juegos.
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