A los 50, con el alma intacta. Vive en Suiza, anda en bicicleta por paisajes paradisíacos y es fanática del café y los perfumes. La mejor tenista argentina de la historia cuenta cómo vive y piensa mientras celebra medio siglo de vida
Manejó su vida como una experta del yo-yo. ¿Vale aclaración para los muy jóvenes o poco aficionados al juguete? Bien: hablamos de un pasatiempo formado por un disco de madera (plástico o algún otro material), con una ranura profunda en el centro de todo el borde, alrededor de la cual se enrolla un hilo grueso que, anudado a un dedo, se hace subir y bajar alternativamente. El secreto del éxito consta en no descarrilar, mantener el ritmo y jamás desesperar.
Gabriela Sabatini, la mejor tenista argentina de la historia, acaba de cumplir cincuenta años sin patinar un centímetro de la ranura. Siempre con el mensaje sereno, los silencios naturales que creíamos estudiados, la data mesurada y ese enorme abanico de postales inolvidables, épicas, que fue desparramando a lo largo de su vida deportiva.
La descripción banal y obvia podría consistir en decir que está más bonita que nunca, que nadie adivinaría lo de las cinco décadas, que sigue seduciendo con la melena azabache y el cuerpazo esculpido. Ya no desde el polvo de ladrillo, sino pedaleando en los Alpes suizos o zambulléndose en el Mediterráneo, cual sirena desconfiada, siempre en los julios exultantes del continente que habita.
Ahora está en su casa de Miami (esperando poder volar), pero para vivir eligió Suiza, como Borges. Bien lejos y bien distinto a estas pampas. Cambió río por lagos; caos por orden y un montón de situaciones que la contienen y representan.
Sonríe gustosa cuando se habla de su desempeño en la década dorada del circuito femenino, en la que se batió con ilustres como Steffi Graf, Martina Navratilova o Monica Seles. Siempre apasionada y con una firmeza impactante, jugó a los 15 años las semifinales de Roland Garros, y del mismo modo se despidió del deporte en forma precoz, promediando 1996, cuando apenas tenía 26 años.
Idolatrada en el mundo entero, construyó un imperio con sus perfumes y tuvo su propia muñeca en los Estados Unidos. Bautizaron una rosa con su nombre (anaranjada, de bordes más oscuros), y algunos personajes, como Diego Maradona o Ricky Martín, quisieron ser sus amigos. Detalles de una chica dorada que fue considerada como una de las más bellas de las pistas. Pinceladas de una jovencísima Gaby que llegó a ser la tercer mejor tenista del mundo, en una época dominada por Graf, Seles y Arantxa Sánchez-Vicario.
Nació un 16 de mayo de 1970 en Buenos Aires. Empezó a jugar al tenis a los 6 años. Cumplidos los 13 ganó Orange Bowl, prestigioso torneo junior. Un año después ya era la junior número uno del mundo. Su primera final de Gran Slam la alcanzó con 18 años. Tras su éxito en Seúl, volvió a una gran final, de nuevo en Flushing Meadows (Nueva York,1990), y ahí pudo vencer a Graf. En total, ganó 27 títulos, con un balance de 632 victorias y 189 derrotas. En 1991 alcanzó su mejor clasificación, la tercera del mundo. Hasta que en 1996 llegó el desapego, el agotamiento mental, el basta definitivo del cual no se arrepintió ni una vez.
Impresiona tu historia. Uno no sabe por dónde empezar. Tantos títulos, tantos logros... ¿Llega un momento en la vida en el que uno se olvida que hizo tanto?
Sinceramente, nunca dejé de sentir que soy una persona más, y creo que esto es lo que definitivamente me mantuvo en equilibrio, conectada con la realidad. De la misma manera, esto me ayudó a que mi retiro no fuera traumático.
¿Qué pasó cuando te alejaste?
Llevaba un año y medio, o dos, en los que ya no disfrutaba tanto. Fue una decisión muy difícil, ya que se trataba de algo que hacía desde muy pequeña. El tenis era mi vida. Por eso me tomé todo el tiempo necesario para que no me quedaran dudas de que era la decisión correcta. Necesitaba alejarme porque no estaba siendo feliz. A veces hay que dar un paso al costado antes de que todo sea peor. Este deporte casi no tiene períodos de descanso. Pero sucede que cuando una hace lo que la apasiona no lo siente como un sufrimiento. De todas formas, siempre algo se pierde. Es todo muy lindo, pero no es una vida fácil. Tampoco puede afrontarla cualquiera.
¿Te costó? ¿Te dio culpa decir me voy?
Claro que costó. Pero cada uno tiene sus tiempos y hay que respetarse.
La gran característica de tu carrera es que jamás estuviste salpicada por escándalos, lograste ser invisible en cuanto a tu vida privada. ¿Te pesó alguna vez la fama de cerrada o es que simplemente te aburre contar de vos?
Toda mi vida fui una persona reservada y muy introvertida. Me dediqué al tenis por la pasión que me generó el deporte, pero jamás pensando en ser famosa. Siempre me sentí cómoda preservando mi vida privada. Estoy convencida de que es mucho más sano no exponer asuntos que no tengan que ver con la profesión.
¿Cómo es tu vida en Suiza más allá que hoy estás en Miami, atrapada en la cuarentena? ¿Cuáles son tus herramientas para soportar el encierro?
Mi vida en Suiza es simple. La verdad es que siempre tuve ganas de vivir en otro lugar. Me encanta la paz y tranquilidad que tiene el país. Estar en contacto con la naturaleza, salir a pedalear con la bicicleta es una forma de terapia. Las vistas hermosas siempre son un placer para la mente. Con respecto al Covid-19 que afecta al mundo, es muy complicado. La situación es difícil y son muchas las personas que la están pasando realmente mal. En mi caso, el deporte me ayudó a tener una mentalidad más fuerte y desarrollar la paciencia, que en estos momentos es muy necesaria.
En medio de la pandemia, el nivel de reflexión es alto. ¿Hay algo que tenías postergado que ahora hayas decidido hacer?
Creo en Dios y, ante la angustia, me refugio en mis afectos. Y también en mi fuerza interior. No tengo nada postergado, solo pido salud. Supongo que como todos los humanos -o la mayoría- les tengo miedo a las enfermedades. Y también a la muerte. Me doy cuenta de que en estos tiempos de confinamiento uno comienza a valorar las pequeñas cosas. Yo me encuentro más reflexiva. Y desde ya extraño cosas, como todos. Nada del otro mundo. Hablo de poder ir a tomar un café, salir a caminar. Ver a mis seres queridos, subirme a un auto, poder viajar y, más que nada, volver a abrazar.
Tu sobrina, Oriana, dio positivo. Ella y su pareja. ¿Estuviste preocupada, hablan seguido?
Tenemos una relación hermosa, y por supuesto me alarmé. Pero me dio tranquilidad hablar, sentirla bien. Todo el tiempo estuvimos en contacto; Ori está perfecta.
¿Por qué siendo tan familiera decidiste irte tan lejos? ¿Qué paz, que energía o qué actividades te cautivaron tanto como para instalarte definitivamente en Zurich?
Como comentaba antes, la paz... y el respeto. El orden. Además, es un excelente lugar para hacer deporte, pedalear en las montañas, nadar en el lago, tomar los mejores cafés. Zurich está en el centro de Europa, y eso me permite viajar todo el tiempo, conocer lugares. Es algo que me encanta hacer. Ya es una forma de vida.
Hablás de café acá, café allá... ¡Trascendió que sos barista!
Ja ja. Sí. Hice el curso en Suiza con un querido amigo, Mariano. Siempre me volvió loca el tema de los cafés ricos y quise aprender. Descubrimos unos cursos muy buenos y entonces hacia allá fui. Cuando me gusta algo lo hago a fondo. Ahora, incluso, estoy aprendiendo el latte art, que es dibujar la espuma del café.
¡Qué sorpresa! ¿Ya hacés corazones, animales?
Por ahora lindas florcitas. Me compré una máquina espectacular y cada vez que viajo organizo un mapa con los cafés especializados que quiero conocer. Es un tema que realmente me encanta y es infinito porque cada vez hay lugares más espectaculares.
¿Cuáles son tus elegidos?
En Buenos Aires, Surry Hills Coffee, Cuervo Café, La Noire Café. Y para comer saludable, me encanta B-Fresh. En Mar del Plata, Kersen, Mame, Grande, La Stanza. En Nueva York, Bluestone y Devoción.
Oriana, tu ahijada, canta muy bien. Y a vos también te gusta la música. ¿Existe el show Gaby cuando estás entre amigos? ¿Qué otras cosas hacés que los demás nunca imaginarían?
Es cierto que me gusta cantar. Toda la vida me hizo bien, incluso después de dejar de jugar comencé a estudiar canto. Lo hago en confianza, claro. Aunque hubo algunos episodios públicos. Sucede cuando voy a presentar mis perfumes. Una vez, en Holanda, terminé cantando un tema ("You've Got a Friend") con René Froger, que es muy conocido allá, en el escenario del Ajax.
¿En el estadio?
Sí, una cosa enorme. Me divertí mucho. El tema de los perfumes me transportó a situaciones muy raras. En Hungría, por ejemplo, me recibieron en un castillo con una orquesta. ¿Qué sonaba? "No llores por mí Argentina". Imposible explicar lo emocionante que fue. Porque además son lugares en los que jamás jugué. Ellos tienen algo muy fuerte con lo latino. Bueno, es lo que le sucede a Natalia Oreiro con sus novelas y sus canciones. La aman. Es un público absolutamente especial.
También bailás. ¿Alguna otra cosa en la que te luzcas y no sepamos?
Lo de la música ya lo conté. Me gusta el pop, lo melódico, un poco de todo. Lo mismo sucede con baile. Siempre que puedo, bailo. Me doy cuenta de que me interesa todo lo que me hace bien. Moverme, reír, disfrutar. Lo saludable. Cocinar también cocino. No te digo que soy un chef, pero los muffins de avena con banana me salen muy bien.
Pregunta muy básica, pero aquello de cómo llegar tan espléndida a los cincuenta es algo que muchos querrán saber. ¿Cirugías, tratamientos, dieta, deporte, litros de agua, pura felicidad?
¡No! Nada que ver. Es un conjunto de cosas, pero muy simples. Lo más importante es buscar la paz con una misma, llevar una vida sana, alimentarse bien y, sí, tomar mucha agua. Pero también me doy mis gustos. Me encanta el chocolate y soy fanática de los helados. Ejercicio hago, desde ya, y en forma regular. Pero lo importante -esto sí me parece básico destacarlo- es que soy muy prolija con los estudios médicos. También me gusta cuidar la piel y todo lo que sea natural.
En los últimos meses se habló mucho de tu amistad con Ricky Martin. La propia Catherine Fulop, tu cuñada, dijo que fueron más que amigos en un pasado lejano...
¡Pero si a Ricky lo conozco desde hace muchísimos años! ¿Qué puedo decir al respecto? Que es un ser de mucha luz y que ha logrado formar una familia hermosa. Lo quiero y admiro mucho; eso es lo único relevante.
¿Te impresionan los cincuenta? ¿Qué pasa por tu mente?
Y sí, los cambios de década impresionan un poco. Bastante. Pero soy una agradecida de la vida. Con el tiempo fui aprendiendo que todo pasa muy rápido y que lo importante es disfrutar el minuto a minuto.
¿Te emociona el amor de los desconocidos? La devoción por Sabatini, especialmente lo que siempre ha sucedido en Alemania, tierra de adversarias icónicas.
Siempre es lindo, y desde ya sorprendente. Pero mucho más en lugares donde nunca fui a jugar. Eso sí me impresionó toda la vida. Lo que contaba de Europa del Este. Cuando ellos se abrieron al mundo tuvimos un furor de ventas y son de los públicos más fieles. Querían mi perfume, el primero, que lleva mi nombre. Es difícil explicarlo con palabras, pero siento que eso es una de las cosas más lindas que me dejó el tenis.
¿Con quiénes de aquellos tiempos seguís en contacto?¿Te quedaron amigos del tenis?
Sigo en contacto constante con los tenistas argentinos. Y cada tanto me hablo o me veo en algún torneo con las colegas de mi época, como Mary Pierce, Mary Jo Fernández, Mónica Seles. Tengo buena relación con la mayoría.
En plena pandemia sumaste un logro virtual a tu célebre trayectoria: el US Open, a través de Twitter, anunció que conquistaste el torneo de campeonas del Abierto de los Estados Unidos. ¿Qué te generan estas cosas?
Me sorprendió gratamente. Es muy lindo que me recuerden después de tantos años y me comparen con figuras del tenis tan emblemáticas.
¿Qué tenistas de estos tiempos te gustan, te emocionan? ¿Y de los de antes?
Obviamente admiro a Roger Federer. Es un placer verlo jugar. De Rafael Nadal admiro su mentalidad. Me gusta mucho el juego de Ashleigh Barty, una jugadora muy completa, con variedad y facilidad absoluta [actual número 1 de la WTA]. Me sigue emocionando cuando veo un gran punto. ¿De mi época? Steffi Graf y Pete Sampras.
Cuando cumpliste 44 años, Diego Maradona te envió 44 rosas desde Dubai. ¿Cuántas veces se vieron? ¿Cómo es esa relación?
Sí, fue una linda sorpresa. La primera vez que lo vi fue en la final de juniors de Roland Garros. Yo Tenía 14 años y no podía creer que Diego me hubiera ido a ver. Nos encontramos muchas veces. Más allá de su juego y de su maravilloso talento, lo que más destaco de él es su enorme corazón.
Hace unos meses fuiste distinguida en el Congreso, por la Cámara de Diputados de la Nación, con la Mención de Honor Juan Bautista Alberdi. En la foto estás con Scioli, Massa y Lammens. ¿Te incomodan esas situaciones en las que tenés que posar con políticos?
No. Porque para mí es un honor recibir un reconocimiento en mi país, compartir un momento con gente querida. Siempre estoy al tanto de lo que pasa acá y me gusta estar informada. De todas formas, la política no es algo en lo que me interese participar. Ni opinar. Siempre pensé que el deporte, la música y el arte son lugares de encuentro y unión; no van de la mano de lo otro. Amo Argentina y siempre quiero lo mejor para el país. Eso es todo lo que puede decir al respecto.
¿Qué es lo primero que hacés cuando visitás Buenos Aires, el ritual tan esperado?
Adoro el lugar donde nací; nunca me cansaré de decirlo y hay mil rincones que me encantan, que forman parte de mi infancia, mi vida acá. Es una ciudad absolutamente maravillosa en muchos aspectos. Lo que extraño son los asados con amigos, los helados argentinos, que son distintos, y las cafeterías. También me gusta mucho el teatro y suelo aprovechar para ponerme al día cuando voy a visitar a mi familia. Me gusta descubrir nuevos lugares. Lamentablemente, ahora, con todo lo que está pasando, habrá que esperar. El mundo cambió de golpe y nuestro país no será la excepción.
Si la vida se pudiera resetear, ¿qué no volverías a hacer y qué cosas sí, absolutamente?
No sé si cambiaría algo. Volvería a jugar al tenis, sin dudarlo. Y también viajaría sin parar. De hecho, es lo que estoy haciendo. Últimamente me impresioné con la belleza de Estambul, al igual que Atenas. Otro rincón que amo es Palma de Mallorca. Lo que te dan los viajes es incalculable. Antes lo hacía de otra manera; ahora disfruto más de la cultura, la gastronomía, los museos. Me gusta seguir aprendiendo y creciendo intelectualmente. Soy curiosa y me interesa leer antes de conocer una ciudad.
¿Algún lugar pendiente?
Todavía no conozco India, pero tengo entendido que allá me conocen mucho. Así que será un gran encuentro.
¿A quién le dedicarías el gracias más impresionante de tu vida?
Son muchos los gracias que he dado y que seguiré dando. Tantos gracias que me emocionaron, esos que pude dar a tiempo, que me llenaron el alma. Porque fueron muchísimas las personas que a lo largo del camino me ayudaron a crecer, a ser mejor persona.
Tuviste un perro que te acompañó toda la vida. Esos que te marcan para siempre...
Ay... ¡Jako! Era mi labrador. Lo tuve 15 años. Mi gran compañero. Me lo regalaron mis padres y después lo fui llevando conmigo. Siempre juntos. Soy una gran perrera. Me fascinan de una manera que, bueno..., los que aman a los perros lo saben. No hace falta explicarlo.
¿Cuál fue la rival que más te exigió?
Por un lado, Steffi [Graf] me exigía, pero por otro lado sacaba lo mejor de mí. Esos partidos los sufría, pero también los disfrutaba. Típico en la vida. Lo que cuesta termina generando placer.
¿Aceptarías o evaluarías que se realice la serie de tu vida?
Podría aceptar, pero creo que es fundamental encontrar la forma y los elementos con los cuales yo me sienta cómoda y a gusto. Si no, de ninguna manera.
¿Qué mirás en cuarentena o qué te atrapó últimamente?
La vi hace tiempo, pero Merlí me encantó. Después me atrapó This Is Us. También, Poco ortodoxa, que noto que es la serie que está de moda porque todos me la comentan, y El juicio (Il Processo). Buenísimas todas.
De no haber sido tenista, ¿qué hubiera pasado en tu vida?
Tal vez hubiera hecho algo relacionado con el deporte. Primero, porque me encanta, y en segundo lugar, por todo lo que aporta. Ayuda a los jóvenes que tienen problemas con adicciones o simplemente mueve, energiza a los chicos que viven pegados a internet, a los juegos violentos, a las redes. No hay nada más lindo que poder ir a un club con amigos, o encontrarte ahí con tu gente. Para mí siempre fue el mejor plan. No puedo empezar el día sin hacer algo de deporte porque lo necesito. Y no es solo un tema físico, la mente también lo necesita.
Gabriela Sabatini se transformó en una mujer reflexiva, absolutamente exquisita y cercana. Si hacemos un zoom de paparazzo, observamos una mujer bella, canchera, atenta a la moda dentro de su simplicidad. Hace décadas se la decretó seria, pero ella es divertida. Hermética, sí, pero es la misma que canta en estadios, bailoteando con Cindy Crawford, la que pasa horas -cada tanto- sumergida en un mundo de fragancias. Jazmines, rosas, lirios, azahar de naranjo, sándalo, ámbar y madreselvas. Es ella quien termina eligiendo el blend de las 19 fragancias que transitaron por el mundo. En este momento, puso el acento en tres. El primero, el que lleva su nombre, es intocable, porque se sigue vendiendo como pan caliente. El último, que salió hace poquito, lo bautizó Happy Life. No podía tener otro nombre. Vida feliz. Lo dice y lo agradece siempre. Sabatini lo planeó y lo hizo.
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