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Mundial de futsal. El crack que debió retirarse por una escalofriante lesión y hoy es el exitoso entrenador de la selección: la increíble historia de Matías Lucuix
En el Mundial de Tailandia, en 2012, una triple fractura de tibia y peroné terminó con su carrera; encontró otro rol y disfruta de los éxitos como conductor
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La emoción lo desbordó hace cinco años, en Cali, Colombia. La Argentina acababa de ganar su primer Mundial de Futsal y Matías Raúl Lucuix, asistente del entrenador Diego Giustozzi, lo celebró como tantas veces lo había soñado hacer como jugador. Una celebración que tenía sabor a revancha, aunque tenía claro que no era lo mismo. Lo suyo, a los 26 años, no había sido una decisión de vida, sino una obligación, un retiro forzoso, un dictamen del destino. La peleó tres años, pero no hubo caso. Un día entendió que la cuestión no daba para más y que el terreno perdido era irrecuperable. Fue un golpazo de knock-out para una etapa de su carrera. Se abría otra puerta. Diferente, aunque relacionada con ese deporte que tanto lo apasiona desde chico.
Mati era crack. De esos con los que uno se deleita viéndolo desde afuera y a los que se sufre cuando se está dentro del rectángulo de 40x20 metros, compitiendo mano a mano. Quienes lo vieron crecer con la pelota, no dudan: se trataba del mayor talento que haya dado el futsal argentino. El tiempo pasó, fue campeón mundial como asistente técnico y ahora es el entrenador del seleccionado argentino que este domingo volverá a disputar una final en el Mundial de Lituania, contra el vencedor del encuentro que este jueves sostendrán Portugal y Kazajastán. Es el conductor desde afuera de una nueva ilusión. Como la que tenía él mismo allá por noviembre de 2012...
“¡Crac!”. Ese sonido seco. Inconfundible. Quien haya experimentado una fractura sabe perfectamente de qué se trata. Casi que no es necesario verse la zona afectada para verificar que algo se rompió. La Argentina nunca había pasado de un cuarto puesto en los Mundiales de futsal, pero existían muchas expectativas para ese certamen que se disputaría en Tailandia. El equipo, conducido tácticamente por Fernando Larrañaga, tenía varios talentosos en su plantilla, pero ninguno como Matías Lucuix. Que ya mostraba sus condiciones en la liga española de este deporte, jugando por el conjunto de Segovia Caja. Tras cuatro temporadas, pasó al Inter Movistar. Tenía clase para moverse en la cancha, buen pase, llegada al gol, visión para hacer jugar a los compañeros. Un jugador de toda la cancha.
El Mundial arrancó con un andar irregular de la selección nacional, que aplastó a México en el debut por 5-1, pero luego cayó frente a los italianos (3-2). El tercer partido marcaría para siempre su vida. Australia no asomaba como un rival de riesgo, y de hecho no lo fue: el equipo de Larrañaga triunfó por 7-1. Pero pocos se acuerdan de ese resultado. Sí de lo impactante de la lesión sufrida por Matías, sobre uno de los laterales y al ir a disputar una pelota rechazada por un jugador australiano. “Crack”. Ese sonido seco inconfundible. Trístemente.
El momento de la grave lesión
Las repeticiones de la escena daban escalofríos. Los siguen dando casi una década después, invitando a mirar hacia un costado. Matías Lucuix sabía que el tema era serio, pero nunca imaginó que tanto. Lo sacaron en camilla, fue atendido preliminarmente, y una vez con el diagnóstico, lo operaron. La Argentina fue eliminada en los cuartos de final por Brasil, que luego sería campeón mundial de futsal por quinta vez. Pero a nadie le importaba realmente. Todo el plantel necesitaba saber cuándo volvería a jugar el crack. El compañero. El amigo.
Pero Matías nunca volvió a jugar. La fractura, de tibia y peroné, fue triple. El médico que lo operó en España, Pedro Guillén, habló de una “lesión poco frecuente”. Le estimó un plazo de recuperación de unos 10 meses. Cuando parecía que estaba en la recta final de la rehabilitación, sufrió dos recaídas. Debió ser intervenido quirúrgicamente otra vez. Los 10 meses de pronto se transformaron en dos años. Después en tres. Aquellos 26 con un futuro de estrella mutaron en 29 llenos de dudas, de frustración, de dolor. De impotencia. “Es difícil imaginar un regreso a la elite del futsal”, admitía en las entrevistas. De alguna manera iba sintiendo que el destino le había provocado la peor de las zancadillas para un deportista. Trastornos que llegaron a afectar la parte psicológica también. Y la cabeza dijo basta.
El deporte y la vida siempre te da la revancha!!! EN PAZ... Gracias @GiustozziDiego pic.twitter.com/w70gw8BtNv
— Matias Lucuix (@matiti3) October 4, 2016
“A tres años de mi lesión, comparto con ustedes mi decisión de dejar de jugar profesionalmente y dedicarme a nuevos proyectos deportivos”, anunció en 2015. Ya había realizado el curso de director técnico. Y decidió volver a la Argentina, a compartir más tiempo con la familia. El calvario de esos tres años lo dejaron muy vulnerable y necesitaba sentir ese afecto cotidiano y el ambiente familiero que tanto se añora cuando se está lejos del hogar.
“¿Querés trabajar conmigo en la selección?”, le preguntó un día Diego Giustozzi, riverplatense como él. Matías aceptó con gusto y comenzó su segunda etapa en el mundo del futsal. Al poco tiempo fueron campeones mundiales en Cali, un hito para esta disciplina en la Argentina. El 4 de octubre de 2016 tuiteó una foto en la que exhibía el trofeo: “El deporte y la vida siempre te da la revancha!!! EN PAZ... Gracias @GiustozziDiego”.
Cinco años más tarde, en la lejana Lituania y ya como conductor principal de la selección, Matías Raúl Lucuix no para de celebrar, de abrazar a sus jugadores. La Argentina acaba de vencer a Brasil por 2-1 y accede a su segunda final mundial consecutiva. El mismo año que la selección mayor le ganó a Brasil en el Maracaná la Copa América. En fútbol. En futsal. Hasta Lionel Messi lo festejó en París. Todo eso provocó, y provoca, un grupo dispuesto a dejar todo hasta el final. Y que nunca se da por vencido. Como Mati Lucuix, que en dos años y medio de gestión ya fue seleccionado entre los 10 mejores entrenadores del mundo. Seguramente extrañando en el inconsciente aquel vértigo y la sensibilidad que le daban poder pisar la pelota dentro de la cancha. Pero con el alma llena de orgullo y de pasión.
Entre los 10 mejores entrenadores del mundo
⚽️🇦🇷 ¡Matías Lucuix por primera vez entre los diez mejores seleccionadores del mundo de @futsalplanet97!
— Pasión Futsal (@pasionfutsal) January 10, 2021
🏆 @matiti3 condujo a la @Argentina masculina al título en las Eliminatorias 2020, el único torneo que se jugó por la pandemia
🔙 Lleva apenas dos años y medio en el cargo pic.twitter.com/TD4SuZDDKi
En medio de la efervescencia que generó en toda la delegación argentina en Lituania la posibilidad de defender el título mundial logrado en Colombia en 2016, y antes de enfocarse en la gran definición del próximo domingo ante Portugal, Lucuix compartió sus emociones con LA NACIÓN.
- ¿Cómo vivieron toda esta competencia en un país tan lejano y diferente como Lituania?
- Llegamos a Lituania tres días antes del Mundial y, salvo en ocasiones muy breves cerca del hotel, no tuvimos la posibilidad de recorrer o disfrutar de la ciudad. Porque además estamos dentro de una especie de burbuja donde tenemos testeos continuos. Lo que sí tratamos es de no estar mucho tiempo encerrados en lugares donde se reúna mucha gente o en centros comerciales. Y si bien no pudimos disfruutar mucho de este país, lo vivimos como una experiencia mundialista. Centrados en nuestro objetivo y en los partidos de la competencia.
- ¿Qué aspectos diferentes tuvo el entrenamiento para este campeonato?
- La pandemia nos condicionó mucho. Sobre todo en lo relacionado a las fechas FIFA. Estuvo todo postergado después de las Eliminatorias en marzo de 2020. No tuvimos la posibilidad de competir juntos. Y recién volvimos a aprovechar una ventana FIFA en enero de este año, en la cual tuvimos la posibilidad de viajar a Uzbekistán con jugadores que están en el exterior y con parte de los chicos que juegan en la Argentina. Todo eso nos ha limitado el tiempo de trabajo. Tuvimos que acelerar procesos. Tuvimos que seguir construyendo una selección con jugadores que ya mantenían la base, pero también ir incorporando de a poquito a otros. Claramente hemos perdido varios jugadores importantes por lesiones post pandemia. Todo fue dificil, pero no era ni es excusa. Tratamos de aprovechar estas ocho semanas del proceso que iniciamos antes del Mundial tanto en la Argentina como en Europa para poder encontrar nuestra mejor versión.
- ¿Qué cábala o anécdota destacás de toda esta experiencia mundialista?
- Experiencias seguramente tenemos mil hasta el día que se termine. Todavía estamos concentrados en este último partido. El más importante. El desafío que teníamos era jugar los siete partidos y esto ya lo vemos como un reto importantísimo porque sería quedar en la historia de nuestro deporte, de nuestro país. Así que vamos en busca de eso. Cuando termine el Mundial podré contar todas estas experiencias, que estamos aprovechando porque son momentos únicos.
- ¿Qué fue lo primero que pensaste cuando terminó el partido con Brasil y la clasificación a la final era un hecho?
- Fue una mezcla de emociones, sentimientos. Veías a todo el mundo llorando, festejando, abrazándose. Es lo que buscábamos, lo que deseábamos. Hace 50 días que estamos lejos de nuestras casas, sin ver a nuestras familias, a nuestros hijos. Fue muy complicado. Sabíamos que jugar la final era la guinda del postre. Así que fue un momento muy lindo que quedará en el recuerdo de todos y esperemos que el domingo volvamos a escribir una página en esta historia.
- ¿El objetivo previo al Mundial era jugar de nuevo la final o esto supera las expectactivas?
- El objetivo que teníamos como grupo era jugar los siete partidos. Era llegar al último día de la competencia. Ese era el primero. Claramente después, uno a nivel personal y grupal tiene esos pequeños retos, esos desafíos que se van encontrando mejor dentro de la competencia. Se van teniendo mejores sensaciones... Después, son partidos. Son esos minitorneos dentro del torneo que te van dando esperanza, oportunidades. Supimos aprovecharlas. Tenemos un grupo de jugadores que les gusta esta clase de desafíos y llegamos con una ilusión enorme a jugar este partido. Creo que superamos a rivales de gran calibre y somos merecedores de jugar esta final.
- ¿Cuáles son los puntos fuertes de Portugal para la final?
- Tanto Portugal como Kazakhstán, que perdió en las semifinales, son rivales durísimos. Están en un lugar de privilegio, entre las cuatro mejores selecciones del mundo. Y por algo están ahí. Hicieron un gran trabajo. Vienen con una continuidad y una línea desde hace mucho tiempo. Grandes entrenadores y grandes jugadores en lo individual. Sus ligas y sus equipos son referencia a nivel Europa. Si están ahí es porque tienen potencial. Portugal juega la final por merecimiento, así que seguramente será un partido muy pero muy complicado.
- ¿Qué rescatás de todo este proceso, ahora que son otra vez finalistas?
- Rescato el trabajo. La seriedad. La continuidad de una idea y de una filosofía. Ese es nuestro mayor éxito. Ser fieles al sacrificio, al día a día, al tratar de mejorar, a la exigencia que tenemos cada uno de nosotros desde nuestro rol. Principalmente me quedo con eso.
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