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Argentina - Brasil: el Mundial de futsal tiene una final soñada
Este domingo al mediodía, las selecciones sudamericanas definirán el certamen que se juega en Uzbekistán; una rivalidad que creció en los últimos años
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“El partido más grande de la historia del futsal”. Nicolás Sarmiento, el arquero de la selección argentina que festeja cada atajada como si fuese un gol a favor, no necesitó ni diez palabras para definir el acontecimiento que ocurrirá en el mediodía del domingo en la lejanísima Tashkent, la capital de Uzbekistán (12 horas, TVP y DSports). Y si bien la sentencia quizás pueda resultarle exagerada a un europeo, mirada desde la orilla oeste del Atlántico no hay espacio para la duda: en la especialidad deportiva que sea, una final del mundo entre Argentina y Brasil no admite comparación con ningún otro enfrentamiento. Y si se trata de fútbol, el desafío y la pasión pueden desbordar cualquier límite imaginable y transformarse en espectáculo inolvidable.
El clásico sudamericano trasladado al Asia Central tiene todos los ingredientes posibles. En primer término, la histórica rivalidad regional; pero a partir de ahí la lista de condimentos es muy larga. Brasil ha sido el dominador absoluto de la variante reducida del fútbol prácticamente desde su creación. Suma cinco títulos mundiales en las ocho ediciones disputadas hasta la fecha y sólo una vez, en Colombia 2016, quedó fuera del podio. En febrero de este año obtuvo su 11ª Copa América, y Jean Pierre Guisel Costa, Pito, el número 10 del Barcelona, fue elegido como mejor jugador del mundo en 2023. Pero si en su momento España, Italia o Portugal comenzaron a discutirle su supremacía, en los últimos años a la verdeamarelha le surgió el peor competidor que podía esperar, uno que viste de celeste y blanco.
El primer gran golpe ocurrió en 2015, durante la Copa América que ganaría Argentina. La selección que dirigía Diego Giustozzi se impuso por penales en la semifinal tras empatar 2-2, en lo que fue un anticipo del Mundial ganado un año más tarde. Brasil tuvo desquite en 2017, cuando derrotó a la albiceleste 4-2 en el partido decisivo en la Copa América disputada en San Juan. Volvió a pegar Argentina en 2020, ya con Matías Lucuix al mando del plantel, al imponerse 3-1 en la definición de las Eliminatorias Sudamericanas para el Mundial que se llevaría a cabo en Lituania en 2021. Allí, el festejo fue una vez más para nuestro país, 2-1 en semifinales. Pero este año Brasil se tomó su revancha, venciendo 4-1 en fase de grupos y 2-0 en la final de la Copa América celebrada en Paraguay.
Justamente estos duelos, los más recientes, son los principales a tener en cuenta para palpitar lo que pueda ocurrir en Tashkent. “La realidad es que lo que hicimos en la Copa América no nos ha funcionado, más allá de las circunstancias de esos dos partidos. Ahora el contexto es diferente y trataremos de modificar nuestro plan de juego”, dice Lucuix en diálogo para LA NACION desde Uzbekistán.
La goleada que se produjo en el primero de esos choques puede tomarse con pinzas. Argentina ya había asegurado su pase a semifinales y su clasificación para el Mundial, y el entrenador dedicó el encuentro a dosificar el tiempo de permanencia en la cancha de todos los jugadores y probar sistemas de cara al futuro. Aun así, en el primer tiempo y con el resultado 1-1, Santiago Basile falló un penal que podría haber cambiado el curso del partido. Después, en el arranque de la segunda mitad, Brasil tomó una rápida ventaja de dos goles y sentenció el choque.
La final de esa Copa América ya mostró otra cosa. “Fue muy pareja, sobre todo la etapa inicial, porque a pesar de que ellos se pusieron 1-0 nosotros también tuvimos nuestras chances. Después, Brasil jugó a proteger la ventaja y no logramos superar su defensa”, recuerda el técnico argentino. El segundo tanto llegaría a dos segundos del cierre, con Argentina volcada al ataque, arquero-jugador incluido, y la meta desguarnecida.
Esa dificultad para conseguir remates limpios fue, quizás, uno de los signos distintivos del último cara a cara contra los pentacampeones del mundo. Salvo una media vuelta de Claudio Borruto en el área que tapó el arquero Guitta, los ataques albicelestes acabaron siempre con tiros forzados, la mayoría bloqueados por los jugadores brasileños. Por lo demás, la actuación del citado Pito, un longilíneo pivot de gran habilidad y muy peligroso cuando parte desde la izquierda hacia el centro, desequilibraría la balanza en los 20 minutos iniciales. En el actual torneo, el futbolista del Barcelona sufrió una lesión muscular en un entrenamiento previo al encuentro de octavos ante Costa Rica. No volvió a pisar la cancha desde entonces, y aunque manifestó su deseo de estar en la final, su presencia y su estado plantean serias dudas. Su baja afectó el funcionamiento y la contundencia de Brasil en los partidos ante Marruecos y Ucrania, y también se sentirá en el duelo decisivo.
Lucuix piensa que esta vez todo puede ser distinto a lo ocurrido en febrero en tierras guaraníes, y no sólo por la mala suerte de Pito. “Intentaremos seguir siendo férreos en lo defensivo, pero buscaremos llevar nosotros la iniciativa para evitar su progresión, ser muy fuertes en los duelos -que es una de sus mayores ventajas- y buscar la manera de que desde lo colectivo podamos anular sus individualidades”, adelanta el entrenador sin esconder sus intenciones.
Los protagonistas, por su parte, viven la previa más centrados en lo anímico que en lo táctico. “Creo que cada persona que nace en la Argentina sueña con estar en una Copa del Mundo, llegar a la final y jugarla contra Brasil”, se entusiasma Sarmiento. “Es un clásico del fútbol mundial, el partido que todos queremos jugar y es un orgullo poder hacerlo, subraya Alan Brandi, el goleador del equipo albiceleste.
Las cartas están echadas. Consolidada como potencia de esta especialidad, Argentina estará presente en su tercera final consecutiva de un Mundial, querrá quitarse la espina de la derrota ante Portugal en 2021 y aportará su personalidad, su mística y su espíritu. Brasil pretende recuperar lo que cree le pertenece por derecho propio, aunque lleve 12 años sin gritar campeón, y tirará sobre la pista la calidad innata de sus jugadores, nunca exenta de fortaleza física y conocimiento del juego.
En cualquier otra circunstancia serían argumentos suficientes como para alimentar las expectativas. Pero por encima de todo, se trata de un Argentina-Brasil definiendo una Copa del Mundo de fútbol y eso agota los adjetivos, supera los límites y asegura que, sin ninguna duda, en el almuerzo de este domingo no habrá mayor atractivo que sentarse frente al televisor para disfrutar (y sufrir) “el partido más grande de la historia del futsal”.
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