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Ya da igual lo que se diga, lo importante se dirá en la cancha
NIZHNY NOVGOROD, Rusia.– No debe ser grato ser Jorge Sampaoli en horas como estas. Ni Claudio "Chiqui" Tapia. Más allá del protagonismo evidente de los jugadores, los dos comparten las principales responsabilidades en lo que suceda hoy con la selección nacional, de la que están a cargo solidariamente desde hace ya más de un año: Sampaoli como entrenador, Tapia como presidente de la AFA. No hay excusas, ni Sampaoli es un técnico "impuesto", que era lo que Tapia sentía con Edgardo Bauza, ni puede decir que no tuvo todos los medios a su disposición: su cuenta de millas creció exponencialmente en los últimos doce meses con viajes a Europa para ver a los jugadores y giras transcontinentales a Oceanía, Europa y Asia. Nada que objetar: es bueno que el técnico de la selección vuele con frecuencia a Europa, porque el equipo está ahí, no en la Argentina.
Pero ahora está en Rusia, en pleno Mundial, en el lugar que siempre soñó. Para alguien que escribió un libro que como subtítulo lleva "Apuntes sobre la cultura del fútbol", lo que está viviendo debe ser mucho más que un Mundial de fútbol, y está en lo cierto si piensa eso. La presión que siente Sampaoli hoy tiene puntos de contacto con la que sufre su antítesis ideológica, Mauricio Macri. Nada es hoy para ellos como en aquel primer encuentro que mantuvieron, hace ya un año. El técnico de la selección acababa de asumir y el presidente de la Nación lo invitó a reunirse en la Quinta de Olivos. De aquella charla trascendieron dos cosas. Una, que Sampaoli había ido sin muchas ganas, sólo por "obligación protocolar". La otra, se supo más tarde, pasó por el asombro del presidente: "La primera parte de la charla consistió en él explicándome cómo gobernar".
Es más que probable que Macri no haya tomado muy en cuenta esos consejos, aunque el presidente también tenía los suyos para Sampaoli: "Nos faltan dos mediocampistas para acompañar a Messi". Futbolero al fin, el jefe del Estado no estaba muy desencaminado en ese análisis.
Si Macri y Sampaoli se volvieran a juntar una tercera vez –porque hubo un segundo encuentro, yamucho más relajado–, se entenderían bastante mejor. El técnico de la selección sabe ya que eso de gobernar no es sencillo, y lo mismo terminó de entender Macri de un Mundial que lo entusiasmó por meses y en el que iba a estar en función de presidente, pero también de hincha. De hecho, Macri iba a asistir hoy al partido ante Croacia, pero la crisis devaluatoria hizo añicos esos planes, y no sólo los suyos.
Los planes de Sampaoli no están hechos añicos, pero quedaron con abolladuras muy serias tras el duro golpe en el debut, al perder dos puntos ante Islandia. Impensable, aunque Jorge Valdano lo había advertido el mismo día del sorteo, en diciembre del año pasado: "Islandia es una piedra, y Croacia tiene buen pie. Ante Nigeria, Argentina ha perdido claramente hace bien poco. No me parece un grupo cómodo en principio".
No, no lo es, y hoy es mucho más incómodo que cuando nació. Quizá por eso Sampaoli comenzó ayer su conferencia de prensa ocho minutos antes de la hora prevista. ¿Ansiedad? Quizás. Habló 25 minutos, bastante menos de lo habitual. ¿Impaciencia? Por qué no. A su lado, Marcos Acuña respondió un par de preguntas con un evidente nudo en la garganta. ¿Angustia? Sería comprensible.
Mientras la selección cuenta las horas para un partido ante un equipo que tiene uno de los mediocampos más poderosos del mundo, el resto del "planeta fútbol" la observa con desconfianza. Lothar Matthaeus, uno de los apenas cuatro hombres en la historia que jugó cinco Mundiales, dijo el martes que la Argentina es, de las potencias, su gran candidata "a quedarse fuera en la primera fase". El diario español "El País" habla de "la depresiva Argentina", de un Sampaoli "confundido y desquiciado" y de que "su propia hinchada" es el enemigo "que nunca duerme" para Messi. El mundo anglosajón también mira con algo de desconcierto a la Argentina. Una agencia de noticias internacional de primera línea le confesó ayer a la nacion su asombro por lo que surgía de la traducción simultánea de la conferencia de prensa de Sampaoli: "Nos costó mucho entenderlo".
No importa ya, en todo caso, si a Sampaoli se le entiende o no. Ejemplo: ayer dijo que "se va buscando que el esquema no tape los talentos de cada jugador" y que se está "buscando la posibilidad de cubrir el ancho de campo para la recuperación inmediata de la pelota".
No tiene sentido a esta altura pretender lo imposible; nada ni nadie va a cambiar ese estilo sampaoliano que combina lo barroco y lo estéril en términos de eficacia en la comunicación pública. Lo importante pasa porque el DT acierte con el equipo en su décimo tercera versión diferente en igual cantidad de partidos. Lo importante, en definitiva, pasa por quitarle razón a Matthaeus en su vaticinio, porque si el alemán acertara, entonces el Mundial de Rusia se convertiría en un recuerdo negro por generaciones. Y esa es precisamente la historia que no debería escribir Lionel Messi.
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