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Weise, veinte años adelantado
SAN PETERSBURGO.– Dietrich Weise tiene la culpa. Hoy octogenario, se destacó como entrenador en la década del 70. Ayudó a que la entonces Alemania Occidental ganara el Mundial de 1974. Convenció a Bernd Holzenbein de que cambiara de lateral y jugara de extremo izquierdo siendo diestro. El seleccionado tenía a Uli Hoeness y a Grabowski en la derecha. Por la izquierda, él podía enganchar y progresar a pura gambeta. Así le hicieron el penal en aquella final contra la Holanda naranja y mecánica. Breitner lo transformó en gol y luego Gerd Müller consumó uno de los impactos más importantes en la historia de las Copas del Mundo. En los ochenta, formó y potenció juveniles. Ganó el Europeo Sub 18 y el Mundial Sub 20 en 1981. Pero su principal contribución con el futbol alemán llegaría diecisiete años después.
La Federación detectó una preocupante falta de talento en sus categorías menores. Weise no estuvo de acuerdo. Dijo que había suficiente material pero debía buscarse mejor. Recorrió el país y llegó a la conclusión de que las federaciones locales sólo se preocupaban por elegir cracks. Había muchos chicos buenos que quedaban en el camino. Propuso un plan para crear 115 centros regionales con un presupuesto de 1.250.000 euros. Braun, el presidente de la Federación, le dijo que no tenía tanta plata. Llegó el Mundial de Francia 98. Alemania perdió 0-3 con Croacia en cuartos. El país pensaba postularse para organizar la Copa de 2006. El dinero apareció. Fueron 121 centros regionales que proveyeron dos horas de entrenamiento en técnica individual a 4000 chicos de entre 13 y 17 años una vez por semana. Diez mil chicos Sub 12 también recibieron clases de futbol. “Todos debían tener acceso a un centro de formación en un radio de 25 kilómetros”, le contó Weise a Raphael Honigstein en su imprescindible libro Das Reboot.
Cualquier asociación que quiera reconstruir su futbol debe leer esta obra maestra para aprender del revolucionario proceso alemán. Otro desastre deportivo, la Euro 2000, aceleró el plan. La Federación obligó a los 18 equipos de Primera División a tener su propio centro de formación. Luego incluyó a los equipos de Segunda. Sin centro, no podían competir profesionalmente. Los 36 clubes invirtieron 114 millones de euros durante los primeros dos años. La Federación también invirtió su dinero. El presupuesto anual creció a 14.000.000 de euros. Centralizó la formación de los chicos de 11 y 12 años. Aumentó a 366 los centros de formación. 600.000 chicos podrían ser mirados al menos una vez por 1300 entrenadores, que a su vez debían capacitarse anualmente a través de una licencia especial para formadores. En 2000, una nueva ley de ciudadanía facilitó la nacionalidad a quienes habían residido ocho años en el país. Pudieron sumarse al programa muchos jóvenes de padres inmigrantes.
Hoy se analizan los centros de rendimiento con 250 criterios como infraestructura, personal y resultados. En 2007 solo siete clubes de Bundesliga tenían las tres estrellas, máxima puntuación de la calificadora belga Double Pass. En 2014 fueron 15 sobre 18 clubes. En quince años, los 36 equipos entre Primera y Segunda invirtieron más de mil millones de euros. En 2000 había 100 entrenadores para juveniles. Hoy son más de 400 con licencia para trabajar solamente con chicos. Se entrena la parte mental con videos y ejercicios. “No hay discusión entre futbol y escuela. La escuela siempre está primero”, dice Volker Kersting, director del futbol juvenil de Mainz. Del campeón en Brasil 2014, solo Klose y el arquero suplente Weindenfeller no recibieron educación de centros. Alemania se consagró campeón de la Copa Confederaciones. Todos sus futbolistas se formaron en el sistema. Dietrich Weise, el culpable, estaba veinte años adelantado.
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