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Vuelve la Copa Libertadores: los equipos argentinos y cómo transformarse para no dar ventajas pese a la inactividad
En la cancha no existe un único ingrediente que decida un partido. Están el juego, la pelota, el estilo, las estrategias de los entrenadores, pero también hay muchas otras cosas que ayudan a competir mejor, a compensar o esconder los déficit y las adversidades.
La reanudación de la Copa Libertadores encuentra a los equipos argentinos en una aparente inferioridad con respecto a sus rivales. "Están dadas todas las condiciones para que nos vaya mal", dijo Hernán Crespo en la semana, y la lógica indicaría que es así. En definitiva, los conjuntos del resto del continente ya llevan un buen puñado de partidos de adaptación a este fútbol en cierto modo artificial: sin público, con entrenamientos interrumpidos, lleno de cuidados y protocolos. Pero no creo que la lectura deba ser tan lineal. Si en condiciones normales un análisis previo puede quedar destrozados en tres minutos, en las actuales hay que tener todavía más prudencia. Sobre todo en el fútbol sudamericano, donde los rendimientos tienden a ser indescifrables y nada resulta demasiado razonado ni estructurado.
A priori no tengo una mirada pesimista de la presentación de nuestros equipos el próximo jueves. Queda claro que la falta de competencia durante seis meses le quita al jugador algunas cuotas de sus signos de distinción: la coordinación fina de los tiempos y las distancias, la sensibilidad, un punto de ductilidad, y en general los parámetros que lo hacen sentir o no en plenitud. Pero tampoco hay que exagerar. El futbolista inteligente, y los que llegan a élite lo son, sabe sobrellevar las falencias, o al menos matizarlas cuando se sienten más débiles.
La situación sin duda es inusual, pero al profesional no va a rebotarle la pelota en los pies porque no se trata de un elemento nuevo, sino de uno con el que siempre tuvo relación y que se interrumpió hace seis meses. Tampoco se habrán desvanecido ni su representación de la cancha ni la construcción de los espacios y del juego. Y después está todo lo demás: el oficio, la templanza, la personalidad, el orgullo, las estrategias que pueda diseñar el entrenador, y la motivación, un elemento que no debe relativizarse. Al futbolista argentino la Copa Libertadores le dispara un montón de emociones, es un estímulo que lo alimenta por encima de cualquier circunstancia. Aunque haya que imaginarse al público mirando por televisión.
La ausencia de hinchas en las tribunas, por otro lado, diluye bastante el factor de la condición de local y aumenta las incertidumbres. El empuje del público en los escenarios imponentes imprime al equipo de casa una dosis de adrenalina que en este caso estará ausente. Como bien dijo Marcelo Bielsa en la previa de la visita que ayer hizo el Leeds al Liverpool: "Anfield es Anfield sólo si hay gente".
Nada de lo dicho puede quedar afuera del análisis antes de que la pelota empiece a rodar. Desde ya, tampoco lo que cada técnico ha ido percibiendo desde que volvió a encontrarse con sus jugadores. Los encargados de la fisiología del deporte se habrán encargado de brindarles toda la información necesaria en lo físico, y el tiempo de entrenamiento transcurrido sirvió para medir el estado general y plantear la estrategia más conveniente.
Los jugadores tienen la medida
En principio, la lógica invita a imaginar cierta cautela inicial, para dejar que sean los jugadores quienes vayan procesando el partido y capten sus propias sensaciones. Nadie mejor que uno mismo para descubrir si necesita dosificarse o si está mejor de lo esperado. Y en el plano colectivo, a veces sentirse más débil puede generar más compromiso pero al mismo tiempo sentirse menos obligado a atacar y más concentrado en neutralizar al rival, aunque eso implique modificar algún aspecto del sello habitual.
En ese sentido, River es el mejor ejemplo. Quizá necesite de un par de partidos para desplegar la vitalidad, la voracidad para recuperar la pelota, el protagonismo, el achique de espacios inmediato o la circulación rápida de la pelota que lo caracteriza. Será interesante ver las variaciones que plantea Gallardo al respecto.
La tabla de posiciones les permite a Boca y Racing acomodarse mejor a la situación, por mucho que Boca sea hoy por hoy un rompecabezas difícil de armar y todo lleve a pensar que adoptará una postura inicial más conservadora en su visita a Paraguay. Por el contrario, Defensa y Justicia está en la vereda opuesta y habrá que ver cómo intenta imponer el estilo que pregona su técnico en este primer partido. Para Tigre, la Libertadores debería ser un test, una plataforma para ir armando la base con la que pelear el ascenso cuando llegue el momento.
El ser humano es un animal de costumbre. Todos hemos tenido que transformarnos en estos meses para naturalizar ciertas cuestiones ajenas, casi contrarias a nuestra manera de vivir. Lo mismo vale para los jugadores y los equipos de fútbol. Les toca a los argentinos demostrar que supieron hacerlo en este anhelado regreso a la competición.
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