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Venezuela - Argentina: la selección tuvo la virtud de hacer sencillo lo obvio y ya transformó el título de América en un hermoso recuerdo
Superior desde el incio, el equipo nacional ganó por 3-1 en Caracas y reafirmó su camino hacia el Mundial de Qatar: sigue segunda en las posiciones de las eliminatorias y el domingo enfrentará al líder, en San Pablo
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Lo obvio, por su propio carácter, suele estar subvalorado. Por eso conviene gambetear la generalidad: ¿no tiene mérito la selección argentina por haber alcanzado en Caracas, ante Venezuela, un triunfo cómodo? ¿Hay que retacearle elogios al 3-1 ya que se consiguió ante la peor selección de Sudamérica? ¿Es un paso de rutina haber puesto una tilde verde más en la hoja de ruta hacia el Mundial? Las cosas por su nombre: esos elementos externos no deben bajarle el precio al valor de una victoria impostergable; más bien, hay que colocarla en contexto para apreciarla mejor.
Nunca es fácil gestionar el éxito. Y la Argentina, campeona flamante de América, tenía que dar una muestra de autoridad para definitivamente depositar el título entre los mejores recuerdos y arrancar de nuevo. Lo hizo. Y eso, claro, siempre es positivo, aunque del otro lado la exigencia haya estado devaluada. El listón subirá rápido: ahora espera Brasil, el líder de las eliminatorias, todavía sangrante por la final de julio. Pero esa será otra historia.
“Estoy bien, estoy bien”. Los labios de Messi dibujaron las palabras que el médico de la selección quería escuchar. Los jugadores caminaban hacia el vestuario a descansar, apenas un minuto después del golazo de Lautaro Martínez, pero lo más importante era saber si el tobillo tajeado del capitán estaba en su sitio. Tan fuera de lugar había sido el patadón del torpe Luis Martínez, un grandote con más cuerpo de fanático del crossfit que de futbolista, que dibujó una acción pretérita, de las épocas en que no solo no había VAR, sino siquiera cámaras en los estadios… La escena, al final, le quitó un hombre a la ya débil Venezuela, pero no cambió el guión del partido: Argentina, sin demasiado esfuerzo, dominaba a voluntad, y dependía de la precisión de los delanteros, más que del volumen de su fútbol, para sellar la ventaja inicial.
La selección debía completar una especie de test de autoevaluación. La llegada en masa a Caracas de los convocados -pese al tironeo de los clubes europeos- ya había dado cuenta de que la llama de la pertenencia había subido incluso unos grados más luego de ganar la Copa América; no era ése un terreno de dudas. Sí, en cambio, había inquietud por saber cómo iba a retomar el equipo su propio hilo después de la excitación del título, las vacaciones, los cambios de camiseta de 9 de sus integrantes y el muy incipiente arranque de los campeonatos. Tal vez por todo eso, Scaloni decidió ir a lo seguro y no hizo alardes de creatividad táctica: cada uno en su lugar natural, con cambios que respondieron a suspensiones (Pezzella por Cuti Romero y Guido Rodríguez por Paredes) o estados de forma (Molina por Montiel).
Ya desde el principio se advirtió una rareza para estas épocas: ninguno de los dos hacía pie en el medio, por lo que esa zona generalmente empinada empezó a ser de tránsito rápido más que de corte o pausa. Y claro, en esas condiciones era lógico que se impusiera la jerarquía individual, decididamente volcada del lado argentino. Dos o tres combinaciones veloces situaban enseguida a los atacantes visitantes en la puerta del área rival.
Y entonces, desde el principio se empezó a hacer grande la estatura de arquero de Wuilker Fariñez, ya probada: su metro y ochenta centímetros (una altura baja para su puesto) se estiraron lo suficiente una y otra vez para desviar un remate de De Paul, achicar una entrada de Lautaro y tocar hacia afuera un tiro de Di María… Hasta que un pase filtrado de Lo Celso terminó con esa igualdad mentirosa: Lautaro señaló dónde quería la pelota, se cuidó del offside y definió con clase. Anotó así su gol número 15 en 30 partidos en la selección.
#VEN 0-1 #ARG | 45’ + 2’ | ¡Gol de Argentina! Gran pase filtrado de Lo Celso para que Lautaro Martínez controle de derecha y defina cruzado de zurda.
— Televisión Pública (@TV_Publica) September 3, 2021
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En Caracas, esa tierra que Messi no había pisado, Argentina no estaba dispuesta a socializar la posesión de la pelota. Si el dominio en ese ítem había sido notorio en el primer tiempo (68%), en el segundo se volvió abrumador: para el cuarto de hora inicial de la etapa, la bola había estado en los pies argentinos el 81% de los minutos (según datos de Opta). ¿En qué redundaban esos numeritos? En el control del juego y el avance territorial: se jugaba más cerca de Fariñez que de Dibu Martínez. Venezuela, agazapada, imploraba por algún regalo de la defensa argentina para tener alguna posibilidad. Pero Argentina a veces se miraba demasiado a sí misma: buscaba el lujo antes que la acción decidida que resolviera la cuestión y pusiera la cabeza ya en San Pablo, la próxima y estimulante estación.
En eso andaban cuando, a los 22 minutos, Soteldo (el mejor de la Vinotinto) rozó el gol con un pelotazo desde la puerta del área. La rueda de los cambios ya había empezado a girar, con el ingreso de los Correa, Joaquín y Ángel, por Di María y Lo Celso. Enseguida, el propio Joaquín demostró la determinación que hacía falta cuando completó con un derechazo violento una gran combinación que involucró a Messi y a Lautaro. Así, el nuevo atacante de Inter sepultaba cualquier inquietud. Ni hablar cuando, tres minutos después, el otro Correa quemaba la red después de otra atajada del solitario Fariñez. Ya todos podían volver a pensar en Brasil, e imaginar cómo reimprimir el domingo el póster del Maracaná. La selección, está claro, tiene con qué ir a buscar esa foto.
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