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Uruguay - Argentina: la selección sonríe y camina hacia el Mundial incluso cuando sufre y no merece nada
El triunfo por 1-0 en Montevideo, coronado por un golazo de Di María, se explica por el rendimiento de Dibu Martínez, la gran figura con sus atajadas; la clasificación a Qatar 2022, a punto de concretarse
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Tantos años de sufrimiento se pagan con un disfrute que estalla incluso cuando se sufre. Será que las energías renovadas por el inolvidable título del Maracaná, negado en tantas finales previas a lo largo de casi tres décadas, acompañan a la selección argentina también cuando juega un partido descartable, sin brillo ni tensión, como el coronó con un triunfo por 1 a 0 ante Uruguay difícil de defender en cualquier tribunal donde pesen más los argumentos que los hechos. Porque será difícil enmarcar una victoria como esta de Montevideo sin detenerse en el rol central de Dibu Martínez, el arquero que parece haber nacido para ponerse esta camiseta, ni en la impericia del atribulado equipo local, condenado por su falta de efectividad y un ánimo que irremediablemente fue cayendo.
Esta pausa en el buen rendimiento que traía la selección no solo no impidió la victoria: también la dejó en la puerta de la clasificación al Mundial de Qatar, que bien podría sellar el martes ante Brasil, en San Juan. Y así seguir alimentando esta sensación de que cuando la mano viene a favor, no hay imponderable que sea un dique que contenga el envión de un grupo bendecido en este tramo de la historia.
Se puede decir de otras maneras. Porque esta selección juega con el viento a favor de quien vive una primavera. Repasar el primer tiempo es un ejercicio que le pone un sello de garantía a la idea. Alcanza con pensar la cronología de las jugadas de riesgo en toda la etapa: la Argentina realizó un remate al arco, el del golazo de Di María: antes y después, el área de Muslera fue una isla lejana, esos lugares que se desean pero no se alcanzan nunca más que con la imaginación. En cambio, y lejos de dictar una cátedra de fútbol, Uruguay acumuló llegadas de riesgo en las costas del iluminado Dibu Martínez. El pie a mano que le ganó a Nández de entrada sirvió de prólogo: después, un remate al palo de Suárez y otra atajada a Vecino formaron parte de los ocho remates de Uruguay en esos 45 minutos. Pero el resultado, cuando se fueron al vestuario, decía 1-0 para el visitante. Como si, otra vez, el aire que empuja a este equipo desde la obtención de la Copa América no se disipara nunca.
Lo mejor del partido
La posesión de la pelota no es un acompañante indisoluble de la profundidad. También eso se advirtió en la etapa inicial. Al cabo, la Argentina controló el balón el 72 por ciento del tiempo en ese tramo, con algunos momentos de dominio posicional gobernado por la movilidad de De Paul y la prestancia en defensa de Cuti Romero. Pero ese manejo no pasaba de los tres cuartos de campo rival, mientras Uruguay salía del aturdimiento en el que había entrado tras la definición de súper crack de Di María, capitán mientras Messi permanecía sentado en el banco de suplentes. El gol nació de la acción más destacada de Dybala, sorpresivo reemplazante de Messi, que había apurado a Piquerez antes de la resolución excelsa de su compañero.
Fue Godín en defensa y Suárez adelante quienes sacaron a Uruguay de ese letargo. Con ellos apretando los dientes, el equipo volvió a adelantarse y así se sucedieron las ocasiones de gol, todas mal resueltas u obturadas por el 1 argentino, iluminado como cada vez que se viste de selección. Así el trámite, la pausa del entretiempo presuponía un movimiento que pusiera a Argentina otra vez a disputar el partido. Scaloni quitó a Dybala (con una molestia muscular) y colocó a Joaquín Correa, y a los diez minutos mandó a la cancha a Papu Gómez y Ángel Correa por Di María y Lautaro Martínez. El mapa del equipo definitivamente era otro, todavía con Messi esperando, aunque en realidad el guion era similar: Uruguay adelantaba las líneas y merodeaba a Dibu Martínez mientras Argentina se agazapaba.
Empujado por la impaciencia del público y la necesidad que le indicaba la tabla de posiciones, Uruguay trató de mantener la presión del final del primer tiempo, pese a la frustración del empate tantas veces negado. Ya no lograba presionar tan alto ni crear tantas jugadas claras, pero igual apuraba. En Argentina, los que bancaban eran los mismos que habían sobresalido en el peor momento: Martínez, Romero y De Paul. Papu Gómez, movedizo, era el más incisivo de los ingresados, mientras la selección parecía tener como plan principal esperar que apareciera el capitán…
Eso, el ingreso de Messi, ocurrió recién a los 31 minutos, en lugar de Lo Celso. Así se completó el reseteo ofensivo del equipo, un minuto después de que Joaquín Correa hubiera definido con demasiada suavidad un buen desborde de Molina. A pesar de la ventaja exigua, flotaba en el aire de Montevideo que el destino del partido se encaminaba a un final inexorable, a favor de esta selección a la que le sonríe este tiempo histórico desde que inició su camino en la última Copa América. La pelota que se le escapó entre las piernas a Martínez pero igual terminó en sus manos, casi en el cierre, fue otro elemento que se sumó a los antecedentes: aunque tenga noches flojas, la Argentina disfruta de este momento tantos años esperado.
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