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Una pesada herencia de selección: la Argentina, en el podio de las copas con telarañas
El vozarrón cavernoso del ‘Coco’ Basile estalla, y lleva una queja de bandoneón: "No, no, no lo puedo creer. ¡Ya van más de 25 años! Es un karma, porque mirá que merecimos ganar algunas copitas en el medio, tuvimos mala suerte, eso... mucha mufa", y extiende el lamento arrabalero. Él era el técnico cuando la selección argentina disfrutó su último título en 1993. "Jamás me hubiese imaginado que después de ese gol no ganaríamos nada más. Es tristísimo. Pero tiene que servirnos como un baño de humildad. No ganamos nada, ni a nivel regional. Entonces, paremos un poco: ¡no podés ser intendente de tu ciudad y querés ser presidente de la República! ¿Qué quiero decir? Que vamos a los mundiales y seguimos convencidos de que tenemos que ganarlos", reprocha Gabriel Batistuta, el hombre de los dos cañonazos en la final de aquella Copa América de Ecuador. Exactamente transcurrieron 27 años, que serán al menos 28 por el traslado de la Copa América a 2021. Un océano. Un vacío que atormenta a la Argentina, protagonista del podio maldito.
Inglaterra carga con sus demonios y el período más extenso de una potencia del fútbol sin celebrar un título. Desde 1966, gloria y ocaso, un calvario de 54 años. Segundo en la historia se anota Italia, que tras atrapar dos de los tres primeros mundiales se apagó, y entre la Copa de 1938 y la Euro 1968 acumuló tres décadas de naufragios. Y tercera ya aparece la Argentina. El peor del continente, una situación que nunca atravesaron ni Brasil ni Uruguay. Tampoco Alemania. Ni Francia ni España desde que son campeones del mundo. Maldición, azar y responsabilidades, las fotos felices de la selección se han desteñido. Ya se encadenaron 19 oportunidades con sucesivos desengaños. Son siete Mundiales, diez Copas América y dos Copas de las Confederaciones... sin poder sentirse campeón. El grito ahogado.
Sin dudas el caso de diván es Inglaterra. Los inventores del fútbol no saben cómo conjurar el maleficio. Fueron el tercer país europeo en alzar, por entonces, la Copa Jules Rimet, en 1966, después de Italia (1934-1938) y Alemania (1954)... y nunca más conquistaron un título trascendente. Nunca más. Ni el Mundial ni la Eurocopa. En la Copa de la Confederaciones, directamente, ni participaron. Solamente alcanzaron el tercer puesto en las Euros de 1968 y 1996; los ‘pross’ son a única gran selección que no ha sumado este certamen. Y en los mundiales apenas treparon hasta las semifinales en Italia 1990 y Rusia 2018. En ambos casos, tanto el equipo que dirigía Bobby Robson como el de Gareth Southgate, perdieron y ni subieron al podio. Veintiséis grandes títulos –faltó a los mundiales del ‘74, ‘78 y ‘94, y a un par de Euros también– desfilaron delante de Inglaterra desde 1966.
La imagen del capitán inglés Bobby Moore, con la Copa Jules Rimet arriba, sostenida por su mano derecha, llevado en andas por sus compañeros en Wembley tras derrotar a los alemanes, permanece como una burlona foto eterna. Todavía no han podido sumar otra en el álbum. Como la Argentina tampoco consigue despegarse de la postal del experimentado Oscar Ruggeri –de 31 años, entonces– y el joven Diego Simeone (23), que aquella tarde consagratoria del 4 de julio de 1993, en Guayaquil, aferrados ambos al trofeo, parecían simbolizar un traspaso ganador. Una instantánea que alentaba buenos pronósticos. Nada de eso.
Casi en un espejo con la Argentina, a Inglaterra no le han faltado futbolistas de jerarquía en más de medio siglo de decepciones. Desde Kevin Keegan, Glen Hoddle y Gary Lineker, hasta Paul Gascoigne, Sol Campbell, Gary Neville, Rio Ferdinand, Paul Ince, David Beckham, Michael Owen, Paul Scholes, Alan Shearer, Robbie Fowler, Jhon Terry, Steven Gerrard, Frank Lampard, Wayne Rooney, Delle Ali, Harry Kane, Raheem Sterling, Marcus Rashford... Probaron con directores técnicos de la cuna británica, como Ron Greenwood, el citado Robson o Roy Hodgson, y con extranjeros, como el sueco Sven Goran Eriksson y el italiano Fabio Capello. Nada.
Por esta parte del mundo, aquí en Sudamérica, los vecinos nunca tuvieron una racha tan oscura como la que persigue a la Argentina. ¿Brasil? Sufrió 27 años de sequía entre los Sudamericanos de 1922 y 1949, pero desde su bautismo como campeón del mundo en Suecia 1958, su ciclo más amargo alcanzó los 19 años, entre el título mundial en México ’70 y la Copa América de 1989. Solamente contabilizando este siglo XXI, el ‘Scratch’ ha conquistado un mundial, tres Copas América y otras tres Copas de las Confederaciones. Y Uruguay, siempre bien regado por los viejos Sudamericano y las actuales Copas América, tampoco ha padecido como la Argentina. A lo sumo, esperó 16 años entre las Copas América de 1995 y 2011.
Los ciclos menos fértiles de Alemania encadenaron 18 temporadas. Dos veces le ocurrió: entre el Mundial del ‘54 y la Eurocopa del ‘72, y entre la Euro del ‘96 y el Mundial de Brasil 2014, cuando superó en el alargue al equipo de Alejandro Sabella en el Maracaná. Francia y España, los últimos campeones del mundo que se sumaron a ‘la mesa de los ocho’, representan casos diferentes. Les Bleus, tras su primera conquista grande en casa, en 1998 con Deschamps como jugador, a los dos años sumaron la Euro y son los actuales reyes del planeta por el título en Rusia 2018, con Deschamps como entrenador. España alzó la Euro 1964 y desde entonces había extraviado el éxito, pero luego de conseguir su membresía mundialista en Sudáfrica 2010 de la mano de Xavi, Iniesta y compañía, dos años más tarde repitió en la Eurocopa.
En síntesis, salvo la atribulada Inglaterra, en los tiempos modernos, nadie como la Argentina para sentirse abandonada por la victoria. Ni Passarella, Bielsa, Pekerman o Sampaoli. Tampoco Verón, Riquelme, Mascherano o el ‘Kun’ Agüero, apenas por citar a algunos entre tantos. Cuando comenzó el embrujo, Diego Maradona todavía era el capitán de la selección y Lionel Messi apenas había cumplido seis años. Nadie espanta esos fantasmas que parecen haber tejido una alianza con los años.
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