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Por fin llegó el triunfo que puso algo de luz en el tortuoso camino de San Lorenzo. Anoche, dentro de la sucesión de malas señales que el equipo de Boedo venía atravesando, se había sumado una: el ánimo decididamente malo en la poca gente del Ciclón que fue al Sur. Como si la paciencia ya se hubiera perdido. Aun cuando no hubo cantos agresivos, se oyó el viejo "Movete, dejá de j..." que reclamaba más carácter a los jugadores. Esas voces se hicieron oír con más fuerza cuando el equipo perdía, en el segundo tiempo.
La victoria también sirvió como alivio para la situación del DT Rubén Insua, cuyo máximo sostén es el apoyo del presidente Alberto Guil y del vice Rafael Savino. Ellos son los que intentan retener al DT, incluso ante la oposición de otros dirigentes.
A su compromiso de anoche en el Sur, el Ciclón llegaba con una compleja carga de urgencias. No es para menos: lo que va del año sólo le propuso momentos poco agradables y demasiadas frustraciones. La ausencia de resultados positivos derivó en la crisis futbolística del equipo, que no reencuentra el funcionamiento que lo llevó a festejar, sobre el final de 2002, en la Copa Sudamericana. La consecuencia fue la previsible: los cuestionamientos progresivos hacia Insua.
Las últimas semanas agravaron el cuadro. Primero, la derrota en el clásico ante Boca (2 a 1), un golpe duro porque ese partido se veía como la posible plataforma para el relanzamiento del equipo. En ese cotejo, San Lorenzo mostró algunas señales de recuperación futbolística que se diluyeron por completo cinco días después, en la estrepitosa caída en La Plata con Estudiantes (4 a 1). Tras esa derrota, el lunes último hubo una fuerte autocrítica en dos horas y media de reuniones entre el cuerpo técnico y los jugadores.
Recrudecieron los problemas internos en un grupo que ya los generaba, porque el trato entre Insua y el plantel siempre fue frío. Y las derrotas provocaron grietas -nunca reconocidas por los protagonistas- en en esa relación.
Ayer, antes del partido con Lanús, la impresión era que Insua seguiría en su cargo en lo inmediato, a menos que el equipo sufriera una caída catastrófica. La victoria, la primera en el Clausura, trajo algo de paz. Pero dentro de cinco días, ante Gimnasia, será hora de un nuevo examen. Para Insua y para San Lorenzo.
Si la semana previa al partido de anoche resultó difícil para San Lorenzo, por el lado de Lanús el clima no fue muy diferente. Las caídas ante Banfield (1-0) y Boca (3-1) habían provocado malestar hacia el equipo que dirige Osvaldo Sosa y complicaban la estabilidad del DT.
Y el ambiente se tradujo en hechos concretos: la barra brava amenazó con visitar a los jugadores durante alguna práctica de la semana. No lo hizo, pero encontró otra variante: intimidó a los jugadores con pintadas en las que les anticipaba problemas si no tuercen el rumbo de una campaña negativa.
Sosa ya tenía sus propios problemas con el armado del equipo; en particular, con la línea ofensiva. A Rodrigo Mannara y Hugo Morales -ambos desgarrados- les esperan dos y tres semanas de inactividad, respectivamente, e Ignacio Risso estuvo anoche en el banco de suplentes porque durante la semana tuvo una contractura. Además, dos juveniles (Matías Larrechart y Gonzalo Marronkle) también tienen problemas físicos. Por eso, Sosa recurrió a Rodrigo Díaz, un enlace que llevaba 14 meses sin jugar en primera división.
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