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Una envidiable clase de aceptación y respeto
MADRID.– Las calles son un hervidero y no sólo por la temperatura sofocante que humedece la piel. Miles y miles de personas; veteranos, niños, mujeres, hombres, con camisetas, banderas o bufandas de Athletic Bilbao y Barcelona parecen hormigas alborotadas. Poblaron la ciudad, la sitiaron. Las mesitas que los restaurantes lucen en las veredas están todas ocupadas. Llegaron en trenes, aviones, autos. Cantan, eufóricos, alegres. En vasco, en catalán, en español. Son diferentes, pero nadie lo nota. La final de la Copa del Rey en el estadio Vicente Calderón los congregó en la ciudad financiera más importante del país y provocaron su propio espectáculo. Con un nivel maravilloso de aceptación y respeto por el otro, por el rival futbolístico aunque no un rival humano. Envidiable desde donde se lo mire. Un hecho que le debería erizar la piel a cualquier argentino, sobre todo en tiempos en los que las malditas barras bravas amenazan con continuar teniendo un protagonismo lamentable. Catalanes y vascos brindaron un ejemplo.
Durante varias horas antes del partido, la famosa Plaza Mayor, uno de los centros más pintorescos de Madrid, a pocas cuadras de la Puerta del Sol, se convirtió en un escenario de celebración. Las cervezas, las tapas, las tortillas, los montaditos de jamón serrano… fueron las vedettes de la tarde. Fue así como se repitió la imagen de los hinchas mezclados, posando juntos para los lentes de las cámaras fotográficas. Sin agresiones, sin policías, sin insultos. "¡He visto a uno del Barça, a uuuno del Barça, he visto a uno del Barça!" , fue el canto más… osado, si se podría llamar así, de los vascos, que parecieron mayoría, cuando se cruzaban con alguien con los colores azulgranas. ¿Broma infantil? Por favor… increíble, para aplaudir, para copiar. Fernando, un vasco que atiende un comercio en Bilbao, llegó con sus amigos a Madrid y atrapó la mirada albiceleste porque vestía una camiseta del seleccionado con el "Bielsa" estampado en la espalda. "Para malos rollos tenemos nuestros trabajos, al fútbol venimos a divertirnos. ¿Por qué debería molestar a un hincha de otro club?", se preguntó. Sensacional. El amor de los barcelonistas por Leo Messi ya es sumamente conocido. Pero comprobar en primera persona el endiosamiento que generó Bielsa en los hinchas del Bilbao provoca un poco más que curiosidad. "¡A lo loco, a lo loco, a lo loco, a lo loco se vive mejor, Bielsa!", ya es casi un himno. Los catalanes, al oír el grito, aplaudieron y siguieron su ritual. Emocionante. Para imitar. Lástima que en la Argentina es casi una utopía pensar que algún día se verá ese comportamiento en el fútbol.
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