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Un nuevo Lionel Messi: por qué emociona como nunca antes, su nuevo rol en el equipo y esa jugada que hace recordar al 10 de Barcelona
A los 35 años, ahora brilla en PSG, en la antesala del Mundial, el sueño de toda su vida; más humano y cerebral, se toma un segundo más para todo
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Tal vez ahora, cuando periodistas experimentados se emocionan con su presencia y pequeños idealistas quieren arrebatarle algo más que su camiseta hasta en el calentamiento previo, haya que tomar en cuenta lo inevitable: Lionel Messi, dentro de poco tiempo, será recuerdo. En un año, acaso en dos temporadas: el hombre que nos arrancaba una sonrisa y que tardó un siglo en dar la vuelta olímpica más maravillosa con la camiseta del seleccionado –en el Maracaná y ante Brasil– por esos caprichos del destino, será como Diego Maradona. Con el tiempo, sus hazañas serán cada día más grandes.
Lo bueno, lo extraordinario, es la ilusión: su último Mundial. A los 35 años, no hay dobles lecturas: Qatar se ofrece como la última estación de la recompensa, porque más allá de que “para ser el mejor jugador del mundo no hace falta salir campeón del mundo”, Leo sabe que es exactamente lo contrario. Lo desea. En la Ligue 1, acaba de eclipsar otra vez al futbolero medio, más allá del rústico rival y de un campeonato de relativo poderío. Una joya de su repertorio, dos asistencias. De a ratos, fútbol bonito, a metros de Kylian Mbappé, que si no comete torpezas de acá a un buen tiempo será el sucesor natural.
¡LOCURA POR MESSI! Un pequeño fanático invadió la entrada en calor de PSG en Ajaccio para sacarse una foto con el argentino, pero la seguridad no lo permitió. @ESPNFutbolArg pic.twitter.com/Tq8rUXylp9
— SportsCenter (@SC_ESPN) October 21, 2022
Un 3 a 0 sobre Ajaccio, fuera de casa, por la fecha número 12. El líder e invicto del campeonato, casi sin adversarios de fuste en el retrovisor, con Neymar ausente, se impuso sin sobresaltos sobre uno de los ascendidos, que está en la zona de descenso. Cuenta la crónica que Messi asistió a Mbappé en el 1-0. El rosarino recibió de espaldas desde el círculo central, controló la pelota de derecha, hizo un giro y enseguida, de zurda, puso al número 7 mano a mano. El crack galo es infalible: 1-0.
El segundo tanto fue una joya del rosarino, un homenaje de cuando vestía la camiseta número 10 azulgrana, al mando de Pep Guardiola. Participó del armado de la jugada, fue a buscar la devolución y, cuando ingresó en el área, Mbappé lo dejó con un exquisito taco, mano a mano con el arquero. Leo lo dejó en ridículo con un amago, antes de eludirlo y sellar el sutil 2-0. De pronto, la nostalgia. Del 10 que, a veces, vuelve a ser.
El 3-0 definitivo fue otra combinación entre Messi y Mbappé, con un pase de Leo entre algunos rivales para que el francés sentencie la faena de frente al arco, casi cayéndose. Messi había trasladado la pelota desde su propio campo hasta cerca de la medialuna del área. Sin egoísmos, sin reproches. Sin egos. Al servicio de la causa, como en el seleccionado: ya no todo pasa por Leo en el enorme grupo humano que creó Lionel Scaloni –incluso, superior al juego colectivo en sí mismo–, sólo lo mejor.
Compacto de Ajaccio 0 vs. PSG 3
Un rato antes, una muestra de que hasta los que se perdieron casi toda su obra –no habían nacido–, son fanáticos de su 1,69m. El fanatismo por Messi llegó a un punto en que los hinchas ya no solamente invaden el campo durante los partidos, sino también en el calentamiento previo, como lo intentó un chico en Córcega, una bonita isla que da al Mediterráneo. Leo estaba participando de los ejercicios con pelota, cuando un efectivo de la seguridad contuvo a un joven que corría hacia el ídolo. El rosarino lo miraba, a la distancia.
Alcanzó su sexto gol en la Ligue 1 y su novena asistencia (19 en lo que va de la temporada), mientras que Mbappé es el máximo goleador, con 10. PSG estiró su invicto y logró una victoria que lo afianza en la punta del campeonato, con 32 puntos.
A los 35 años, el tiempo lo es todo. La vida es un suspiro –más aún, el fútbol–, entonces lo disfruta de otro modo. Falta cada día menos para el Mundial y, como él mismo lo advierte en recientes entrevistas, es normal que lo asalte la ansiedad. Está luchando, en estas horas, acaso mejor que nunca, contra ese sentimiento que atrapa a todos. Ahora se permite llorar cuando se emociona, como nunca antes. Y en eso también reside la sabiduría.
Su mala condición física, una falta de interpretación de sus nuevas limitaciones y el brutal cambio de vida, el idioma y la adaptación, lo llevaron en el primer año en PSG a cometer errores estratégicos. Encaraba y perdía, como nunca antes. Ahora intenta gambetear menos y lo hace cuando su adversario está contra las cuerdas. Como el tenista que viaja a la red: sólo cuando la volea le asegura el punto.
Piensa, más que nunca, en el juego, en la estrategia. Luego de su temporada más incómoda, la competencia interna, las rencillas de cartel, las exigencias del jeque. Volvió a pensar en el fútbol: eso significa tomarse un segundo más.
Corre menos, mira más. Encara menos, descansa más. Se involucra menos, aprovecha más. Antes, no quería abandonar el equipo nunca, y se enojaba cuando no jugaba. Ahora acepta que Christophe Galtier lo retire del equipo en esos últimos 10 o 15 minutos. Ya no se fastidia. “Es un jugador muy altruista, que juega con sus compañeros. Ha vuelto a sus estándares estadísticos de cara al arco y obviamente puede volver a ser el mejor jugador del mundo, porque está feliz y en buena forma física”, dijo, hace unos días, el conductor. Es todo un desafío: volver a ser… Para tantos, lo sigue siendo. Cuando se mira al espejo, lo intuye: no es el mismo de 2021, nada que ver.
Ya no corre una carrera por la estadística, un gol más, otra asistencia. Ya no mira con ambición la tabla de goleadores. ¡Qué son diez minutos más o menos, si ya saldó casi todas sus deudas con el fútbol!
Sólo se conformaba con estar siempre. En esta versión madura le importa más hacer lo que sea mejor para el equipo y, desde ya, ganar, ganar, ganar. Ahí sí: como siempre. Se lo percibe sereno, sin angustias. Ya no habrá 60 goles por temporada y ahora lo acepta. Esto es lo que puede dar hoy: un mundo nuevo. Lo que no es poco.
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