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Un ferviente pedido de justicia en el velorio de César “Lolo” Regueiro, el hincha de Gimnasia que murió tras la represión policial
Los fanáticos del Lobo expresaron sus sensaciones con dos genuinas manifestaciones en una ciudad que está de duelo; “podría haberme pasado a mí”, una frase muy repetida
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LA PLATA.– El fallecimiento de César Regueiro –un deceso al que le faltan culpables– generó dos manifestaciones genuinas aunque bien diferentes: en la esquina de 1 y 530, la despedida; en el Bosque, el pedido de justicia.
El velorio comenzó a las 17. Primero llegaron los más cercanos y, de a poco, se sumaron conocidos e hinchas que quisieron acompañar a la familia y sus amigos. “Yo no lo conocía, pero sentí que tenía que estar. Cuando me enteré los datos, no lo dudé. Yo estaba en la cancha y lo que le pasó a Lolo me podría haber pasado a mí. Somos muchos los que quisimos estar presentes y apoyar a sus seres queridos en este momento espantoso”, dijo Rodrigo para LA NACION.
Tiene razón. El velorio contó con muchísima gente. A las 19 había cerca de 100 personas y unos minutos después el número se duplicó con la llegada de una caravana de hinchas. En ese momento, la fisonomía del lugar cambió: del respetuoso silencio a una cálida y ruidosa despedida.
Un rato antes, en otro punto de la ciudad de las diagonales, un numeroso grupo de simpatizantes se reunió afuera de la cancha de Gimnasia para reclamar justicia por Lolo Regueiro. Alrededor de 400 personas se juntaron en la zona del monumento del Bosque y pidieron que se investigue quiénes fueron los culpables de su muerte.
Entre insultos a la policía y canciones a favor del Lobo, la gente descargó su bronca. Su bronca y su tristeza. En La Plata no fue un día más. Se notó en cada charla y en cada mensaje: desde la noche del jueves, se trata de una ciudad herida. El duelo se percibe en el ambiente.
“Lo que nos hicieron a los hinchas fue una masacre. Queremos que se investigue lo que pasó y que paguen los que tengan que pagar. No importa si son dirigentes, policías o todos. Los que sufrimos las consecuencias de tanta locura fuimos los que estábamos en la cancha. Nos quitaron a uno de nosotros y eso es imperdonable”, afirmó Guillermo, enojado.
Su testimonio enérgico, de repente, dejó de escucharse. El “Gimnasia, unido, jamás será vencido” tapó su voz y el cántico se adueñó de la escena. Al mismo tiempo, a pocos metros, otros simpatizantes colgaron una bandera que decía “Justicia por Lolo”. Para eso se autoconvocaron: para reclamar que se investigue y se sepa quiénes fueron los culpables en la noche del horror. La noche que se llevó a César Regueiro. La noche en la que el fútbol argentino murió un poco más.
Banderas también hubo en el velorio. Varias y con diferentes inscripciones: entre otras, “Basta de represión”, “Gimnasia es pueblo y al pueblo no se lo reprime” y “Justicia por Lolo Regueiro”.
Justo enfrente de esas leyendas, un hombre de más de 50 años lloraba desconsolado. Estaba sentado, casi desparramado. Derrumbado. Un amigo de César que, de repente, se quedó sin César. Una persona sentimentalmente rota, como la hija de Lolo. “Jamás pensé pasar por esta locura, esta desgracia de perder a mi viejo yendo a ver una vez más a nuestro querido Lobo. Tantos tablones compartidos de local y de visitante, y jamás pensé que por una maldita represión policial te me ibas a ir”, publicó Juli, en su Facebook, un rato después del fallecimiento de su papá.
El velorio se prolongó durante horas. Nada parece suficiente. Todo queda chico cuando la injusticia es tan grande. “No fue un incidente, fue represión. Lolo no murió, lo mataron”, se leía en un cartel en el Bosque. Un alarido repleto de dolor.
Con el anochecer, los hinchas que se acercaron a la zona de la cancha se disiparon. Algunos volvieron a sus casas, otros se trasladaron al velorio. Todos, con un mismo sentimiento: angustia. “Tranquilamente podría haberme pasado a mí”, repiten muchos en las últimas horas. Se sienten sobrevivientes. Hubo miles que eludieron al caos y también a la represión de las fuerzas de (in)seguridad. Lolo no resistió.
Este viernes el luto se sintió en la calle. La gente, como pudo, buscó la manera de hacerle frente a tanta tristeza. En el velorio hubo una despedida sentida: primero silenciosa y después cálida, pero llena de respeto y de acompañamiento. En el Bosque hubo un pedido ruidoso que pretendió traspasar las fronteras de la capital bonaerense: el reclamo para que se haga justicia.
La Plata ya no es aquella ciudad que fue hasta la noche del 6 de octubre de 2022. Quedó lastimada. Los hinchas del Lobo, los más perjudicados, buscaron la manera de canalizar el desconsuelo.
Las tristes horas después del horror transcurrieron entre llantos, abrazos y un deseo común: que la tragedia del jueves nunca se repita.
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