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Un duelo de estilos que no dejó ganadores
Huracán y Rosario Central jugaron mal y se repartieron puntos y decepciones; fue 1-1
Incluso las películas cuya historia es obvia y anunciada tienen una luz de arte que las redime o las logra salvar: en el duelo entre el Huracán que iba a esperar y el Central que iba a tener la pelota para lastimar, Pussetto y Colman filmaron dos escenas maravillosas. A los seis minutos del primer tiempo, el delantero local gambeteó a cuatro jugadores de un Central al que Huracán había puesto a contrapié y entró al área patinando, supersónico, hasta resbalarse y sentenciar. A los seis del segundo, el mediocampista visitante mintió un pase, enganchó y, de frente a Marcos Díaz, activó un puntinazo que prologó el atroz silencio del Ducó.
Fue 1-1, con Guillermo Barros Schelotto como espectador televisivo y estelar: al rival de Boca el miércoles próximo por los cuartos de final de la Copa Argentina le faltó coordinación para recuperar la pelota apenas la perdía y también un guía, más velocidad, más diagonales, un conductor. Huracán careció de otra cosa, una respuesta nomás: qué hacemos cuando Central nos logre empatar. El equipo de Caruso Lombardi cruza la mitad de la cancha y es una expedición de la NASA: desembarca, mira, se siente raro, más que atacar se pregunta cuál es el significado de estar ahí.
Un acuerdo, antes de continuar: los dos equipos jugaron mal. Acaso por el rendimiento de Ojeda, el equipo de Coudet no logró casi nunca cortar el primer pase apenas la recuperaba Huracán, y ése pareció ser el plan de Caruso: quitar y atacar en tres pases, nomás. A los 41 minutos del primer tiempo hubo una jugada parecida al 1-0: Fritzler quitó, Pussetto voló, metió una pared con Barrales y Sosa le tapó el mano a mano. En Central, cuya idea exige una precisión y una movilidad que envejecen, Camacho y Colman aparecían y desaparecían. Ninguno se hacía conductor, mientras sólo Jonás Aguirre se le mostraba a Teófilo Gutiérrez para abrir la cancha, romper desde atrás.
Coudet confía mucho en sus jugadores, mientras Caruso parece emperrado en la idea básica de atacar sólo cuando el rival se equivocó. Dos veces trianguló Huracán, y mientras una terminó con una volea de Pussetto, la otra fue un cabezazo -también de Pussetto- que se estrelló en un palo. En fin: acaso se tendría que haber empezado este texto de otra manera. Huracán ganó un partido en el campeonato. Central, dos.
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