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Un Boca súperofensivo y al compás de un Riquelme sensacional: cómo jugaba aquel campeón 2007 de Miguel Ángel Russo
El sistema preferido de Juan Román Riquelme: 4-3-1-2. El que quiere implementar ahora no solo para la primera división del Boca 2020, sino también para todas las inferiores. Así jugaba aquel equipo de Miguel Angel Russo que terminó levantando la Copa Libertadores en 2007 venciendo en la final a Gremio y por un global de 5-0. Demoledor.
Quizás el antecedente de lo observado desde afuera por el ahora vicepresidente segundo en función de lo que entregó Boca de la mano de Gustavo Alfaro en 2019 encuentre el contraste en sus gustos personales, en lo vivido en aquella última Libertadores que conquistó el club xeneize. Quizás en el pensamiento del Riquelme dirigente esté la búsqueda para 2020 de ese Russo que armó en 2007 un equipo para que se sienta cómodo y logre desplegar su mejor versión. Román ya no juega en el campo, pero el modelo puede intentar replicarse.
¿Cómo jugaba aquel equipo? Respondía a un esquema 4-3-1-2 superofensivo, con laterales que no paraban de pasar al ataque (Hugo Ibarra por la derecha y -el gran amigo del 10- Clemente Rodríguez por la izquierda), un central con presencia como el Cata Díaz y otro zurdo como Claudio Morel Rodríguez, que tenía más juego y quite limpio que acción aguerrida o juego aéreo. Un 5 de juego como Ever Banega, volantes interiores que llegaban al gol, como Pablo Ledesma y Neri Cardozo (también ingresaba como recambio Jesús Dátolo); de enganche Riquelme y arriba, uno por afuera (Rodrigo Palacio) y otro por adentro (Martín Palermo).
¿En el arco? Mauricio Caranta, que terminó siendo clave también con intervenciones muy buenas, a tal punto que -después de Riquelme-, terminó estando en el podio de los mejores junto con Ledesma y Morel Rodríguez (a quien en ese momento Mauricio Macri llegó a compararlo con Beckenbauer por su clase para salir jugando desde el fondo). El único error serio del arquero en ese certamen fue un mal cálculo en el vuelo que posibilitó el gol de Libertad en la Bombonera, pero había hecho una gran Copa. Su momento cumbre ocurrió en el desquite ante Vélez, por los octavos de final, en Liniers. Recibió tres goles, pero podrían haber sido muchos más de no mediar su notable tarea.
En aquel momento, Russo apostó a "un equipo de memoria" para pelear los dos frentes y solo al final del torneo Clausura utilizó la rotación. Incluso no necesariamente hacía todos los cambios durante el partido. Más allá de la goleada ante Gremio en Porto Alegre (3-0) en el desquite final, la gran diferencia Boca la hizo en la Bombonera, en donde ganó 6 de los 7 partidos (el restante lo empató) y anotó 24 goles, un promedio altísimo de 3,4 por cotejo.
Era un equipo que podía desequilibrar con un juego directo o triangulaciones elaboradas, con un gol de contraataque o uno de pelota parada, sobre todo a partir de la pegada de Riquelme. Defensivamente achicaba y muchas veces defendía mano a mano con el Cata Díaz y Morel Rodríguez.
Antes de ese partido con Gremio, se notaba que la performance de Boca bajaba como visitante. Es cierto que le tocó jugar tres partidos en la altura y en varios sufrió expulsiones, pero de los seis que había disputado en esa condición solo había ganado uno, había empatado uno y había perdido 4, en los cuales en tres de ellos le habían anotado tres goles: Cienciano, en Perú (0-3); Vélez (1-3) y Cúcuta, en Colombia (0-3). Hasta ese partido con Gremio, había marcado 4 goles y le habían hecho 12, un promedio de dos por cotejo. Así como atacaba con voracidad, también dejaba espacios en defensa.
Los hinchas xeneizes habían criticado mucho al arquero Aldo Bobadilla tras su error en el segundo gol de Cúcuta (atajó por la lesión de Caranta), pero ese Boca 2007 ofrecía ventajas atrás. Boca como equipo era tan generoso cuando atacaba como cuando retrocedía. El éxito ante Libertad (en Paraguay), mostró un juego agresivo de Boca pero ante un adversario que no le ofreció la oposición que sí le había dado en Buenos Aires. En La Paz, ante Bolívar (0-0), mereció ganar pero chocó contra la falta de definición y la figura del arquero; En México sufrió con Toluca (0-2) y la diferencia pudo ser peor. En Perú fue goleado por Cienciano (0-3), en Liniers cayó ante Vélez (1-3) y fue sostenido por las atajadas de Caranta. Ante Cúcuta, luego de un muy buen primer tiempo (en ataque) y un mal funcionamiento (en defensa) se fue al descanso 1-1, pero terminó perdiendo. La final ante Gremio no fue la excepción: Boca no se protegió pese a la diferencia alcanzada en la ida. En Porto Alegre jugó con fervor, atacó y puso el corazón.
Riquelme fue mucho más que el mejor jugador. Era el líder de ese equipo absorbiendo la presión y terminó siendo el goleador, con 8 anotaciones. Desde el Mundial 86 que un solo jugador no era tan determinante para la conquista de un título como lo fue Riquelme en ese Boca 2007. El promedio de calificaciones del Nº 10, según LA NACION, fue de 8,09 en la Copa Libertadores.
Ya ahí lo veían "más maduro, más hombre, más jugador", no solo por todo lo que había crecido de la mano de Carlos Bianchi y el profesor Julio Santella (también desde el aspecto físico y la masa muscular para aguantar las patadas rivales), sino porque el fútbol europeo también lo había cambiado en muchas de las toma de decisiones. "Riquelme apareció en toda su magnitud, estuvo en los goles, en todas partes. Es un orgullo poder dirigirlo, es una persona muy madura", explicó Russo después de las finales con Gremio.
En ese año que duró el ciclo Russo, que reemplazó a Ricardo La Volpe, Boca convirtió 102 goles en 56 partidos (casi un promedio de dos por cotejo), pero recibió muchos también: 56, uno por cotejo. Tenía que ver con una propuesta audaz que potenciaba los rendimientos ofensivos pero que no siempre terminaba siendo eficiente desde la estructura global del equipo. "Boca es un equipo que toma riesgos, que busca ser protagonista y que no especula", declaraba Russo por esos meses.
Así como se desprotegía en defensa, podía ser incontrolable en ataque. Solo por citar un ejemplo, en mayo de ese año, Boca ya había marcado 54 goles en 26 partidos. La filosofía era "buscar hacer un gol más que el rival". No le importaba si recibía goles, lo que le importaba era ganar. Un dato que apoyaba aquella estadística: menos Matías Silvestre (central que hoy juega en Sampdoria), el Cata Díaz y Banega, todos los demás habían -al menos- convertido un gol: Ibarra, Clemente Rodríguez, Morel Rodríguez y Jonatan Maidana (defensores); Ledesma, Battaglia, Orteman, Dátolo, Riquelme y Neri Cardozo (volantes); Palermo, Palacio, Boselli y Bruno Marioni (delanteros). Encima, Boca no era del todo efectivo, generaba muchas más situaciones de riesgo por partido de las que terminaba anotando.
En definitiva, todo indica que Riquelme (hoy desde su rol de dirigente) pretende armar un Boca que juegue, desde las características y el protagonismo ofensivo, como aquel de 2007. Y, por eso, fue a buscar al mismo entrenador. Miguel Ángel Russo será el punto de partida para que Román vea reflejado ese viejo estilo que quiere para el 2020.
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