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Un barrio pintado de celeste y blanco: choripanes, fernet y mucha euforia de argentinos llegados de todo el mundo
Los alrededores del estadio sirvieron de punto de encuentro para los miles de simpatizantes que coparon Londres y asistieron a un verdadero concierto del equipo de Scaloni
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Resuenan los cantos de “La banda loca de la Argentina”, “Volveremos, volveremos” y “Olé, olé, olé, Diego, Diego” en el barrio de Wembley, Londres. El glorioso olor a choripán y vacío a la parrilla se mezcla con el aire fresco de la primavera. La sala del centro comunitario, una joya escondida entre el marrón apagado de las casas de ladrillo, acoge el remolino de rayas blancas y azul celeste de los hinchas argentinos. Si bien a la ropa todos le han puesto su propio toque sentimental, son solo uno en pos de un objetivo claro: dar la vida por sus colores.
La habitación desbordaba y, entre el caos, las calles no tardaron mucho en llenarse. A un paseo del Estadio de Wembley, donde se jugó la Finalissima entre Argentina e Italia, se pensaría que los vecinos estarían acostumbrados al folklore de los hinchas. Pero como el furor por la Scaloneta, no hay otro. Desde los cánticos más fuertes hasta los brindis con fernet, todos reconocen a la legua una fiesta de la Albiceleste.
“Una victoria sería un bálsamo para lo duro que es estar lejos de casa”, empieza Guido Girola, bonaerense, durante la previa: “Un aliciente para que los que vivimos fuera sigamos con más fe en nuestro nuevo hogar”.
Con un nudo en la garganta y señalando la tela azul que le rodea el cuello, Girola cuenta a LA NACION la importancia de la fecha de hoy. “El 1° de junio es único porque mi hijo cumple 16 años. He preparado esta bandera especial para mostrársela a él, que está en Argentina”, agrega. “Viviré el partido por parte de los dos, pese a estar lejos. Ganar serviría para encontrarnos todos unidos”.
Casa fuera de casa
“Cuando hay un evento argentino, yo tengo que ir”, manifiesta el porteño Marcelo Aprigliano, coordinador de la previa junto con Milton Ávila, también de Buenos Aires: “Cada vez que vienen Los Piojos, que viene Calamaro, que viene la Bersuit o que juega Argentina, tengo que estar presente. No puedo olvidarme de dónde vengo. Es una forma de juntarme con mi gente, de compartir experiencias, recorridos, calles, locales. Es como estar en el living de tu casa, ¿entendés?”.
“A los condimentos para la previa les ponemos la mejor onda. Comida argentina. Música nuestra. No puede faltar nada”, afirma. Aprigliano desde Milán y Ávila desde Manchester, los dos llevaban seis meses organizándola para que la hinchada argentina viviera su pasión. “Quisimos que fuera algo irrepetible”, reflexiona Ávila: “Ahora recogemos la cosecha que hemos sembrado”.
Mientras Aprigliano enseña a LA NACION que tanta emoción se le ha puesto la piel de gallina, declara que no es un amistoso, sino una final, y así se debería tratar. “Argentina es Argentina, el argentino es argentino, y no hay con qué darle”, sostiene: “Estos chicos tienen que dejar la vida por los colores como la dejamos nosotros por la Selección”.
Refugio en la Selección
Quien haya vivido una fiesta argentina antes de ir a la cancha sabrá que los sentimientos están a flor de piel. Quien la haya vivido en el exterior sabrá que todo se magnifica a otro nivel. En un momento dado cuando vino un golpe de nostalgia, LA NACION notó que cada invitado siempre se aseguró de levantar el ánimo.
En los grupos de WhatsApp y la página de Facebook, los organizadores contaron con 2300 argentinos que viajaron desde Israel, Kenya, EE.UU., Canadá, Argentina y casi todos los países de Europa. La concurrencia superó las expectativas.
“Se me olvida que estoy en Londres de turista”, comenta Brenda Haydeé Díaz, quien viajó desde Egipto para ver a la Selección: “Se podría haber hecho en cualquier lado y el sentimiento argentino habría sido el mismo. No se trata de dónde, sino el porqué estamos viajando. Al lado de tus compatriotas te hace volar un rato. Te olvidas de todo, hasta dónde estás”, señala mientras esboza una sonrisa.
¿Lo más precioso que ofrece la vida? Según Federico Quiroz, porteño que ha pasado la mitad de su vida en Argentina y la otra mitad en Inglaterra, son los fanáticos que se refugian en la Selección. “Significa muchísimo para nosotros que vivimos fuera”, continúa: “Ya siendo inmigrante, se dice que uno siempre juega de visitante. Pero esta es la oportunidad perfecta para hacernos sentir como en casa”.
Muchos comentaron su agradecimiento por la cancha y su capacidad para hacerles desmarcarse de los problemas cotidianos. A Quiroz le brillan los ojos mientras explica en broma que a sus hijos ingleses les ha inculcado el fútbol argentino, asegurando que ahora sirve para desconectarse en familia.
De camino a Wembley, la meca del fútbol
La noche anterior los argentinos invadieron la Plaza Trafalgar para hacer un banderazo. En ningún momento les dio vergüenza cantar ‘El que no salta es un inglés’ en pleno Londres, aumentando el volumen al ver pasar a los vecinos británicos.
En otra de las previas principales, se juntaron cientos de hinchas en los parques cerca de Wembley. Una infinita romería de banderas, bombos y bocinazos. Tras la rifa de tres camisetas con el diez de Messi en el dorsal, todos estaban deseando ponerse en marcha. Sólo quedaba una cosa por hacer. Conquistar Wembley.
Cuando se le preguntó a Ávila por qué los argentinos se esfuerzan tanto por seguir la selección, no se detuvo ni un segundo antes de responder. “La adrenalina”, soltó con orgullo. “Esa emoción, mezclada con el sonido de los bombos contagia a propios y ajenos. Queremos seguir viviéndola en cada ocasión que se nos presente”, dijo.
Por fin los hinchas parten hacia el estadio. Una verdadera fiesta al mejor estilo argentino. Muchos comentaron que sus compatriotas les parecieron “aún más argentinos” fuera, aún más fanáticos.
Grandes expectativas para Qatar
A casi un año de la Copa América, Messi tomó las riendas de nuevo. Y eso fue la clave. Imposible para una desorientada Italia, aturdida por el gran nivel de la Albiceleste.
Los hinchas argentinos estaban al borde de sus asientos, eufóricos. Llegados los últimos minutos del partido, ya no queda tiempo ni para parpadear. No encontró remedio Italia, agotada frente a la enérgica Scaloneta (3-0). Una Finalissima extenuante.
“¡Porque Messi tiene puesta la corona!, oh oh, y la magia de su zurda que enamora, oh oh”, cantaron los argentinos mientras los italianos salieron disparados del estadio, con la cabeza baja.
Los hinchas destacan un futuro para la Albiceleste. “Tras tantos años viviendo fuera, nos faltaba un poco de argentinidad”, intenta decir afónica Brenda Haydee Díaz. “Ganar es una gran alegría para nuestro país. Nos pone de cara al mundial con altas expectativas”, agrega.
“Ha sido poner el broche de oro, justo antes de llegar a Catar. Es algo muy mágico”, cuenta Anto Ortiz, quien viajó desde Dublín para la Finalissima.
De nuevo Messi se gana el corazón de los argentinos. 32 partidos sin perder y la leyenda continúa. “Este mundial se tiene que dar”, continúa Ortiz con lágrimas en los ojos. “Lo hemos tenido allí siempre cerquita, pero este año lo veo. Veo un mundial con Argentina levantando la copa”.
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