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Un año para recordar: Ramón Díaz, de la gloria al luto, y el concepto de familia para salvar del abismo a Vasco da Gama
El Pelado vivió un 2023 de emociones fuertes; de un momento muy doloroso en lo personal a la explosión con un grande de Río de Janeiro
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RÍO DE JANEIRO.- Confundidos entre la multitud que ruge, en medio de la algarabía generalizada de São Januario, Tiziana abraza a su hermano menor, Adriano Ramón, que no para de llorar. Ambos visten con propiedad la camiseta negra, y dicha escena ocurre segundos después del triunfo de Vasco da Gama ante Bragantino, que confirmó la permanencia del conjunto carioca en la Serie A del Campeonato Brasileño.
Enseguida se acerca Betiana y se une a la profunda emoción de sus hijos. Dentro de la cancha, Emiliano, papá y esposo, se hace visera para buscar al grupo, a los suyos, entre los plateistas; el abuelo, Ramón Díaz, parece tranquilo, acostumbrado a tensas definiciones. Todos lo buscan, el frenesí, todos le rezan; él, sin embargo, conserva esa mueca pícara tan noventosa y se suelta entre la muchedumbre visiblemente aliviado.
Gente como a gente!
— Matheus Giuberti (@Giuberti10Mr) December 9, 2023
Filhos de Emiliano Diaz e netos de Ramon, chorando pós jogo contra o RB Bragantino, que garantiu a permanência do Vasco na Série A. pic.twitter.com/zoh84NIpqg
Tal vez sea ese el secreto del éxito, la fórmula para torcer lo que a mediados de julio, cuando Ramón y Emiliano Díaz se hicieron cargo de Vasco da Gama, parecía inexorable. El elenco cruzmaltino había ganado tres partidos en las 15 fechas que ya habían transcurrido del Campeonato Brasileño. Con apenas 12 puntos, se encontraba en la decimoséptima posición, apenas tres unidades por encima de América, de Minas Gerais, que estaba último. En el Brasileirão, los cuatro peores en puntaje (zona denominada como Z4) descienden a la Serie B.
Sin demasiado tiempo para preparar al equipo, Ramón Díaz y su cuerpo técnico tuvieron un comienzo difícil, con derrotas ante Athletico Paranaense y Corinthians. Parecía que otra vez sería corta la experiencia del riojano en el fútbol brasileño. En 2020, a pesar de haber sido contratado por Botafogo, jamás llegó a sentarse en el banco de otro de los clubes tradicionales de la capital fluminense. La operación a la que tuvo que someterse, para extirpación de un tumor, lo marginó del cargo y fue Emiliano quien comandó al equipo. Tres partidos, tres derrotas y un adiós apresurado (contrato rescindido tras 21 días) mientras Ramón, de 64 años, aún se recuperaba de la intervención.
Tres meses después, en febrero de 2021, padre e hijo ya encaraban un nuevo desafío en Al-Nasr, de Emiratos Árabes Unidos, donde no obtuvieron resultados expresivos. Un año más tarde, Ramón Díaz regresó a Al-Hilal, de Arabia Saudita, equipo que había dirigido ya en 2016 y allí retornó el Pelado a la senda ganadora, adjudicándose la Liga Profesional Saudí, la Copa del Rey de Campeones y rasguñando la Liga de Campeones Asiática, que perdió ante Urawa Red Diamonds, de Japón. Ya en febrero de este año, el Al-Hilal de Ramón se dio el gusto de despachar a Flamengo del Mundial de Clubes, tras una épica victoria por 3 a 2. En la final, cayeron 5 a 3 ante Real Madrid redondeando un histórico papel.
Unos días después de esa importante conquista internacional, la tragedia golpeó de lleno a la familia Díaz. A la altura de la localidad de 9 de Julio, Michael, hijo menor de Ramón, chocó su camioneta de frente contra otro vehículo. En el accidente falleció Bárbara Olivier, esposa del exfutbolista de San Lorenzo, y Aldo Flaqué, conductor del automóvil que viajaba en dirección contraria. “Quiero agradecerle a los hinchas, a la dirigencia y a los jugadores por lo que me dieron, la oportunidad de estar en un gran club”, dijo Ramón Díaz en la conferencia de prensa en la que anunciaba su salida de Al-Hilal y su regreso a la Argentina para estar junto a su Michael y su pequeño nieto, Milo. “Estoy viviendo un momento difícil, por eso tengo que regresar a Argentina para acompañar a mi familia”, agregó emocionado.
Reservado, en familia, Ramón cicatrizó las heridas, de a poco, junto a los suyos. En silencio, supieron hacerse fuertes ante la adversidad. Fueron casi cuatro meses de necesario hermetismo. Esa unión, bajo el concepto de un hogar de lazos inquebrantables, pareció convertirse en el nuevo leit motiv de Díaz y su equipo de trabajo en el nuevo desafío, que les llegó en julio y en las antípodas de la fastuosidad de la liga árabe.
En Río de Janeiro, Vasco da Gama, el otrora poderoso Gigante de la Colina, esperaba un milagro de Ramón y los suyos. Sin embargo, ni el torcedor más optimista soñaba con lo que vino después. Tras los tropiezos del comienzo, el equipo carioca comenzó a absorber, lentamente, el mensaje de los Díaz. Una secuencia de tres partidos sin derrotas, lo que semanas atrás parecía inimaginable, y la resonante victoria en el clásico ante Fluminense, en la fecha 23, les devolvieron la ilusión a los cruzmaltinos, lo que ya significaba mucho.
¡VASCO NO BAJA! La enorme arenga de Ramón #Díaz 🇦🇷 para sus jugadores antes de lograr el objetivo de salvarse del descenso. ¡Mentalidad positiva 👏🏼!@VascodaGama pic.twitter.com/n7HCS4rzfg
— ESPN Fútbol Argentina (@ESPNFutbolArg) December 8, 2023
De a poco, los vascaínos empezaron a identificarse con las arengas en español de Ramón y Emiliano, que llenaban de confianza al equipo y de esperanza a sus hinchas. “Hay que tener coraje. Será duro, Vasco, pero hay que luchar, no queda otra que luchar para conseguirlo”, gritaba el riojano en el vestuario, golpeándose el pecho tras la victoria en otro clásico, ante Botafogo. “Háganse cargo de la responsabilidad de cada uno de ustedes, agárrense a eso. Ustedes están jugando otra liga y están preparados. No dejen pasar la oportunidad”, vociferó Emiliano antes de lo que fue un triunfo clave, ante América, de Minas Gerais.
Sin embargo, la frase icónica, que se convirtió en bandera, en remera y pancartas, fue de Ramón quien, en el más crudo español, un 3 de septiembre, tras el empate 1 a 1 ante Bahía, mientras su equipo ocupaba la decimoctava posición, lanzó una promesa al aire, un golpe de efecto típico del exitoso entrenador. “Vasco no va a bajar”, dijo en aquella oportunidad. Una frase que se convirtió en mantra y símbolo de la resistencia de los vascaínos.
"VASCO NO VA A BAJAR" pic.twitter.com/yt7FQtpPfW
— O Almirante (@OAlmirante_) December 7, 2023
El camino fue duro. Hubo momentos en que pocos creían que Ramón podría honrar su palabra. Sin embargo, entre momentos de mucha entrega y lapsos de buen fútbol, Rossi, Gabriel Pec y, sobre todo, el delantero argentino Pablo Vegetti, que venía de ser goleador en Belgrano, se cargaron el equipo al hombro para salir de situaciones difíciles. La experiencia en campo la aportaron las llegadas del chileno Gary Medel y del francés Dimitri Payet, quienes se convirtieron en símbolos de lucha e interpretaron al pie de la letra el guión que los Díaz prepararon para la batalla.
Ese espíritu de familia que el cuerpo técnico inspiró en los jugadores, rápidamente contagió a los hinchas, que hicieron de São Januario una fortaleza. “Mi hijo de nueve años es fanático de Vasco”, dijo Emiliano sobre el pequeño Adriano Ramón, que festejó como un título la permanencia del equipo comandado por su abuelo y su papá. “Somos apasionados por Vasco por cómo nos recibieron desde que llegamos y por cómo todos aceptaron creer en nuestro trabajo desde el principio. Fueron cuatro meses, pero por lo duro del desafío parecieron cuatro años. En 11 años de trabajo con mi papá, sin dudas éste fue el trabajo más difícil”, sostuvo Emiliano Díaz tras el triunfo ante Bragantino que mantuvo a los cariocas en la Serie A y decretó el histórico descenso de Santos.
Táa aí o video do Emiliano ficando molhadinho pic.twitter.com/H3QT9kS1CO
— Sonic Vascaino ✠ (@sonicvascaino) December 8, 2023
Mientras Medel graba todo desde su celular, Vegetti coordina el plan que terminará con un baño helado para Emiliano Díaz, que extasiado insulta a la cámara. Está feliz y no lo disimula. Poco después, relajado, recibe a sus hijos, Adriano y Tiziana, con una latita de cerveza en la mano. También reúne en el vestuario a sus familiares Vegetti, el chico que no quería salir de su Santo Domingo natal y terminó siendo ídolo de masas en una de las principales urbes de América Latina. “Ramón es un ícono del fútbol argentino que ya ganó todo. Emiliano fue jugador y lo lleva en la sangre. Ambos se complementan a la perfección e inspiraron a un grupo de hombres que no se intimida ante la adversidad”, dijo el Pirata, ya de vacaciones, en entrevista al portal Globoesporte.com.
De regreso a la feliz noche de São Januario, Ramón Díaz explica la numerosa concurrencia a los festejos dentro del vestuario. “Llamamos y trajimos a todas las familias como forma de agradecimiento al club y a los hinchas, y como reconocimiento a los jugadores, que fueron los verdaderos protagonistas desde el momento que hicieron el clic que los llevó a cambiar su mentalidad y a convertir a este equipo en un equipo de vencedores”, dijo el extécnico de River, San Lorenzo e Independiente, entre otros.
El partido de la salvación
La extensión del contrato de Ramón Díaz con Vasco da Gama, hasta diciembre de 2025 (por ahora, el vínculo termina en diciembre de 2024), parece ser el principal objetivo de Alexandre Mattos, exitoso ejecutivo del fútbol, recientemente incorporado al Gigante de la Colina como Director Deportivo. Está claro, Vasco no puede darse el lujo de perder a sus referentes. De cara a la próxima temporada, el equipo carioca pretende otra lucha, menos dramática y más ambiciosa, en la parte superior de la tabla. Para eso, ya observan contrataciones apuntadas por los Díaz, como la de Agustín Palavecino, de River.
Mientras tanto, Ramón Díaz se relaja junto a los suyos. Volverá a aislarse, retornará a los rituales familiares durante las vacaciones. Como se lo vio en Barra da Tijuca, donde reside en Río de Janeiro, cada vez que la aplastadora temporada se lo permitió. Frente al canal de Marapendi, en una reposera y junto a su compañera, Mirta Silvia, intentando pescar algún róbalo o alguna tilapia. Vida mansa. Postales de un año para recordar. Prometió “no bajar”. Y cumplió: no bajó.
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