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Un 7 a 0 que no exageró la paliza de Estudiantes
El equipo de Simeone le dio una tunda histórica a Gimnasia: su superioridad fue abismal ante un rival quebrado, que terminó el clásico con dos hombres menos La ficha del partido
LA PLATA.- La explicación del impensado y asombroso 7-0 no debe buscarse en hechos fortuitos ni en casualidades ni en ninguna otra cosa que no tenga que ver con estrictas razones futbolísticas. Pero la mención de lo "futbolístico" no debe dejar de lado nada de lo que el término abarca. La tunda histórica con que Estudiantes sacudió a Gimnasia fue la expresión acabada de una superioridad abismal en lo técnico, lo estratégico, lo individual y lo colectivo, lo anímico y lo físico. Tampoco debe creerse que las cifras fueron exageradas: de no haberse dado un final que no reconoce antecedentes cercanos, en el que los jugadores se pusieron de acuerdo para pedirle al árbitro Baldassi que detuviera el juego antes de lo que debía (ver aparte), Olave estaba condenado a seguir soportando goles.
Lo llamativo de la historia es que semejante paliza se haya encuadrado en un clásico, un tipo de compromiso en el que la voluntad suele remendar las diferencias que se producen en otros terrenos. Y probablemente en esa cuestión esté lo más curioso de lo visto ayer: por razones que seguramente ahora Gimnasia estará preguntándose, en competitividad y compromiso el Lobo fue una sombra de lo que podía esperarse. La explicación posterior de su DT, Pedro Troglio, sobre que el primer gol de Estudiantes "abrió" el partido, debe entenderse como un acto de indulgencia hacia sus jugadores. Más razonable sería suponer que el desgaste emocional y atlético que le demandó al equipo el triunfo sobre Fluminense por la Copa Sudamericana, cuatro días antes, pasó una factura carísima. Ese punto sí sería relativamente atendible, porque en términos de cantidad y calidad Gimnasia -al igual que muchos otros- no se mueve precisamente en la opulencia y es natural que sufra cuando debe multiplicarse en dos frentes.
Pero ni ese detalle ni ninguno de los otros atenuantes imaginables explican por sí solos la inmensa diferencia de concentración, velocidad y energía que hubo ayer entre uno y otro, algo así como un Airbus puesto en carrera contra una avioneta. El espejismo del comienzo, en el que pareció que la presión era una táctica y una actitud compartida, se esfumó apenas Olave cayó por primera vez. Cuando Galván conectó en palomita un bien pensado centro de Verón, apenas a los 3 minutos, no sólo puso en ventaja a Estudiantes: derrumbó de un solo golpe la voluntad de Gimnasia y abrió definitivamente las puertas de una fiesta inolvidable para su gente.
En un equipo que funciona bien, las razones colectivas se complementan con las individuales. Ayer, Estudiantes fue el gozoso beneficiario de la conjunción de ambas, porque dispuso de gente que vivió una tarde inspirada. A la cabeza de esa lista numerosa hay que anotar a Pavone, una topadora ingobernable para la defensa tripera. Para Herner, San Esteban y Goux, el delantero fue un suplicio interminable por su potencia, sus ganas de encarar siempre, su determinación para buscar el arco y su lucidez. Que sólo se haya sumado a la fiesta de goles con uno es apenas una anécdota, pero se trató de un golazo, pletórico de fuerza y precisión: culminó con un zurdazo fulminante una acción en la que Verón le ambientó la jugada y lo asistió.
A propósito de la Brujita: ayer asumió un perfil de conducción más relajado, porque los pistones que se movían a su alrededor le facilitaban el trabajo. Por todos lados le aparecía Braña, una aspiradora de pelotas y un león para perseguir -y alcanzar- rivales, mérito al que además le sumó buen criterio para desprenderse de la pelota. Galván se dio cuenta con rapidez de que entre él y Alvarez se bastarían para controlar el potencial peligro de las subidas de Cabrera y se soltó en ofensiva; lo hizo tan bien que anotó dos goles. También Sosa, adelantado, fue el volante positivo y vertical que muchas veces insinuó ser. Y Calderón, aun cuando su estilo es menos participativo, jamás relajó su olfato para el gol, como cuando madrugó a los adormecidos Goux y Olave en el cabezazo para el segundo tanto.
Aturdido, Gimnasia encaró el entretiempo con un 0-3 y un dilema: intentar la recuperación heroica o evitar la catástrofe. Casi no hubo tiempo de adivinar qué había decidido, porque enseguida Galván le tumbó la presunta rebeldía con el cuarto mazazo, después de un error increíble de Basualdo, que dejó pasar un centro de Sosa. Tan perturbado quedó el volante tripero que un minuto después se descontroló, golpeó a Alvarez y fue expulsado.
Pero por entonces el partido había perdido hasta la mínima condición de tal. Con casi la mitad del tiempo por delante, en el aire ya estaba instalada la sensación de que la cuenta de goles dependería del rigor o la clemencia de Estudiantes. Para mal del zarandeado Gimnasia, no estaba en el ánimo de su rival volverse piadoso o tan siquiera contemplativo ante su inferioridad numérica, profundizada cuando Escobar fue demasiado fuerte al choque con Angeleri y también se marchó al vestuario. Después de eso hubo tres goles más, cada uno de ellos imagen perfecta de la estupefacción de Gimnasia y del floreo de Estudiantes y de sus hinchas, que ya ven figurar en los libros la tarde más feliz de su historia en el clásico.
- La mayor goleada en el derby platense
La de ayer fue la mayor diferencia de goles que se produjo en un clásico platense. En el profesionalismo, Estudiantes ya había vencido tres veces a Gimnasia por 6 a 1: el 13/3/1932, el 5/9/1948 (en ambos casos como local) y el 7/7/1968; el equipo tripero cuenta un 5-2 en su favor, 25/8/1973
EL FESTEJO
Palermo, una visita "de la casa" en un vestuario feliz
Después del partido, en el vestuario de Estudiantes se recibió una visita especial: Martín Palermo (lesionado, no juega en Boca) saludó a los jugadores de su ex equipo.
EL FINAL
Baldassi aceptó un pedido y no recuperó los minutos perdidos
El clásico tuvo un final insólito: pese a que el juego estuvo cinco minutos parado por disturbios, el juez Baldassi atendió un pedido de los jugadores de terminar y no los recuperó.
EL HISTORIAL
Con 140 clásicos, Estudiantes sacó dos de ventaja
El de ayer fue el clásico platense número 140 del profesionalismo. Hay 46 éxitos de Estudiantes (suma 203 goles), 44 de Gimnasia (tiene 190 tantos) y 50 empates.
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