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Ubeda, el difícil camino de un entrenador que se inspira en Bielsa y Sampaoli
Un repaso por la trayectoria y la manera de pensar del ex símbolo de Racing, que con el buzo de DT le tocó perder más partidos de los que ganó; ahora asumió el gran desafío de la Sub 20
Seis años después de que se fuera de Independiente Rivadavia de Mendoza porque perdió cinco de los siete partidos que dirigió, tres años luego de que hilara cinco encuentros sin ganar y renunciara a Boca Unidos de Corrientes –una tarde en la que los hinchas adornaron el estadio dando vuelta sus banderas– y sólo dos años después de que abandonara Magallanes de Chile porque no pudo ganar ninguno de los últimos diez partidos en los que lo comandó en la Segunda División, Claudio Ubeda se observó el pecho y en el buzo blanco vio bordado el escudo de la Selección Argentina. Al frente, una cancha inmaculada, un hermoso día hecho de sol: catorce convocados se entrenaban por primera vez –este lunes– en el predio de Ezeiza para la Sub 20, su Sub 20, que el 13 de enero del año que viene jugará el Sudamericano de Ecuador. Para entonces ya habrán pasado diez años desde un 3-0 a Racing en el que marcó a Facundo Sava y luego se retiró, su último partido antes de que Carlos Babington le ofreciera reemplazar a Osvaldo Ardiles y ser el técnico de Huracán. El admirado Claudio Ubeda, que debutó en el Clausura 2008 con un 0-2 frente al Arsenal presidido por Julio Ricardo Grondona, es ahora el discutido DT que en tres meses querrá defender el título juvenil que consiguió el equipo de otro Grondona, Humberto, Humbertito, campeón del Sudamericano 2015 de Uruguay. El mundo y su oscura pretensión donjulista, la lógica circular de la que nadie parece poder escapar.
“Mi idea es como la de Bielsa y Sampaoli”, se presentó el ex técnico de la Reserva de Racing en una entrevista con Emol TV de Chile, hace dos años, cuando lo contrató Magallanes, de la Segunda División. Entonces era su cuarto club. Y algo había pasado, porque su decálogo ya no era el que había desplegado en Corrientes, Mendoza y el lejano y tanguero Huracán: “Sé que es más fácil jugar con torres grandes y al pelotazo –decía–, que los demás busquen la segunda jugaba, pero no es como yo me crié: en Racing y Central se intentaba jugar bien”. Y el Magallanes de Ubeda intentó jugar bien: dos volantes centrales, un enganche, tres puntas y un legado que lo acerca a la misión para la que la Comisión Normalizadora lo eligió. “Magallanes venía de campañas malas y a Claudio se lo contrató para armar un equipo sólido con jugadores jóvenes, del club. Su legado, y por eso el buen recuerdo que le tenemos, fue haber consolidado a los chicos –le informa Felipe Campbell, responsable de prensa de la institución chilena, a La Nación–. Acá sorprendió lo obsesivo que era al trabajar, llegaba una hora y media antes de que empezara el entrenamiento y ya empezaba a delimitar la cancha, los jugadores no habían visto nunca eso, no lo podían creer. Su idea era ofensiva, con muchos movimientos mecanizados, muchas opciones para atacar; trabajaba la repetición, al estilo de Bielsa y Sampaoli, sí. Al poco andar se notó su mano, pero a la larga tuvimos algunos problemas”.
Al poco andar, el Magallanes de Claudio Ubeda debutó con un 2-1 a Coquimbo Unido, le enganchó un 1-0 a Copiapó, goleó 5-1 a Temuco y desembarcó en la Copa Chile con un 1-1 a la Universidad de Chile y un 2-0 al Palestino de Pablo Guede. Eso, al poco andar. A la larga, los problemas, problemitas: Palestino le dio vuelta la serie con un 4-1 y lo eliminó, al equipo le vendieron al 9, Carlos González, un delantero paraguayo en el que –parece– se basaba el fuego ofensivo que había ideado el nuevo técnico de la Selección, y ya entonces todo empezó a nublarse, todo empezó a mutar hasta parecerse al loop del Ubeda que dirigía acá, en la B Nacional. Ocho derrotas en los últimos diez partidos, siempre sin ganar, hasta que en abril del año pasado –la lógica circular de la que nadie parece poder escapar– lo agarró el equipo contra el que había debutado, Coquimbo Unido. Fue 1-3 y fue adiós, antes de que el plantel lo rodeara haciendo un círculo y le pidiera en un entrenamiento que se quedara, que ya todo se iba a revertir: el equipo estaba sólo seis puntos arriba de Lota Schwager, que no es una modelo alemana que impulsa su línea de perfumes sino el club que en ese momento descendía a la C. Pero Ubeda no sabe, no parece querer saber qué es eso de reinventarse, rebelarse, revertir.
En todos los clubes que dirigió perdió más partidos que los que ganó y –salvo en Boca Unidos– también que los que empató. De Huracán –donde atajaba Barovero, donde hizo debutar a Pastore y donde jugaba con un 4-4-2 básico y temeroso en el que Franzoia era el goleador– se fue porque perdió cuatro de las primeras cinco fechas del Apertura 2008 y el equipo iba último: no había, entendió Ubeda, mucho que revertir. De Mendoza, en Independiente Rivadavia, se fue porque después de haber goleado 4-1 a Sportivo Italiano en el debut, el equipo que tenía a Loeschbor de 2 y al Rengo Díaz de 10 “entra un tanto dormido y todos los partidos sufre en los primeros minutos”, según ha escrito el diario Los Andes; quien dice los primeros minutos dice también los minutos del final: el Independiente de Ubeda perdió cinco de los siguientes seis partidos y el técnico, que vio que mucho no había para revertir, se fue. Donde más dirigió fue en Boca Unidos, 40 partidos, entre 2012 y 2013. Un 0-6 frente a Crucero del Norte en Misiones lo demolió y el 1-2 frente a Sportivo Belgrano, en Corrientes, la tarde de las banderas dadas vuelta, lo sentenció. El día que el nuevo técnico de la Sub 20 debute en el Sudamericano con la Selección, será su partido oficial 110 en Primera División. Hasta ahora, 46 derrotas, 29 victorias. Hay algo, ahora sí, que revertir.
“Es un gran, gran entrenador”, intercede Lautaro Martínez, delantero de Racing, autor de 11 goles en los 16 partidos que Ubeda dirigió a la Reserva en la primera mitad de este año. Luego de haber entrado en los segundos tiempos del 0-1 ante Gimnasia LP en la Copa Argentina y el 1-0 a Arsenal en el torneo local, el delantero le cuenta a La Nación algo parecido a lo que nos habían contado en Chile: que Ubeda idea y propone muchos trabajos ofensivos, que constantemente ensaya “la terminación de jugadas por afuera, con los laterales y los puntas”, que en Racing los impulsaba a “mover mucho la pelota, a llevarla de un lado al otro, hasta encontrar al 10”. Como escribió el poeta Oliverio Girondo, “yo no tengo una personalidad, yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades”. Del Ubeda que acorralaba a Pastore contra la banda en el Huracán del tímido 4-4-2, al Ubeda que liberó al paraguayo Romero en los dos partidos que dirigió a Racing, hace dos meses nomás. Lo que queda ahora es ver qué Ubeda buscará la clasificación para el Mundial Sub 20 de junio, en Corea del Sur.
“En 2010 estuve un par de semanas con Bielsa en el Pinto Durán”, contó en la entrevista con Emol TV lo que acaso fuera su exorcismo, su conversión: “Me quedó mucho, y lo quiero aplicar en mis equipos, la agresividad que invocaba para que sus jugadores recuperaran la pelota y atacaran rápido, desde tres cuartos de cancha en adelante, así, ya; para cada situación de juego tenía una solución, era impresionante. Eso, todo eso, me deslumbró. Bielsa me deslumbró”.
“¿Cuándo fue que estuvo con él?”, quiso saber Manuel Rojas, el entrevistador.
“En 2010 –le repitió el técnico de la refundación de la Sub 20 argentina–, mientras preparaba algunos partidos de las Eliminatorias para el Mundial de Japón”.
“Sudáfrica”.
“Eh… Sudáfrica, perdón”, se asombró Ubeda, rectificando lo que su inconsciente había dicho recién. Suele pasar: es la persecución de una vida pasada, acaso lo que ahora le está pasando a él. Una duda, una interferencia, un dolor. Algo así como la sombra de un árbol en un hermoso día hecho de sol.
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