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Trinche, ese caballero de fina estampa
Unos pocos entran al Salón de la Fama. Otros al del Recuerdo. Astuto, el Trinche Carlovich dejó siempre que otros narraran sus hazañas. Que él era mejor que Maradona. Que el doble caño. Que bailó a la selección. Que se fue a pescar el día que lo citó Menotti. Y que en Central Córdoba nadie le podía sacar la pelota. Y luego, cuando le preguntaban si todo era cierto, el Trinche apelaba a uno de sus latiguillos favoritos: "Exageran", decía. "Se trataba, creo, –escribió Alejandro Caravario– de un ejercicio oblicuo de la vanidad". Caravario persiguió al mito para su libro "El Trinche". También lo persiguió sin éxito otro periodista en el teatro, en la obra "El Trinche", de Jorge Eines. "¡Yo no moría por aparecer en la tapa de El Gráfico!", grita en el escenario el Carlovich actor. Ni El Gráfico ni Youtube. ¿Qué significaba el Trinche? ¿Por qué, a la hora de la muerte estúpida, hablamos tanto de él si casi no jugó en Primera, si casi nadie lo vio jugar?
Libro y teatro. Y también documental. Hasta la prensa de Alemania, Italia e Inglaterra habla hoy de Carlovich. Cuatro páginas le dedicó años atrás una exquisita edición sobre los mejores jugadores de la historia. Marcelo Bielsa se la mandó desde Francia. Buena parte del mito se debe a "Informe Robinson", crónica hermosa que le dedicó la TV española en 2011. Su conductor, el ex jugador y periodista inglés Michael Robinson, también murió en plena pandemia. "La cara humana del deporte", dice en tapa uno de sus libros. Su colega y amigo, Sid Lowe, contó días atrás que a Robinson, más que un gol de Cristiano Ronaldo, le gustaba mostrar en sus programas los ojos abiertos del niño que iba por primera vez al Bernabéu. Y que a Robinson no le interesaban los aburridos debates sobre si fue penal o fuera de juego. "Los errores de arbitraje –decía Robinson– son las arrugas en la cara de Paul Newman. Pequeñas imperfecciones no cambian la belleza". Por eso le interesó Carlovich. El Trinche fue belleza en su amor por la pelota. Su técnica de cinco exquisito. Caño y taco. Pegada fuerte y precisa. Un "caballero de fina estampa" en nuestras duras canchas del Ascenso.
En las entrevistas de Youtube escuchamos que el propio Trinche afirma que él en realidad se "mataba para ganar, no quería perder a nada". Que se fue de Rosario Central, apenas tras el debut, enojado porque el DT Miguel Ángel Ignomiriello le prometió que seguiría de titular y porque sucedió "algo más" que nunca quiso contar. Y que en Colón estaba tan bien que hasta la barra le preguntaba si le faltaba alguna comodidad. Pero que no le gustó que el club desconfiara de sus lesiones. Ese "ejercicio oblicuo de la vanidad" que cuenta Caravario le permitió al Trinche sugerir que pudo jugar en Francia y que no fue al Cosmos porque Pelé lo celaba. Y se convirtió entonces en "El Gitano" (otro de sus apodos) porque "iba y venía" de un lugar a otro. Rey en canchas de tierra de sábados a la tarde. Y al día siguiente con el equipo del barrio a jugar a pueblos vecinos. Hasta siete partidos en un día. Sin Fox ni ESPN. Hoy son oro esos cinco minutos jugando con 42 años para el club Argentino de Monte Maíz.
Su show contra la selección en 1974 o su ingreso clave en el triunfo 3-2 de 1979 contra Milan en Mendoza darían ahora la vuelta al mundo. También los dineros y la presión siempre son otros cuando se elige entrar en la jungla. A la hoguera de las vanidades de Michael Jordan de los años ’80 que nos muestra "The Last Dance". O la locura del Napoli campeón del "Diego Maradona" de Asif Kapadia. Y el "Matchday" de Netflix, anodino pese al tono grave que imposta la narración de John Malkovich. En uno, Messi nos cuenta si sus niños durmieron bien o amanecieron con fiebre. En otro, Diego reconoce al hijo napolitano. La fama según cada quién. Y según dónde. En Nueva Zelanda no dicen "famoso". Dicen "reconocido". "Ya que tienes la ventaja de ser reconocido –le dicen al jugador All Black– debes comportarte como tal". Jordan luce inconmovible en su documental. "Dotado para soportar la mirada de millones". Puro carisma. "Nike Air" solo se quiebra ante la cámara cuando le preguntan por qué fue tan cruel. El Trinche, que ni siquiera sabe por qué lo apodaron así, se quiebra en cambio por Youtube cada vez que le preguntan qué daría por volver a jugar.
"No le podían robar la pelota", escribió en Página 12 José Luis Lanao, campeón mundial juvenil en Japón 1979. Y le robaron entonces no un Maserati, sino una bicicleta. Lo que nos atrae, nos desconcierta, nos deja abrumados, nos fascina y nos paraliza del Trinche, dice Lanao, "es el hecho de que no quiso ‘SER’. Y nosotros queremos que siga siendo". Domina la imagen del Trinche romántico de un pasado supuestamente mejor. O del Trinche bohemio, la imagen que nos avisa el futuro incierto que tendremos si "rehuimos al sacrificio". Sin vanidad, dicen también algunos, perderíamos arte. Hoy a los famosos le dicen "celebrities". El Trinche del barrio Belgrano, oeste de Rosario, nos cuenta por Youtube que, ante todo, él siempre quiso ser libre. "El pájaro más libre que vi en mi vida", lo describió Kurt Lutman. Por eso, el Trinche tampoco quiso ser jamás dirigente de su amado Central Córdoba. "Tendrías que declarar tu patrimonio al entrar y al salir. ¿Y yo qué voy a declarar?", se pregunta en la web. "¿La bicicleta?".
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