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Tres Boca-River en cancha neutral: el mejor de todos los tiempos, el del gol “fantasma” y el que fue parte de una Copa única
Lejos de la Bombonera y el Monumental, episodios que quedaron en la memoria de los hinchas
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En toda su historia, incluidos cotejos oficiales, coperos y amistosos, Boca y River jugaron 386 partidos, cifra que tiene 129 partidos en un escenario neutral (gran parte de ellos, los recordados choques veraniegos). De ellos, el del próximo domingo será el número 32 de carácter oficial y el primero en esa condición en el estadio Mario Kempes, en Córdoba. Los Superclásicos lejos de la Bombonera o el Monumental dejaron a lo largo de la historia capítulos únicos e inolvidables. De ellos, LA NACION rescata tres.
El mejor de todos los tiempos
Por primera vez, la fecha inaugural de un torneo tuvo a Boca y a River frente a frente. Sucedió el 15 de octubre de 1972 y fue válido por el Interzonal del campeonato Nacional de ese año. El estadio de Vélez, José Amalfitani, fue el elegido y en ese escenario se disputó el que todos consideran como el mejor Superclásico de todos los tiempos.
Fue un partido electrizante, en el que ambos salieron a ganar desde el primer instante. Una fiesta de fútbol en la que ninguno de los dos se guardó nada, al punto que hubo una docena de situaciones de gol para cada uno.
En total hubo 9 goles y, además, Boca malogró un penal. Y un resultado incierto desde el inicio hasta el último instante. Al minuto, River se puso en ventaja, gracias al tanto de Ernesto Mastrángelo. A los 9, Oscar Más amplió la ventaja para el Millonario.
Cuatro minutos más tarde, José Perico Pérez le atajó un penal a Rubén Suñé y evitó el descuento boquense, que llegó a los 24, gracias a Hugo Curioni. Ramón Ponce marcó el 2 a 2 a los 42 y sobre el final del primer tiempo Osvaldo Potente puso arriba al Xeneize.
Después de cinco goles en la primera etapa, el complemento siguió en esa misma sintonía. Potente anotó el 4 a 2 para Boca a los 6m y le dio algo de alivio al conjunto azul y oro. Sin embargo, el rápido descuento de Más (solo seis minutos más tarde, le puso emoción al desenlace.
Carlos Morete clavó el 4 a 4 a los 17, para delirio de todos los presentes en Liniers, que ante lo cambiante del resultado disfrutaban de lo que estaban viviendo. Y entonces, cuando todo parecía quedar igualado, el Puma selló el resultado: 5 a 4 en favor de River y alegría total del pueblo millonario.
Hace unos años, entrevistado por LA NACION, Carlos Morete recordaba: “Cuando uno está encasillado como goleador sabe que, si no hace goles, a los 15 o 20 minutos del segundo tiempo es el primer cambio. Me acuerdo que, entonces, Néstor Scotta estaba haciendo el precalentamiento. Y yo me dije: ´Bueno, ahora me sacan´. Pero no. Seguí en la cancha y al rato empaté el partido 4 a 4. Se hizo el cambio, pero no por mí, y sobre el final metí el quinto. Eso quiere decir que, si yo salía, no metía ni el cuarto ni el quinto, y andá a saber qué pasaba”.
La primera final y un gol fantasma
Una final. La primera entre Boca y River. Un superclásico irrepetible y eterno. Y un gol que definió el Nacional de 1976 y se convirtió en mito. Una leyenda. El tiro libre que Rubén Suñé ejecutó con tanta maestría como picardía (mientras el Pato Fillol armaba la barrera) sirvió para inclinar la balanza para el lado xeneize en un partido que transitaba sin obstáculos hacia la definición por penales. Y desapareció. Se esfumó. Se hundió en el terreno de lo desconocido. En una página misteriosa del archivo audiovisual del fútbol argentino. Se convirtió en un gol fantasma, del que sólo quedaron registros fotográficos durante décadas.
En tiempos en los que es habitual la viralización automática de los goles de cada día (de aquí y del mundo), resultaba inexplicable que no apareciera el video del tiro libre que el icónico Nº 5 de Boca ejecutó el 22 de diciembre de 1976 en una cancha de Racing colmada.
La jugada se dio de la siguiente manera: a los 27 minutos del segundo tiempo, y cuando el 0 a 0 parecía inquebrantable, hubo una infracción a 10 metros del área de River. Avalado por el anuncio del árbitro Arturo Ithurralde, que les había dicho a los capitanes (el propio Suñé y Roberto Perfumo) que una nueva regla permitía patear los tiros libres sin esperar el silbato del juez, el Chapa aprovechó el momento en el que el arquero Ubaldo Fillol armaba la barrera, para meter un derechazo que se clavó en el ángulo superior izquierdo del arco de River. El 1-0 fue inamovible y aquel Boca dirigido por el Toto Juan Carlos Lorenzo se coronó campeón del Nacional, nada menos que frente a River.
En 2016, en diálogo con LA NACION, el Chapa (que falleció en 2019) rememoró: “El estadio estaba lleno. No cabía ni un alfiler. Había gente hasta en las escaleras. A los hinchas de Boca los mandaron a la bandeja de arriba. Y abajo estaban los de River, mezclados con algunos más de Boca. Lógicamente había más gente nuestra. Y todo el aliento que salía de la zona alta, abajo se duplicaba, porque retumbaba como una caja de resonancia. Un clima bárbaro.”
Sobre el gol, Suñé recordaba: “River era un equipo lírico, que jugaba bien al fútbol, pero que se distraía en las pelotas paradas. Hay dos de ellos que se dan vuelta, y Fillol se pone a armar la barrera. Y ahí le di. Tiempo después me crucé al Pato y me dijo: «Si yo hubiera estado bien parado, también era gol. Entró en el ángulo. Era inatajable, Rubén». Y tiene razón. El balón hizo poste-travesaño antes de entrar.”
Acto seguido, la felicidad: “Apenas vi que la pelota entró, salí corriendo. No me podía frenar nadie. Quería volar, abrazarme con todos. Y terminé cerca de la tribuna que más llena estaba de hinchas de Boca. Me frenaron el alambrado y el foso. Y cuando el partido terminó, sentí una alegría total. Pero no lloré. Entonces tenía una felicidad bárbara, pero no era tan expresivo. Ni lloré, ni hicimos una rondita, ni esas morisquetas raras que hacen ahora de tirarse al piso. Sólo celebramos”.
El partido fue transmitido en vivo por TV, pero en tiempos alejados de los VHS, los CD, las filmadoras y los celulares, casi nadie pudo grabarlo. Según contaba la leyenda urbana, un jefe militar hincha de River había hecho eliminar esa parte de la cinta original.
Sin embargo, en noviembre de 2019, Boca anunció “el hallazgo más importante de su historia” y dijo haber encontrado ese gol icónico, más de cuatro décadas después. El Departamento de Historia del club azul y oro volvió a proyectarlo ante miles de socios e hinchas. El único ausente fue justamente Suñé, que había fallecido el 20 de junio de ese mismo año, sin haber podido volver a ver su obra cumbre.
Copa única y “Cucurucho”
Por única vez, la AFA decidió organizar en 1993 la Copa Centenario, certamen creado para celebrar (justamente) sus primeros 100 años de existencia. El torneo, a doble eliminación, comenzó con un cruce de todos los clásicos rivales, de los que salieron los que fueron a la ronda de ganadores y la de perdedores.
Después de un aburrido 0 a 0 disputado el 3 de julio, ocho días más tarde River y Boca definieron cuál de los dos avanzaba como vencedor. Otra vez en el estadio de Vélez, como en 1972, fue el conjunto Millonario el que celebró a lo grande frente a su eterno rival.
Walter Silvani era por entonces un discutido delantero del club de Núñez. De enorme entrega y poco gol para un “9″ de área, siempre se dijo que el DT Daniel Passarella no quiso cederlo a préstamo (una opción era Boca) para evitar el mismo error que había cometido unos años antes con Gabriel Batistuta.
Lo concreto es que el Cuqui, a los 22 años, marcó el gol más importante de los que hizo con la camiseta de River. Después de otro 0 a 0 y cuando en el tiempo extra nada movía el resultado, Silvani le ganó en velocidad y potencia a Diego Soñora, para ir a buscar una asistencia de cabeza que le había hecho Ariel Ortega. Con pelota dominada definió con serenidad y con un disparo rasante ante la salida de Carlos Navarro Montoya. Faltaban apenas cuatro minutos para llegar a los penales…
Con Marcelo Gallardo en sus filas, River llegó hasta la final del torneo, en la que perdió 3 a 1 contra Gimnasia y Esgrima La Plata, entonces liderado por los Mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, en lo que fue el primero, y hasta ahora único, título del Lobo en la etapa profesional.
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