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Tras aquel golpe a un plateista de Quilmes, la descarga con la que Nelson Vivas encontró el equilibrio
Arrepentido por varias reacciones acaloradas, el DT cuenta cómo logra el equilibrio fuera de la cancha
CHAPADMALAL.– Si no fuera por el escudo de su buzo, Nelson Vivas podría camuflarse entre los turistas que se alojan en el lugar. El técnico de Estudiantes de La Plata camina lento por el predio donde se concentra el equipo que derrotó a Boca y a Racing y se quedó con la Copa de Oro. Las manos en los bolsillos, los ojos achinados por la resolana, el ex defensor se ríe cuando un chico con camiseta xeneize le recrimina que lo haya hecho sufrir tanto. Vivas cuenta que hace apenas unos minutos terminó de ver los videos del último partido: "Es que desde el banco no se llega a ver todo". Manías de entrenador, dice, y opina que el equipo del que se hizo cargo en diciembre, después de la renuncia de Gabriel Milito, hizo méritos suficientes para ser el único que ganó todos los partidos en lo que va del verano.
A una hora en auto de la Rambla y del Casino, y a poco más de 700 metros del mar, Vivas le da forma al plantel que espera el clásico de pasado mañana contra Gimnasia, y que apunta también a un torneo en el que quiere pelear el título. Pero sobre todo, el ex jugador de Boca, Arsenal de Inglaterra, Inter de Italia, River y la selección, diseña su desquite como entrenador, después de una primera experiencia poco feliz en 2014, en la que terminó eyectado del banco de Quilmes por golpear a un plateista. "Uno tiene que aprender toda la vida de sus errores", admite, y cuenta que desde hace un tiempo ha encontrado su nueva terapia: "Corro unos 50 kilómetros por semana". Por eso está contento de que el equipo se entrene a veces en un country alejado 15 kilómetros, porque puede volver corriendo: "Es una forma de competir contra las voces internas de uno". Sus jugadores ya se acostumbraron a verlo bajarse del micro cuando el GPS del reloj le indica que es la distancia ideal como para seguir al trote, y para pensar, mientras tanto, en la receta para armar un equipo competitivo.
-¿Son el mejor equipo de la pretemporada?
–Nos ha ido bien, pero no nos comparamos con los demás. Nos abstraemos. Somos un cuerpo técnico nuevo; muchos veníamos trabajando en la reserva, y los buenos resultados ayudan a que el clima de trabajo sea bueno y a insertar ideas que son nuevas para los jugadores.
-¿Cuáles son esas ideas?
–Siempre tuve la sensación de que los entrenadores pensaban que yo, como jugador –y esto le pasaba a muchos compañeros–, entendía más de lo que realmente entendía en el campo de juego. Entonces, ahora trato de simplificar las cosas. Todos los partidos son distintos y los rivales también, pero tenemos sobre todo dos parámetros simples: tratar de jugar en relación al lugar en donde está la pelota, y a la posición de tu compañero.
-¿Alcanza un mes para consolidar esos ejes de trabajo?
–Tenemos que lidiar con que apenas empieza la pretemporada hay que competir, cuando a lo mejor sería un tiempo útil para apuntar al físico. Si bien hoy se trabaja permanentemente con la pelota, las cargas son muy altas y eso expone a los jugadores. Nos queda el clásico, y obviamente queremos ganar. Le ganamos a Boca y a Racing, y entre medio de esos dos jugamos contra Ferro y con Chicago, y esos sí fueron productivos porque el resultado no incide, porque se juega menos tiempo y suponen menos riesgo físico.
-Tu primer desafío es terreno desconocido, un torneo inédito.
–Es un formato nuevo, pero todos partimos en las mismas condiciones. Hemos tratado de conformar un plantel competitivo y a la altura de las pretensiones de Estudiante, que son altas por historia y porque desde 2006 el club ha disputado finales de todo lo que jugó.
-¿Cómo es ser técnico con Juan Sebastián Verón al frente del club?
–Creo que muchos tienen, sin conocer, una percepción irreal de lo que es él como presidente. Sin establecer ningún tipo de límites, sabe bien cuál es su rol y cuál es el nuestro. Convivimos de manera muy armoniosa. Pensamos en lo que podría ser productivo en la conformación del plantel, y cada uno tiene un papel claro.
-¿Hay muchas diferencias en el tipo de formación que hoy exige el futbolista respecto de tu época?
–Hoy el jugador está más preparado y la demanda de su parte es muchísimo más alta. Nosotros no teníamos forma de comparar la manera en la que estábamos trabajando, ni siquiera con los planteles que disputaban un mismo torneo. Hoy podés estudiar y ver de qué manera se trabaja en cualquier plantel del mundo, porque todo se ha globalizado. Todo se ve.
-También se ve la famosa piña que le tiraste a Rivaldo. ¿Sigue siendo tu "jugada" más conocida?
–Sí, pero el otro día encontramos otra del mismo partido Argentina-Brasil que para mí es peor. Esa ha quedado en el ojo de la gente por la rivalidad que existe. Ya estábamos clasificados al Mundial y Brasil era el único adversario con el que habíamos perdido en la eliminatoria. Pero hay una patada a Marcelinho, por la que me amonestan y me suspenden un partido, que es muchísimo peor. Es escandalosa.
-¿Cómo técnico pesa más el jugador temperamental o la persona serena?
– Conviví siempre con esas dos partes de mí. Hoy estoy mucho más grande y preparado en un montón de cosas. Fuera de la cancha siempre fui una persona muy tranquila, de perfil bajo. Y adentro, había algo que me hacía vivirlo de otra manera. Como entrenador creo que soy un poco parecido.
-¿Terminaste de procesar lo que pasó en Quilmes?
–Durante toda la vida uno aprende de sus errores, y creo que eso es algo de nunca acabar. En ese momento tuve una reacción espontánea y muy fuera de lugar, que me hizo hacer lo que hice. Ya en frío me di cuenta de que había cometido un error gravísimo. Y obviamente que uno tiene que reflexionar.
–¿Volviste a ver a esa persona?
–No, y supongo que tampoco la reconocería. Pero para mí ya pasó. Es una etapa nueva.
avl/jt
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