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Tino Costa: "Vivir afuera me ayudó a crecer, me abrió la cabeza"
La historia de vida del volante del Ciclón; cómo se sacrificó para ser jugador y cumplir sus sueños
Julian tiene 15 meses, camina con prudencia y conversa en dos idiomas. Con July, su mamá de la aristocrática Montpellier, ensaya el francés. Con Tino, su papá de la barriada de Las Flores, balbucea el español. "Los expertos piden eso. En casa hablamos francés. A July la conocí allá hace siete años. Entonces, no relaciono hablar con ella en español, me cuesta. Salvo cuando hay gente, invitados, porque queda mal hablar en español. Ella no conocía Buenos Aires, porque cuando venía de vacaciones íbamos para mi pueblo. Ahí es otro ritmo de vida. Le gusta compartir, el mate, el asado. En Francia, eso no existe", se presenta Tino Costa, el papá futbolista, el fanático de San Lorenzo, el volante que entretiene y suda, inventor de una increíble historia de vida.
Sabe francés, italiano y "un poquito" de ruso. El fútbol le dio un plato de comida, lo alimentó de cultura y lo nutrió de un carácter de guerrero. "El vestuario de San Lorenzo es picante, se dedica a matarme, a decirme 'vos sos europeo', con buena onda. Yo aprendí a vivir afuera, eso me ayudó a crecer, me abrió la cabeza. No tenía a mi vieja para decirle 'me pasó esto'. Yo estaba solo. Cuando me llamaban y me preguntaban, 'cómo estás'. 'Estoy bárbaro', les decía. En París estuve nueve meses sin cobrar. ¿Qué le iba a decir a mi vieja? Si plata no tenían", recuerda. Siempre recuerda. Cómo construyó su aventura con el balón. A los 15 años, con el pelo largo al viento, una mochila al hombro y mucho hambre de gloria.
"Me costó muchísimo convencer a mi vieja. Una vez que se convenció de que estaba dispuesto a hacer lo que sea con tal de jugar al fútbol, me mandé. Me fui al Caribe, no me fui a Paris Saint Germain... Era jugársela. Me había ido a probar a Estudiantes, pero ni me miraron. Si no ibas con alguien que te ayudara, ni te registraban. Surgió una posibilidad, me fui con un amigo, que hoy es mi agente (Rubén Muñoz). Fue una aventura. No conocía Buenos Aires, un par de veces antes había ido a conocer el Obelisco, nada más. En el aeropuerto, todos lloraban. Después, yo, en el avión, solo. Tenía un cagazo terrible. No tenía miedo a volar, sino miedo de lo que iba a pasar. Estuve en la casa de una familia, me ayudaron mucho. Más allá de lo futbolístico, aprendí muchas cosas: en cinco meses, aprendí el francés. Iba a la escuela y a entrenar", resume, emocionado, ya sin lágrimas.
Jugaba en la liga de Guadalupe, un tubo de ensayo semi profesional. Tres años de puntín y para arriba, a orillas del mar: en ese tiempo se probó en siete equipos de Francia y nada. Iba y volvía. Cumplió 18 y seguía en la isla. En las vacaciones trabajaba en un supermercado. "Pensé: ?listo, esto no es para mí'. Estaba bien, por terminar el colegio, tenía amigos, novia? Pero yo tenía el sueño de ser futbolista de verdad", insiste.
¿Nunca bajaste los brazos?
No quería pelear más. ?Si tantos equipos no me quieren, entonces será que no sirvo'. Hasta que en un torneo con equipos de Cuba, de Santo Domingo, me fue muy bien. Me vio un reclutador, que me llevó a Racing de París. Y quedé. Empecé en la tercera división. Pau, Séte, siempre en tercera. Hasta que me compró Montpellier, que estaba en segunda. Todo lo que hacía me salía bien. Era el momento, ascendimos a primera. Ya tenía 23.
¿Y si no hubiera aparecido ese empresario?
Lo pensé varias veces: me hubiese vuelto. Pero sería un error ponerme a pensar en eso ahora. Yo me fui por el ?si', no me fui por el ?no'. Estaba convencido de que iba a llegar, algo en mí decía que podía ser.
En Francia le fue muy bien: amores, goles y asistencias. Pasó a Valencia, que pagó 7 millones y medio de euros por su pase. Spartak, Genoa, Fiorentina, San Lorenzo. Ahora es fácil ser Tino Costa. "Es difícil volver. Yo vivía bien en el exterior, pero tu corazón se quedó acá. Venir, adaptarte, es otra cosa. Tuve que empezar de cero; a lo bueno y a lo malo. Lo primero que me dijeron, al salir del entrenamiento fue ?cuidado, por acá no pases'; esas cosas en Europa no existen. Muchos me preguntan cómo me siento y la verdad, es una sensación rarísima. Estuve mucho tiempo afuera y soy más argentino que ninguno, pero hoy en día me pierdo para ir a cualquier lado. Estoy en mi país, pero todavía no aterricé", suscribe.
Descree del oro: sabe bien qué es el barro. El ejemplo de Viviana y Carlos, sus viejos. De Emiliano, Jeremías y Roberto, sus hermanos. Cuando la vida era una estafa. "Chapeau (como dicen en Francia), para mi viejo, que hizo de todo para que no nos faltara nada. A veces nos quedábamos con un poco de hambre, pero no era tan grave. No vivíamos en las mejores condiciones. Mi papá trabajó en la municipalidad de Las Flores, hacía trabajos de albañilería. Yo trabajaba en una panadería a los 11, 12 años. Iba a la mañana, de 8 a 12, ayudaba en lo que podía. No me pagaban con dinero, nos daban alimentos para la casa", describe.
¿Todo lo que viviste sirve para la cancha?
Me forjé un carácter para la vida. Aprendí muchas cosas, pero en la cancha no sé si se trasladan. No sé si porque no tenía para comer un día, voy a tener más fuerza para pelear una pelota?
¿Cómo fue tu primer día en un vestuario argentino?
Sentí esa argentinidad, me volví loco. Acá somos más cercanos, más unidos, compartimos otras cosas. En Europa son más distantes, depende de la grandeza del club. Cuanto más grande es, más se parece a una oficina. Llegas, hacés tu trabajo y te vas. No está la cultura del compartir con un compañero. Cinco o seis mates de mano en mano? ¡No lo había vivido nunca!
¿Y cómo te afecta en tu interior? ¿Cómo estás realmente?
Es una etapa diferente de mi vida. Soy hincha de San Lorenzo, todos en mi familia son de San Lorenzo, pero el que tiene que dar la cara los domingos, soy yo. Es bonito, estoy en donde quise estar, pero ya está. Yo tengo que dar respuestas en la cancha. No se puede parar, porque te comen. Disfruto de que mis amigos puedan estar en la cancha. Me hacían falta esas cosas.
El éxito es tentador, ¿estás preparado para la frustración?
Espero que sí. No pienso en que me vaya mal; a mí me gusta jugar, no me gusta estar en el banco. Después te puede ir bien o mal, y todo un estadio te putea. Acá hay un fanatismo que no se encuentra afuera. Si me toca ir bien, todos felices. Si me toca la mala, hay que estar preparado.
Y pelearla, como hizo toda su vida.ß
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