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Superó la presión y remontó un partido difícil
Tigre logró evitar la promoción e igualó 2 a 2 tras un duelo cambiante ante Independiente; Morales y Luna fueron clave
Extrañas sensaciones se adueñaron de la tarde en Victoria. La insólita encrucijada en la que se encontraba Tigre, entre la Promoción y el título, se reflejó en el transcurso del partido. Nervioso, dubitativo, sin claridad. Así empezó Tigre, que después se fue acomodando al ritmo del encuentro. Y, sobre el final, ante la necesidad del resultado, consiguió igualar un partido que le resultó adverso. Fue 2-2 ante Independiente, que sin grandes méritos, jugó suelto, sin esa presión que, finalmente, superó el Matador.
Los primeros veinte minutos fueron de los Rojos. El desequilibrio por izquierda de Patricio Rodríguez, el mejor de la visita, y la conducción de Hernán Fredes, llevaron a Independiente a manejar el partido, aunque sin profundidad.
Pero a los 22', casi en la primera llegada contra el arco de Hilario Navarro, Carlos Luna abrió el marcador, tras una serie de rebotes fortuitos. Falló Galeano, tampoco Tuzzio llegó a rechazar, y el Chino empujó la pelota al fondo de la red. Desde el borde del área chica, donde espera un goleador, como él, para sellar el gol N°12 en la cosecha personal y convertirse en el máximo artillero del torneo.
La conquista le dio a Tigre la tranquilidad para terminar el primer tiempo jugando mejor, siempre transportando la pelota por abajo, hacia los costados, bajo los hilos de Diego Morales, el titiritero.
En el complemento y, en una ráfaga, Independiente sorprendió y dio vuelta el marcador. Fue de la mano de Patito Rodríguez, que convirtió el doblete. A los 4', definió al ángulo izquierdo de García, tras ganarle la espalda a Paparatto. Seis minutos más tarde, la defensa de Tigre quedó mal parada, y otra vez Patito aprovechó el mal cierre de la última línea local y selló el segundo.
El estadio enmudeció. Las sensaciones volvieron a combinarse. El título ya quedaba lejos, pero Tigre estaba a sólo un gol de cumplir el objetivo.
Arruabarrena hizo el cambio clave. Mandó a la cancha al chico Nelson Carrasco (por Paparatto), que le aportó fluidez y desborde al juego del Tigre. De los pies de Carrasco llegaron las mejores oportunidades. Una de ellas fue la que culminó en el penal que cometió Osmar Ferreyra, una mano insólita a falta de 10'. Cachete Morales lo cambió por gol y la alegría volvió a Victoria. Los hinchas, hasta entonces, callados, empujaron a un equipo que no pudo más, que terminó agotado.
Es cierto que Tigre perdió la chance de ser campeón por primera vez. Pero bastó con ver el desahogo final, el alivio, esa alegría contenida, para comprobar cuál era el objetivo verdadero.
Hilario se equivocó
hacer tiempo y simular no debe ser una táctica
No es el único arquero que hace tiempo, ni siquiera es el único jugador que demora cuando el resultado lo favorece. El fútbol argentino suele hacer un culto de la mal entendida viveza, como esconder pelotas cuando el equipo gana. Hilario Navarro, ayer, con la poca severidad arbitral, expuso una conducta reprobable, desde el mismo momento en que Independiente logró el 1-1. Hizo tiempo, se hizo el distraído cuando le alcanzaban las pelotas (pareció un actor) y hasta simuló una agresión del Chino Luna, que lo tocó, es cierto, pero no fue nada serio. Lo de Hilario no es viveza: es parte de la torpeza en la que está mezclado el fútbol argentino.
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