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Superliga europea: el proyecto que puede destruir el negocio de la FIFA
Aquel ideal lejano ya es bastante más que una utopía. ¿Se le puede torcer el brazo a la FIFA?, ¿golpearlo de modo tal que sus negocios estén en peligro? El proyecto tiene nombre: Superliga europea. Los hacedores son los mismos clubes, que dicen que ya tienen inversores dispuestos a dar el paso al nuevo torneo que acabaría con la Champions League, el principal motor de la UEFA.
La idea original surgió hace muchísimos años. Los que se animaron a hablar de eso fueron el italiano Andrea Agnelli, de Juventus, y Florentino Pérez, hombre fuerte de Real Madrid. Hoy, con muchos protagonistas involucrados, el avance del torneo es tan fuerte que la FIFA se vio obligada a emitir un comunicado con tono amenazante, advirtiendo que si los clubes se desprenden de la UEFA, los futbolistas que dejen de participar en los torneos organizados por la entidad madre ya no serán reconocidos para jugar en los seleccionados nacionales.
Basta recorrer los planteles de los principales equipos europeos para entender la gravedad del ultimátum de la FIFA. Directamente está diciendo que en el próximo Mundial de Qatar no podrían jugar Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Kylian Mbappé, Neymar o cualquier otra figura de los equipos de la Superliga.
Lo curioso es que eso significaría que la FIFA iría en contra de su propio negocio. Seguramente nadie quiere que algo así ocurra. Pero el acto de intimidación permite inferir que el avance de la Superliga tiene cada vez más sustento.
¿Cuál es la razón por la que los clubes buscan separarse? La más sencilla de todas: dinero. Los equipos grandes compiten bajo la órbita de la UEFA. El torneo más importante, el que les reporta mayores ingresos, está bajo el control de un tercero, que se queda con una parte de la ganancia. Si los equipos lograran independizarse del brazo organizador y fueran los dueños del negocio, ya no deberían dejar una porción de ese postre.
Pero no es la única razón. Los principios globales que la FIFA y sus confederaciones (en este caso la UEFA) pregonan se sostienen en el crecimiento del juego, en la integración y la universalidad. En permitir que humildes y poderosos tengan las mismas posibilidades. De esa manera, todos se sienten parte.
Una comparación práctica: en la etapa eliminatoria de la actual Champions League, participaron, entre otros, Ludogorets (Bulgaria), Molde (Noruega) o Ferencváros (Hungría). La mayoría de los equipos chicos queda en el camino. Pero los húngaros lograron entrar. Fueron últimos en el Grupo G, con Barcelona, Juventus y Dinamo de Kiev. Apenas rescataron un empate contra los ucranios.
Los partidos de Ferencváros le dan sentido a la universalidad del fútbol, pero no genera los mismos ingresos que un Juventus-Barcelona. Los poderosos quieren, además de quedarse con todo el dinero, eliminar del calendario esos partidos poco rentables. Garantizar los clásicos cada semana.
La estructura de la Superliga europea
La cadena Sky News informó en octubre pasado que varios equipos ingleses estaban dispuestos a participar en la Superliga europea desde 2022. Se indicó que Manchester United y Liverpool estaban trabajando directamente en la organización del certamen. Mientras que Arsenal, Chelsea, Tottenham y Manchester City, sin estar involucrados, también dieron su visto bueno y estaban dispuestos a sumarse.
En principio, el proyecto comprende un certamen de 18 equipos en el que jugarían todos contra todos. Y participarían equipos de las cinco grandes ligas.
La misma empresa indicó que el grupo JP Morgan estaría dispuesto a invertir 5000 millones de euros en el novedoso formato si consigue la integración de Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid, Juventus, Milan, Inter , Bayern Múnich y Paris Saint Germain.
Josep María Bartomeu, poco antes de dimitir como presidente de Barcelona, fue el primero que reconoció oficialmente que se trabaja en ese camino hace unos meses. "Aprobamos la aceptación de los requerimientos para participar en una futura Superliga europea de fútbol, una iniciativa impulsada por los grandes clubes. Esto cambiará las perspectivas financieras", informó.
También, llevó tranquilidad sobre la independencia del club: "La Superliga europea de garantizará sostenibilidad al club y que siga siendo de los socios. Nuestra singularidad hace que no tengamos que repartir dividendos y los beneficios se hayan destinado a inversiones deportivas y patrimoniales. El club tiene una solidez indiscutible".
Claro que Bartomeu dijo eso en medio de una crisis profunda de Barcelona y las amenazas de Lionel Messi de irse del club. Por eso mucho no lo tomaron en serio y vieron en sus palabras un intento por desviar la atención. Así lo interpretó Javier Tebas, presidente de la Liga española. "Lo de la Superliga es clandestino -atacó-. Sólo he visto a un presidente, Bartomeu, diez segundos hablar de eso. Si realmente hubiera 10 o 12 clubes queriendo Superliga, lo dirían y sería público. Es todo clandestino, escondidos y en el bar. No hay oficialidad. No me consta".
Claro que Tebas no es un observador imparcial. La Superliga castigaría a los torneos nacionales, porque sus principales equipos no tendrían el mismo interés por el certamen local y los equipos chicos se quedarían sin aspiraciones a las competencias internacionales.
Ya en 2018, cuando se acusaba a Bayern Munich de intentar organizar un torneo paralelo, Michael Van Praag, presidente de la Federación de Países Bajos, le apuntó a Real Madrid por trabajar en secreto para la creación de la Superliga. "Fue una amenaza seria. Utilizaron palabras que no quiero repetir", dijo el neerlandés.
Hoy los rumores dejaron de serlo, con el reconocimiento de la FIFA del enorme problema que tiene por delante. No es casual que la entidad que comanda Gianni Infantino promoviera con tanto interés la idea de un nuevo y más prolongado Mundial de clubes. Una oferta que mejorara el ingreso de los poderosos.
Pero al parecer no fue suficiente. Aquel juego de seducción se terminó y ahora la FIFA eligió directamente la amenaza. Sintió que sus negocios están en peligro.
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