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Supercopa de Europa: la trágica historia que esconde el estadio donde Real Madrid y Atalanta juegan la final
Un curioso monolito recuerda al polaco Ryszard Siwiec, activista político que se inmoló en defensa de sus ideales
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Dos equipos, un partido, una Supercopa de Europa en juego y una historia trágica. El escenario donde este miércoles se enfrentarán Real Madrid, ganador de la Champions League, y Atalanta, vencedor de la Europa League, será el estadio Nacional de Varsovia, en Polonia, erigido sobre las tierras del que fue el gran símbolo del deporte polaco durante el régimen comunista: el Stadion Dziesiciolecia. Estadio del Décimo Aniversario.
En uno de los accesos al gigante de cemento hay un monolito que recuerda y eterniza a Ryszard Siwiec. Lejos de ser un deportista o futbolista famoso, este hombre cumplió otro rol, mucho más comprometido con la historia de su patria: fue la primera persona que se prendió fuego como protesta a la invasión a Checoslovaquia por parte de las tropas del Pacto de Varsovia, la noche del 20 al 21 de agosto de 1968.
Su historia expone su pasión y sus ideales. Unas semanas más tarde de aquel acontecimiento, el 8 de septiembre, Siwiec viajó en tren desde su ciudad natal, Przemyl (al sur de Polonia) rumbo a Varsovia. De profundas ideas anticomunistas, les anticipó a sus seres queridos que su plan era protestar contra la orden de Moscú de controlar la rebelión checoslovaca.
Por esa época se celebraba en el Stadion Dziesiciolecia la Fiesta Nacional de la Cosecha. La presencia de jerarcas polacos en el palco principal y la reunión de las máximas autoridades diplomáticas de los países que conformaban el bloque comunista, sin dudas era el gran evento de esa jornada. Siwiec tenía un objetivo grande: que su acto fuera presenciado por unos 100.000 espectadores, entre ellos numerosos periodistas y la dirección nacional del Partido de los Trabajadores Polacos.
En medio de la algarabía general y mientras los más jóvenes bailaban una danza polonesa, poco después del mediodía, Ryszard Siwiec arrojó una pila de folletos al aire, luego se roció el cuerpo con un solvente y finalmente se prendió fuego con un fósforo. Antes gritó: “Por nuestra libertad, por nuestra libertad y por la suya, por nuestro honor y por su patria. ¡No me salven! Miren lo que tengo en mi maletín”.
Cuando abrieron su valija encontraron más folletos, que decían: “Protesto contra la agresión no provocada contra la hermana Checoslovaquia”. Todo sucedió frente a las autoridades.
En tiempos oscuros, lo sucedido esa tarde en el gran estadio de Varsovia fue silenciado por los medios polacos. Incluso, se afirma que la censura impidió que se visualizaran imágenes de lo que había pasado.
Sin embargo, nada impidió que la historia trascendiera. Ni siquiera pudo crecer la mentira creada por las autoridades, que dejaron circular la historia de un borracho que se prendió fuego de manera accidental. También fue declarado “un enfermo mental”.
Ryszard Siwiec no murió en el acto, sino cuatro días después de ser hospitalizado, como consecuencia de la gravedad de las quemaduras autoprovocadas. Tenía 59 años.
La policía secreta polaca (Służba Bezpieczeństwa) hizo una investigación de rutina que terminó muy rápido justamente por “el fallecimiento del culpable”. La mayoría de las personas consideraron que se había tratado de un suicidio, pero la razón no estaba clara. Nadie relacionó la determinación de Siwiec con los acontecimientos políticos de entonces. En abril de 1969 hubo noticias reales de cómo y por qué murió Ryszard Siwiec. Y recién en 1981 su familia comenzó a moverse para que se supiera la verdad de los hechos.
La decadencia del régimen comunista arrastró al Stadion Dziesiciolecia, que a finales de los años 80 se convirtió en una vasta explanada abandonada, un paraíso para el mercado negro. En 2011, sobre sus cimientos se construyó el Estadio Nacional, sede de la final de esta Supercopa. Un monolito rinde homenaje al sacrificio de Ryszard Siwiec, al igual que una calle en los alrededores y otra en Praga, además de que la República Checa le otorgó póstumamente su máxima condecoración, la Orden de Tomá Masaryk de Primera Clase.
Drama hecho película
La familia de Ryszard Siwiec se encargó de contar su historia y muchas de esas declaraciones aparecen en la película Escuchen mi grito. En 1991, el director polaco Maciej Drygas decidió llevar a la pantalla grande esa muerte, de la que se había enterado gracias a una entrevista que leyó en la Gazeta Wyborcza. Sin embargo, recién pudo interiorizarse más detalladamente de los hechos cuando en la Agencia Central de Fotografía descubrió dos fotografías del sector en el que Siwiec se prendió fuego. Siguió adelante y pudo contactarse con su esposa, Maria, y su hija Elzbieta.
Gracias a ellas se enteró de la reacción que tuvo Ryszard saber que la Polonia comunista en nada se parecía a lo que él esperaba después del horror nazi. Por esa razón rechazó su puesto de profesor de Historia y se convirtió en el contador que decidió incendiarse hace casi 56 años en el gran estadio de Varsovia, a la vista de más de 100.000 personas.
La película ganó varios premios, incluido el premio “Felix” de los Premios del Cine Europeo por “Mejor documental” ese año.
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