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Superclásico. La explosión de Darío Benedetto: del “sigan hablando” al “los tengo así de grandes”
El 9 de Boca le dio el triunfo al Xeneize con un cabezazo, celebró con gestos polémicos y después del partido realizó una picante dedicatoria
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Qué mejor momento para dejar atrás un momento complicado que un superclásico. Qué mejor escenario para sacarse la bronca que en la Bombonera. Qué mejor jugador para simbolizar el desahogo de Boca que Darío Benedetto, el 9 llamado a hacerse cargo de los goles del Xeneize pero cuyo regreso estaba lejos de lo que prometía, caracterizado más por incidentes externos al fútbol que por lo que hiciera dentro de la cancha. El timing fue ideal: gracias a su tanto, y a las oportunidades que desperdiciaron Atlético Tucumán, Gimnasia, Huracán y Godoy Cruz en la parte alta de la tabla, el club de la Ribera se metió de lleno en la pelea por la Liga Profesional.
La apertura del marcador llegó en un momento en que el partido todavía no tenía un dominador claro, pero los dirigidos por Hugo Ibarra olieron sangre y atacaron. En la jugada anterior, un centro de Frank Fabra había sido conectado por Pol Fernández, forzando una gran volada de Franco Armani. Y fue en el córner siguiente, a los 25 minutos del complemento, que Juan Ramírez encontró a Benedetto, quien se desmarcó de Javier Pinola para saltar más que todos y superar al arquero de River con un cabezazo muy bien colocado. Y el Pipa festejó a lo grande: lengua afuera como en Madrid, colgado al alambrado como Sergio “Manteca” Martínez y dedicatorias a todo aquel que dudó de él. Y una vez que se bajó, hizo un par de gestos sugestivos y desafiantes hacia los hinchas: sacó la lengua e hizo el movimiento con unas de sus manos que parecían decir “Sigan hablando…”. Finalmente, hizo el ademán de tomarse en la zona de los genitales y repitió: “Los tengo así de grandes”.
Para Benedetto, el gol tiene una importancia trascendental para su confianza: a pesar de haber facturado 9 goles en sus primeros 14 encuentros, sus conflictos con el Consejo de Fútbol como consecuencia del rol de liderazgo que asumió se tradujeron en una baja de rendimiento notable. En los 15 partidos previos al duelo contra River había encontrado el arco rival solo tres veces, y no pudo hacerlo en los últimos diez cotejos. Ambos factores habían generado que la cúpula Xeneize se moviera para conseguir la firma de Edinson Cavani, pero ante la negativa del uruguayo, que decidió continuar su carrera en Valencia, la presión aumentó aún más en el Pipa para hacerse cargo de la cuota goleadora. Ahora espera que este sea el comienzo de una resurrección de su segundo ciclo en La Boca. Uno que termine, incluso, con otro campeonato.
Fue mucho el bagaje que tuvo que dejar atrás para llegar a este punto. El 1° de marzo, tras la grave falta de respeto de Agustín Almendra a Sebastián Battaglia, en una práctica previa al cruce de Copa Argentina con Central Córdoba y posterior desafectación del volante, el delantero fue la voz cantante del plantel ante los medios. Y fue durísimo: “Hay que respetar al entrenador y a los compañeros siempre. Agustín (Almendra) nunca entendió la camiseta que tenía puesta, y con él no hay vuelta atrás”, sentenció Pipa apenas aterrizó Boca en Córdoba.
El 26 de abril, caminó por la cornisa de la expulsión ante Corinthians en Brasil, por la etapa de grupos de la Copa Libertadores, por una discusión exagerada e innecesaria. Luego, el domingo 5 de junio, Benedetto y Rojo se ausentaron sin aviso a una práctica de Boca. Sus excusas no conformaron al entonces DT Sebastián Battaglia, a quien no le tembló el pulso para sancionarlos y excluirlos del partido que Boca jugó tres días más tarde con Ferro, por la Copa Argentina. Según pudo averiguar LA NACION, en su momento, Pipa había formado parte de los festejos de cumpleaños que había hecho el día anterior Iván Marcone, con quien fue compañero en Elche. Por su parte, Rojo fue visto en un boliche porteño esa misma noche.
El punto crítico llegó en la eliminación del Xeneize en los octavos de final de la Copa Libertadores, de nuevo ante el Timao. El Pipa firmó uno de sus peores partidos desde su vuelta, malogrando un penal y errando varias chances clave, y luego dejó en claro varios desacuerdos con el Consejo. La situación se agravaría en el duelo contra Racing, cuando quedó muy expuesto por una pelea física con Carlos Zambrano al entretiempo. Todo eso le da un valor incalculable a su aparición contra River.
En declaraciones luego del triunfo, Benedetto se mostró inicialmente humilde: ponderó el trabajo de sus compañeros para conseguir la victoria y valoró la importancia del quiebre de su sequía, justo en este encuentro: “Soñaba con un partido así y se me pudo dar. Mis compañeros, día a día, me dan la confianza que necesito. Hoy demostramos lo que somos colectivamente”. Además, asumió que está dispuesto a dejar atrás todo lo que ocurrió en el turbulento pasado reciente: “Todo pasa. El grupo está fuerte de la cabeza, más unido que nunca. 85 minutos fueron de nosotros y este es el camino a seguir”.
No obstante, fiel a su estilo, no pudo evitar deslizar una crítica a aquellos que lo cuestionaron en sus momentos complicados: “Algunos hablan mucho. Me encanta cuando puedo cerrarle la boca a todos”. Si algo supo hacer Benedetto, es elegir el mejor momento posible para mandar a callar a sus críticos. Se ganó el derecho a subir el perfil.
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