Nunca fue ni al banco durante el Mundial de México ‘86. Tampoco había jugado ni un minuto antes, ni iba a jugar al menos un minuto después de la Copa del Mundo. Héctor Miguel Zelada no defendió nunca en su vida el arco de la selección, pero es campeón mundial. Un caso increíble. "Muy pocos futbolistas pueden decir ‘soy campeón mundial’. Uno soy yo. Estoy entre los 43 argentinos que ganaron un título mundial. Todo lo que cualquier futbolista anhela es ser campeón del mundo y yo lo logré. Con un equipo extraordinario alcanzamos la gloria eterna. Tengo inolvidables recuerdos", cuenta desde Cancún este hombre de 63 años, santafecino de Maciel, que hace más de cuatro décadas se marchó a México para no volver.
Sin lugar a dudas, Zelada se trata del argentino más desconocido dentro del cuadro de honor. Si Maradona, Kempes, Burruchaga, Passarella, Valdano, Fillol..., son los héroes inmortales, otros se quedaron en la orilla desierta, donde nunca apuntaron los flashes. El lote de los descuidados, los que apenas aparecen en el final del recuento. Los campeones del mundo que no pisaron la cancha.
Son ocho. Ocho apellidos, ocho historias entre 1978 y 1986. Cuatro arqueros, claro, como Zelada, junto con Luis Islas, Héctor Baley y Ricardo La Volpe. Dos defensores, Daniel Killer y Rubén Pagnanini; un volante, el fallecido Rubén Galván, y un delantero, Sergio Almirón. Más allá del mandato de las estadísticas, el orgullo entrelaza los relatos.
Cuando Bilardo confirmó su lista, Zelada sorprendió al ambiente, que esperaba a Julio César Falcioni. Pocos recordaban a ese arquero que se había marchado sin más recuerdos que su debut en Rosario Central. Pero en México se convirtió en un símbolo del América. Hasta hoy. Para el ’86, atravesaba un gran momento. Reunía méritos para estar en el plantel, pero en el imaginario colectivo se instaló que su citación fue una condición de Emilio Diez Barroso, presidente del club del DF, que le alquiló a la AFA su nuevo predio deportivo para que se convirtiera en el búnker albiceleste.
Como la numeración respondió al orden alfabético –salvo con Passarella, Maradona y Valdano–, naturalmente a Zelada le tocó el último, el 22. Vaya si el ‘Cabezón’ Zelada se sentirá campeón del mundo, pero distingue esa felicidad de la conquista más importante de su carrera. No coinciden. La final América vs. Chivas, de la liga mexicana 1983/84 fue ‘su’ momento. "Nos quedamos con un jugador menos y al rato nos cobraron un penal en contra; lo atajé y finalmente ganamos. Al Mundial lo siento como un gran logro, pero no fue lo más importante de mi vida; tal vez por esa sensación de que no atajé nunca, más allá de que siempre me sentí uno más del grupo", se sincera.
El banco de Bilardo, para la final, lo integraron Islas, Garré, Clausen, Pasculli y Trobbiani, el único que ingresó ya en tiempo adicionado. A diferencia del ‘78, el resto –pero sin cambiarse, sin la camiseta y en zapatillas- sí ocuparon el banco: Bochini, Borghi, Almirón, Passarella, Tapia y Zelada. El arquero había recibido su primera citación en noviembre de 1985, para afrontar dos amistoso contra México, uno en Los Angeles y el otro en Puebla. En el primero iba a atajar Islas, y el segundo, Zelada..., pero tuvo que dejar el plantel ante un pedido del América. Ya no tendría otra oportunidad, singularmente, para dejar a resguardo su récord: el único campeón del mundo argentino que jamás vistió los colores de la selección.
Si verlo al ‘Beto’ Alonso con el N°1 en la espalda fue extraño en Argentina ’78, en México ’86 también hubiese resultado llamativo descubrir ese dorsal en un atacante. Pero Sergio Almirón apenas una vez fue al banco..., y no entró. "No caía cuando me confirmaron que iba al Mundial. Y cuando empecé a entrenarme en Empleados de Comercio, en Ezeiza, tampoco entendía dónde estaba. Para mí carrera fue muy importante. No me tocó jugar, pero me sentí más titular que cualquiera porque debía devolverle la confianza a Bilardo. Yo tenía que ponerlos en apuros a los que iban a jugar, y con esa determinación me entrenaba. Nunca bajé los brazos y siempre tuve la esperanza de jugar. No me tocó, son cosas que pasan; hoy soy técnico y lo entiendo. Tengo los mejores recuerdos de todos. No jugué, pero no me puedo quejar de nada y claro que me siento campeón. No se sale campeón del mundo todos los días", cuenta desde la cuarentena en Rosario, a la espera de poder retomar sus funciones de entrenador en Arias, un club de la liga cordobesa.
El último amistoso que jugó la selección ante de México ’86 fue contra Israel, en Tel Aviv. Ganó Argentina 7-2, Almirón fue titular y marcó tres goles. "Se me acercó el entrañable profe Echevarría y me dijo: ‘Ahora te toca hacerte el lesionado, así Carlos se queda con esto y arrancás de titular en el Mundial’. Fue en broma, pero no me la voy a olvidar jamás", recuerda Sergio (61 años), que llegó a la Copa desde Newell´s, con tres partidos en la selección. Serían los únicos.
Al menos, una vez integró el banco en México: en los octavos de final, en el clásico ante Uruguay. "Carlos me mandó a calentar desde los 15 minutos del primer tiempo, pero no entré. Muchos entrenamientos los hice de titular; por ejemplo, en los ensayos previos a Inglaterra, Carlos me puso como 3, sí, como lateral izquierdo, por si se tiraba por ahí Lineker... Ahí me sentí muy, muy cerca de jugar, estaba emocionado. Jugué en la banda e igual marqué dos goles. ¿La verdad? Me ví adentro ese día, me ví en el equipo. No se dio. Igual, yo a Carlos lo adoro".
Luis Islas había atajado en el Mundial juvenil de Australia ’83, y como anécdota le quedó que un desconocido Van Basten le había hecho un gol. Todos coincidían en que era el arquero del futuro. De un futuro inmediato, por cierto, ya que en 1984 –con 18 años–, de la mano de Carlos Bilardo, iba a debutar en la mayor contra Suiza, en Berna, dejando el arco en cero. Empezó a alternar con Pumpido, pero llegaron las eliminatorias y atajó Fillol. Terminaron las eliminatorias..., y se fue Fillol. Entre la clasificación y el debut con los coreanos en la Copa de México hubo cinco amistosos, ¿qué pasó? Islas atajó tres y Pumpido dos..., pero el Mundial fue para el arquero de River. "México ‘86 me marcó mucho, sentirte campeón del mundo es fantástico, es algo muy lindo", cuenta Luis, que llevó el número 15 en el buzo. Aceptó la suplencia, algo que sería intolerable para él cuatro años después y por eso se excluyó de Italia 90.
"Tengo grabado el pitazo del árbitro brasileño Romualdo Arppi Filho; ese instante, cuando te sentís campeón del mundo, no se puede describir. Es único. Después me tocó jugar una Copa, en 1994, pero no sufrí tanto como en el Mundial del ‘86. Porque desde afuera cargás con esas ganas de modificar algo y no podés", cuenta el ‘Loco’ Islas, ahora con 54 años, entonces con apenas tenía 20 años en su primer Mundial. Paradójico: sin jugar ni un minuto fue campeón; cuando en 1994 Basile sorprendió a todos dándole la titularidad –quitándosela a último momento a Sergio Goycochea–, la Argentina quedó eliminada rápidamente por Rumania, en los octavos de final.
Ricardo La Volpe fue el tercer arquero en Argentina ’78. Seguramente, el más mediático del ‘club de los olvidados’. Nunca dudó sobre su condición de campeón del mundo. "¡Cómo disfruté esa experiencia! A veces, en las prácticas, César [por Menotti] me ponía como jugador de campo. Era delantero, me gustaba. Le compliqué más de una tarde a Tarantini, jaja. Viví con intensidad esa etapa, yo integré aquel grupo desde 1975... ¡cómo no me voy a sentir campeón del mundo!", exclama La Volpe, que por entonces tenía 26 años –hoy, 68– y defendía el arco de San Lorenzo. Llevó el número 13 en el buzo.
Antes del alargue con Holanda, todos los jugadores ya estaban al borde de la cancha. Los que no habían ido al banco, también. "Me acuerdo que, para darnos confianza, repetíamos que si la jugada de Rensenbrink, al final [iban 45m16s del segundo tiempo], no había entrado, ahora los íbamos a pasar por arriba. Y los pasamos por arriba", cuenta el ‘Bigotón’ La Volpe, el ‘Loco’, que atajó ocho partidos en la selección, incluidos dos clásicos con Brasil. Aquel 25 de junio de 1978 definitivamente sería inolvidable para La Volpe porque del Monumental se fue a una clínica. Un patrullero fue abriendo paso en calles desbordadas de festejos para que llegara al nacimiento de Sabrina, su segunda hija.
Pero hay un recuerdo que La Volpe ya no conserva: la medalla del campeón. La Volpe volvió a otro Mundial en 2006, ahora como entrenador de México. Y se le ocurrió algo, quizás para tentar al destino... "Fundí la medalla y la convertí en pulseritas para mis jugadores. En realidad, las usaban como tobilleras debajo de las medias. Y agregamos más oro, claro, sino no alcanzaba. Me pareció un buen gesto, una manera de agradecerles su compromiso, y, a la vez, para intentar tener la misma suerte que yo había disfrutado como jugador". Paradojas..., México llegó hasta los octavos de final, lo eliminó la Argentina con el inolvidable bombazo de Maxi Rodríguez ya en el tiempo suplementario.
El formoseño Rubén Galván, el ‘Negro’, murió a los 65 años el 14 de marzo de 2018, fue el primer campeón del mundo del ’78 en despedirse. Se marchó cuatro décadas después de su consagración. Llevó el número 8 durante el Mundial, y había sido escogido por Menotti por haber sido un pilar en los gloriosos años 70 de Independiente, donde alzó cuatro Copas Libertadores consecutivas y la Intercontinental contra la Juventus. Pero nunca le alcanzó para quitarle la titularidad al ‘Tolo’ Gallego y solamente jugó 7 partidos en la selección, entre el 73 y abril de 1978. Vale un detalle del banco de suplentes que dispuso Menotti para la final del mundo contra Holanda: Baley; Larrosa y Houseman que ingresaron, Oviedo... y Rubén Galván. El entrenador se había reservado un hombre áspero y valiente a su lado.
Héctor Baley era compañero de cuarto de ‘Pato’ Fillol. Nada menos. Algunos cigarrillos y la luz prendida hasta tarde en la concentración de José C. Paz. No había competencia por el puesto, ‘Chocolate’ supo desde el 1° de enero de 1978, cuando Fillol se reincorporó a la selección tras años de ausencia, que el arco sería de él. "Claro que me siento campeón del mundo. Pero nunca me engañé: primero el arquero fue Gatti, y después Fillol. César no tenía dudas en este puesto. Pero soy un agradecido, atajé bastante; mi primera convocatoria llegó cuando yo estaba en Colón; la selección tenía que jugar contra Uruguay y River no cedió al ‘Pato’, a ‘Jota Jota’ y a alguien más... Y Menotti me llamó y fui al banco", cuenta Baley, por teléfono, desde su casa en Córdoba capital.
Y es verdad. Baley había debutado en 1975, en el Distrito Federal mexicano, en un amistoso contra los Estados Unidos, cuando reemplazó a Ricardo La Volpe a 20 minutos del final. En las series internacionales que la selección disputó en la Bombonera, ‘Chocolate’ atajó en 1977 contra Inglaterra, Escocia, Francia, Yugoslavia, Alemania Democrática y dos veces contra Paraguay. Él cerró atajando el año previo a la Copa del Mundo. Y en el ’78, aún con la vuelta de Fillol, muy cerca del torneo, también atajó el 25 de abril en la victoria 2-0 sobre Uruguay, en Montevideo.
"Primero Gatti, después Fillol... siempre me tocó bailar con la más complicada. Pero qué placer haber pertenecido a ese grupo fantástico. Claro que me siento campeón del mundo. Mirá, en el ‘78 ni entraron a la lista jugadores como Maradona, Bochini, Villaverde... Somos apenas 400 y pico en todo el mundo los que tenemos la medallita de campeones", relata ‘Chocolate’, que en el Mundial llevó el número 3. Tenía 27 años y entonces jugaba en Huracán.
"Estuve muchos años en la selección, pero ya después de ser campeones casi no atajé. Ese hijo de puta del ‘Pato’ no se enfermaba nunca", bromea. En realidad, después del ‘78 atajó en dos oportunidades: Contra Checoslovaquia, en Mar del Plata, y sin saberlo se despidió con una gran actuación en marzo del ‘82 en River, en un 1-1 contra la Alemania de un joven Matthäus, Schumacher en el arco y el histórico Uli Stielike. En total, atajó en 13 encuentros y sólo le convirtieron 8 goles. Participó de dos mundiales y ocupó un lugar en el banco en 11 partidos. Pero ese dato encierra un mérito: Baley siempre fue, para Menotti, el segundo arquero y nunca el tercero. En ambos mundiales sólo hubo cinco suplentes, y en Argentina ’78 y en España ’82, a La Volpe y a Nery Pumpido les tocó ir a la platea. Siempre el N°2 fue Baley,
"El arquero sabe que tiene poquísimas oportunidades de atajar –agrega, a sus 69 años–, tiene que pasar algo extraordinario, una lesión como le pasó a Pumpido en el ‘90. O que un técnico cambie el arquero ante la definición por penales, como un día hizo Van Gaal en Holanda. Pero que un técnico cambie un arquero de un partido para otro..., no, casi nunca". Tan cierto como que en Rusia 2018 sucedió: Sampaoli quitó a Willy Caballero y puso a Armani.
Salvo la medalla, guarda pocos recuerdos. Apenas algún buzo negro o violeta, los alternativos al célebre verde de Fillol. Pasó por la vida política de la mano de Luis Juez durante su intendencia de Córdoba, hace algunos años hace se hizo un reemplazo de la rodilla derecha, dejó de fumar y creció un poco la panza. Baley hoy disfruta de su nieta, Guadalupe, la "Gringuita", como él la llama.
Hasta enero de 1978, Rubén Pagnanini no había participado nunca de la selección. Ni lo había citado Menotti. Era defensor de Independiente. En el vuelo que lo traía de Córdoba, tras arrebatarle de manera épica el título del torneo Nacional a Talleres con el agónico 2-2 de Bochini, Julio Grondona se acercó hasta el asiento de Pagnanini y le susurró: ‘Vas a estar en la lista de 25 de la selección’. La célebre lista de la que finalmente quedarían afuera Víctor Bottaniz, Humberto Bravo y un tal Diego Maradona.
Caso increíble el de Pagnanini, que entre marzo de 1978 y la Copa jugó cuatro partidos –dos contra Perú, Bulgaria y Uruguay– y hasta convirtió un tanto el día del debut. Pero en la Copa del Mundo, con el 18 en la espalda, no sumó ni un minuto. "¿Si me siento campeón? Bueno, en tantos años lo he pensado tantas veces..., ni la chance de entrar un ratito tuve. Sí alenté, ayudé, me brindé en las prácticas..., qué se yo. Me imagino que los cinco que no jugamos nada, en algún punto, debemos pensar parecido, pero no puedo negar que fue un regalo del cielo. Y claro que estoy muy orgulloso de haber formado parte de ese plantel", cuenta desde su San Nicolás natal, a los 71 años.
Menotti lo llamó como una opción para Pernía en el lateral derecho, pero finalmente ni Pernía jugó el Mundial ni Pagnanini se quedó con el puesto. La banda sería para Jorge Olguín. "Creo que en la cabeza de César siempre estuvo Olguín, y me parece bien, nunca lo criticaría. Igual fue una experiencia maravillosa. ¿Sabés? De algún modo me permitió quitarme la espina de la final por la Intercontinental perdida en 1970 con Estudiantes, contra el Feyenoord", relata. Claro, el ‘Gato’ Pagnanini debutó en el ‘Pincha’ en 1968 y jugó hasta 1977.
El hombre que compartía el cuarto con Tarantini, cuenta que todos los partidos los siguió desde la platea, salvo algunos en el Monumental que los veían desde los ventanales del anillo. Claro que ya en el segundo tiempo de la final, los seis que no habían ido al banco –La Volpe, Killer, Villa, Valencia, Alonso y él– se metieron en la cancha. Sobre el final de la charla, Pagnanini prefiere subrayar su sensación: "Sí, me siento campeón porque conviví seis meses con ese grupo, y si me hubiese tocado entrar, seguro que hubiese rendido".
Daniel Killer tampoco jugó en el '78. ¿Pudo jugar? Quizás, y en la final. Él lo cuenta: "Me siento campeón del mundo, claro, y si lo tengo que describir, es tocar el cielo con las manos. Pero lamentablemente no me tocó jugar la final por un error de Roberto Saporiti...", dispara el ‘Loco’, hoy con 70 años, pero por entonces era defensor de Racing y en el Mundial llevó la 11 en la espalda. ¿Qué pasó? Lo relata el culpable: "La noche anterior a la final, César dudaba de llevar al banco a Oviedo o Killer. Él me decía: ‘Y si entra Nanninga, ¿quién lo toma? Por agresividad defensiva, el ideal era Killer. Pero yo le dije a César que, si se lesionaban Olguín o Tarantini, al que veía más polifuncional para adaptarse rápido era a la ‘Cata’ Oviedo. Y además, agregué: ‘Nanninga no juega’. Fue Oviedo al banco, entró Nanninga y nos hizo el gol que nos mandó al suplementario. La puteada que me pegó Menotti en ese momento fue inolvidable", remata Saporiti.
Cuenta la leyenda que, cada vez que se ven, Killer enfrenta a Saporiti y le dice: ‘¡Usted me sacó del banco...!, y sonríen. El ‘Loco’ era, naturalmente, uno de los bromistas del plantel, junto con René Houseman, Américo Gallego, Mario Kempes y Daniel Passarella, al que llamaban "Jaimito" por lo insoportable que era.
Killer, que jugó 22 partidos en la selección, marcó tres goles y hasta llevó la cinta de capitán en un clásico rioplatense, siente que, desde otro lugar, también fue una pieza importante. Por pedido de Menotti, en las prácticas tenía que ‘maltratarlo’ a Leopoldo Luque. "Yo lo seguía a muerte al ‘Pulpo’, hasta debajo de la cama. A veces se nos iba un poco la mano, es cierto, pero le vino bien a Leopoldo, ¡mirá el Mundial que hizo!", y suelta la carcajada el ‘Perro’, o el ‘Cirujano’, esos apodos de Killer que lo explicaban todo. Por si no alcanza con el apellido.
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