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Si se juega mal en Madrid, se disfruta en Barcelona
MADRID.– Ganó el Barça en el feo derby madrileño, el primero que se ha disputado en el Metropolitano, el futurista estadio del Atlético, que siente nostalgia del viejo Vicente Calderón. El Real Madrid sigue ubicado en La Castellana, en el campo que construyeron el presidente Santiago Bernabéu y Alfredo Di Stéfano. Uno tuvo la idea, el otro consiguió los éxitos. Al Real Madrid le ocurre lo mismo que al Atlético. Ha perdido fuelle. No es, ni de lejos, el equipo que parecía destinado a arrollar en España y en Europa. Jugaron mal los dos en el derby y concedieron dos puntos más de ventaja al Barça. Ahora les aventaja en 10 puntos. Empieza a sospecharse que esta Liga se escapa a los dos equipos de Madrid y comienza a crecer la candidatura menos prevista de los últimos años: el Valencia.
Nunca se han remontado 10 puntos para ganar la Liga. En la temporada 2006-07, el Real Madrid recuperó los siete puntos de ventaja que había obtenido el Barcelona. Ahora se confía más en el patinazo del Barça que en la fiabilidad del Madrid, que exprime a sus famosos titulares pero no ha ganado ninguno de los tres partidos que ha jugado fuera del Bernabéu: derrotas con el Girona y Tottenham, empate con el Atlético. Zidane no se atreve a dar oportunidades serias a los jóvenes recién contratados. Ninguno genera más esperanzas que Ceballos, el dinámico y habilidoso centrocampista que entusiasmó la semana con la selección sub 21. Marcó tres goles a Eslovaquia. En el derby no jugó un solo minuto.
Ni el Madrid, ni el Atlético funcionaron con la urgencia de su grave situación en la tabla. El Atlético se defendió en su campo y pretendió aprovechar algún error de su rival. No lo consiguió. Los centuriones de Simeone –Juanfran, Godin, Gabi y Koke– se implican con el fanatismo de sus mejores años, pero son seis años más viejos. A los nuevos les falta la ciega convicción que exige Simeone. El equipo no juega ni mejor, ni peor, que en los años dorados. Su problema es que antes depredaba a sus rivales y ahora se ha vuelto humano. Intimida menos y concede más.
Tres horas del inicio del derby, el Barça jugó en Leganés, una ciudad dormitorio al sur de la capital de España. Al Leganés lo entrena Asier Garitano, un vasco natural de Angiozar, localidad de apenas 300 habitantes. Garitano no disimula su admiración por Simeone. Quiere que su equipo –segunda temporada en la Primera División– sea igual de molesto y complejo para sus rivales que el Atlético. El Leganés marca pocos goles, pero los aprovecha bien. Su defensa sólo había concedido cuatro goles en 12 partidos. Al Barça no le gusta jugar contra este tipo de equipos. Jugó mal y ganó 0-3, cosa que antes no solía ocurrir. A diferencia del Real Madrid y del Atlético, pragmáticos por naturaleza, el Barcelona tenía que jugar bien para ganar. Ya no. En ese aspecto se ha vuelto más mundano.
La victoria se produjo a pesar de la casi irrelevante actuación de Leo Messi, incómodo toda la tarde. Dejó la firma en el fenomenal pase que precedió al segundo gol. Fuera de eso, no hubo noticias del genio argentino. Ter Stegen fue la estrella del partido, como es habitual en las últimas jornadas. Los hinchas del Barça siempre temen que se destaquen sus arqueros. Saben que es el síntoma de la precariedad en el juego de un equipo que siempre ha destacado por el control, por la posesión de la pelota, por un sistema que limita mucho las llegadas de los rivales a su área. Los guardametas son un mal necesario en el Barça, un equipo que ha medido más a sus porteros por las habilidades con los pies que por su eficacia con las manos.
Ter Stegen llegó de Alemania con la etiqueta de buen jugador disfrazado de arquero. En alguna entrevista declaró que le encantaría ser centrocampista. Por fortuna para el Barça se ha revelado como un arquerazo. Siempre está bien colocado, no se altera y es magnífico en el mano a mano. Tiene pies, tiene manos, tiene presencia y los delanteros no encuentran la manera de superarle. Ter Stegen es la razón básica por la que el Barcelona sólo ha concedido cuatro goles en los 12 partidos de Liga que se han disputado (11 victorias y un empate). En el madridismo se interpreta la importancia del portero alemán como un episodio anómalo, la señal de la debilidad estructural del equipo catalán. A esa sospecha se agarra el Real Madrid, pero el Barça no cede.
La próxima jornada será crucial para todos. El Barcelona se enfrentará al Valencia, renacido después de varios años desastrosos. Es el único que se resiste al líder. Nadie esperaba al Valencia esta temporada. Se preveía un año de crecimiento moderado, tutelado por Marcelino Toral, un entrenador minucioso, conocido por su 4-4-2 y su eficacia defensiva. Sin embargo, el equipo ha emergido con varios jóvenes –el espléndido centrocampista Soler y el portugués Guedes, cedido por el París Saint Germain– y algún veterano de buen pie. Sin la fatiga de las competiciones europeas, el Valencia ha entrado en una dinámica tan ganadora que parece el único equipo capaz de disputarle el campeonato al Barça.
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