LA NACION

Si no está bien, más peligroso se pone

Actualizado el 26 de julio de 2020

River no llega en su mejor momento al Mundial de Clubes, y aunque parezca un contrasentido, eso lo convierte en un rival de riesgo para los demás. Su favoritismo ante Sanfrecce Hiroshima no es tan acentuado como podría haber sido hasta hace un tiempo. Y en una hipotética final contra Barcelona, las apuestas lo tendrían bastante atrás.

Más o menos en forma, a este River no se lo puede subestimar porque es bastante inmune al desaliento y al conformismo. Esa actitud es la que le inculca Marcelo Gallardo desde hace un año y medio, cuando recibió un plantel que casi al mismo tiempo de consagrarse campeón con Ramón Díaz empezaba a desintegrarse y se reforzaba poco y sin nombres rutilantes. Todo invitaba a un semestre de transición, de reacomodamiento a un nuevo ciclo, pero en ese tramo final de 2014 River jugó a un alto nivel, que bien quisiera recuperar en esta aventura en Japón. Sorprendió hace un año, fue reconocido unánimemente como el mejor y sólo se le escapó el torneo local que obtuvo Racing porque hizo del título de la Copa Sudamericana una prioridad. Ese fue el primer ejemplo de que las ambiciones y las condiciones de Gallardo para preparar un equipo eran mayores quea lo que podía intuirse.

No sería la única vez que su River se pone por encima de especulaciones poco optimistas. A mediados de abril, el Mundial de Clubes era una quimera. De los seis partidos de la etapa de grupos por la Copa Libertadores, en cinco de ellos y en 70 minutos del último estuvo fuera de los puestos de clasificación. Llegó a octavos de final de manera milagrosa, como el peor de los 16, y con Boca en plan arrasador. El Panadero y su gas pimienta en la Bombonera le acortaron en 45 minutos el plan de neutralización de Boca que ejecutó meticulosamente durante un encuentro y medio.

Esa serie supuso un estrés mental que le pasó factura ante Cruzeiro. La derrota 1-0 en el Monumental se pareció mucho a una eliminación que revirtió con un 3-0 en Belo Horizonte, en el que bien pudo ser el mejor partido de River en su historia en competencias internacionales. Otra vez, River se recomponía, le renacía un espíritu competitivo con el que a lo largo del tiempo fue sobrellevando ventas, lesiones, individualidades con bajo rendimiento, presunciones adversas.

Esa mística la necesitará en Japón. Lo pudo abandonar el alto vuelto futbolístico de otros tiempos, pero no el carácter. Casi nunca se permitió esa concesión. Un Mundial de Clubes es un desafío tan grande como motivante. Ahí debe aparecer otra vez Gallardo para vertebrar un mensaje que aglutine y convenza. River no es candidato en Japón, ni siquiera a superar las semifinales sin algún susto o incertidumbre. Pero por los antecedentes, cuando los pronósticos menos lo favorecen, más peligroso se pone.

jt

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