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Sepp, el supremo: el jefe del fútbol busca la eternidad
El suizo Blatter intentará ganar por quinta vez las elecciones en FIFA y mantener su espacio de poder en la entidad madre del fútbol
Ganar por quinta vez la elección a presidente de la FIFA es, en el fondo, un asunto menor para Joseph Blatter, el hombre que se siente capaz de todo. ¿O no es confianza sin límites creer que uno es más fuerte que 2000 años de historia de la Iglesia Católica? La batalla que "Sepp" Blatter se propuso ganar en 2003 fue mayor que cualquiera de las que pueda plantearle el fútbol.
"Le pido urgentemente que abra las puertas de la Iglesia, que haga saltar las cadenas del derecho canónico escrito por la mano del hombre (...). Dios es el dios del amor. ¿¿Es esta Iglesia también la Iglesia del amor??" Los dobles signos de interrogación son de Blatter, y su destinatario último era el papa Juan Pablo II. El presidente de la FIFA, por entonces de 67 años, estaba obsesionado con casarse por la Iglesia Católica con Graziella, de 36 años, entrenadora de delfines y amiga de su hija. Era su tercera esposa -de la segunda enviudó- y sólo pudo hacerlo por la Iglesia reformista, porque el Vaticano no cedió al pedido de que se declarara inválido el primer matrimonio.
Dios es el dios del amor. ¿¿Es esta Iglesia también la Iglesia del amor??
Fracasó, pero nadie podría acusar a Blatter de no haberse jugado a fondo por la causa: "Creía que los tiempos del anatema medieval ya habían sido superados", proseguía su carta a Norbert Brunner, obispo de Sión, con pedido de entrega al papa. "En mi primera y furiosa reacción quise abandonar la Iglesia Católica. Pero eso no se condice con mi carácter, yo soy un luchador. Dudo de una Iglesia que descarta a los hombres que cometieron errores, pero que se llama a sí misma «Iglesia del perdón»."
Blatter terminó calmándose, y no porque apostara por el consejo del diario sensacionalista Blick -"un matrimonio sin sexo"-, sino porque su relación con Graziella terminó. En el edificio de la FIFA respiraron aliviados: la combinación de vida privada y representación pública suele terminar mal. Blatter, de 79 años, tiene hoy una compañera, pero poco y nada se sabe de ella.
¿Qué quiere hoy el que es el dirigente más poderoso del deporte mundial? Cuando se habla con él, deja entrever algo imposible: "Me duele no tener el afecto de los hinchas de fútbol". Descartada esa meta, el plan es cumplir 21 años al frente de la FIFA para neutralizar de una vez por todas a sus mayores enemigos: los europeos.
"Él es cosmopolita, siempre se consideró ciudadano del mundo y no de Europa", resume a LA NACION un experto suizo que durante años fue uno de sus principales asesores y que por exigencia de la FIFA no puede hablar públicamente del que fue su jefe. "Si en 2002 se decidió a seguir en el cargo fue también porque sentía que Europa había destruido sus primeros cuatro años como presidente", añade.
Europa no quiere al europeo Blatter, al que desde 1998 busca obstaculizar por todas las vías posibles. Fracasó con la candidatura del sueco Lennart Johansson en 1998, con la del camerunés Issa Hayatou en 2002, con el amago de Michel Platini para 2015 y las presentaciones frustradas del holandés Michael van Praag y el portugués Luis Figo. No hay con qué darle a Blatter, que parece hecho de teflón: nada se le pega.
Europa no quiere al europeo Blatter, al que desde 1998 busca obstaculizar por todas las vías posibles
Nada, ni siquiera la corrupción, un tema que lo persigue desde su primer día al frente de la FIFA. "Escuché rumores acerca de lo que sucedió en los pasillos antes de la elección", dijo Johansson años después de aquel congreso en París. "Pasó algo que no fue transparente, me lo dijo mucha gente en la que confío."
Johansson se refiere al insistente rumor de sobres con 50.000 dólares que compraban votos. Pasaron los años y los sobres engordaron, aunque mantuvieron el mismo objetivo: integrantes del comité ejecutivo de la FIFA.
Phaedra Almajid trabajó para el comité de candidatura de Qatar en la lucha por ser sede del Mundial 2022. Según la consultora qatarí-estadounidense, los responsables de la candidatura entregaron tres sobres, cada uno con un millón y medio de dólares, a tres miembros del comité ejecutivo durante un congreso en enero de 2010 en Luanda. "No se necesitó mucho para convencerlos, fue una transacción muy simple", dijo Almajid con visible pena en el rostro durante una entrevista emitida en el programa E:60, de la cadena ESPN. Cuando el periodista le pregunta si observó algo que ponga en cuestión la moral de Blatter, Almajid dice que no contestará a esa pregunta.
No duda en cambio el estrecho ex asesor de Blatter: "Él no es corrupto, no lo es. Sabe qué límites no cruzar. Joao Havelange cayó; Nicolás Leoz, Ricardo Teixeira y otros más, también. Blatter no, porque quiere proteger la institución. A él no lo motiva el dinero, lo motiva el prestigio".
Jerome Champagne, un ex diplomático francés que llegó a ser vicesecretario general de la FIFA de Blatter y fracasó este año en su meta de sucederlo, no duda de que Blatter ganará el viernes con claridad la elección que lo medirá en Zurich con el príncipe jordano Ali bin al-Hussein. "Será una clara derrota para la estrategia anti-Blatter. El «antiblatterismo» es una simplificación." Al-Hussein, que no había nacido cuando, en 1975, el suizo comenzó a trabajar en la FIFA, se perfila como el próximo fracaso de la Europa que no quiere al sucesor de Havelange, un suizo que tiene su base de votos en África, Asia y América latina. "Los europeos son los que más dinero tienen. Y lo que quieren es... ¡más dinero!", se quejó Blatter alguna vez al hablar de la UEFA, su enemigo predilecto.
Histriónico y sin miedo al ridículo -dirigió en 1993 en Las Vegas el sorteo del Mundial vistiendo un traje blanco y bailó más de una vez en el escenario-, el pequeño dirigente de regordete rostro tiene un ego sin límites. El 10 de marzo de 2014 la agencia de noticias DPA lo invitó a una reunión con los principales editores de la prensa alemana. Blatter, que cumplía 78 años ese día, aprovechó la velada para contar una de sus anécdotas favoritas, esa en la que ajusta cuentas con su padre. "Me ofrecieron un contrato profesional, pero se necesitaba la firma de mi padre. ¡Lo rompió! ¿Pueden creerlo? Y me dijo: «Hijo, no tenés futuro en el fútbol». ¡Un profeta!"
La carcajada de Blatter fue más que la de todos los presentes en el edificio Humboldt Box de Berlín. En el currículum oficial del presidente de la FIFA figura que el joven Sepp jugó en la "primera división suiza". Un calculado equívoco, porque era la división de aficionados. Algún compañero de aquellos años recuerda que no era nada malo en su puesto de delantero: "Una vez ganamos 14-0 y él metió ocho goles".
Blatter funciona ya con el humor y el estilo de un octogenario, mientras el mundo y sus jóvenes van ya por otro lado
Que Blatter llegó lejos en el fútbol es innegable. Que está orgulloso de ello, también. Así es que se explica que la FIFA invirtiera 27 millones de dólares en una película de Hollywood en la que el actor Tim Roth interpreta al presidente. Previsible e inverosímil, el film generó sonrojo entre muchos en el ente rector del fútbol mundial. Pasiones unidas, en la que también aparece Gerard Depardieu, no es exactamente la mejor obra del suizo.
"Cuanto menos hable, mejor. Menos problemas", admiten en el corazón de FIFA House, la fortaleza de mármol, vidrio y metal en la zona alta de Zurich. La lengua veloz de Blatter es capaz de abrir una crisis tras otra, desde lanzar ideas como prohibir los empates y jugar mundiales cada dos años hasta negarse rotundamente a incorporar la tecnología al fútbol para ceder finalmente e introducir el detector automático de goles (DAG) en el Mundial de Brasil 2014.
También es recordada su imitación de Cristiano Ronaldo ante un grupo de estudiantes en Oxford. Se dejó llevar por la embriaguez que le genera hablar en público y quiso ser simpático y cercano con los jóvenes que lo escuchaban. Aunque nadie lo entendió, su interpretación de un Cristiano marcial y robótico pretendió ser un elogio y ponerlo a la altura de un Lionel Messi, que tiene otras características. Nadie lo entendió, claro, porque Blatter funciona ya con el humor y el estilo de un octogenario, mientras el mundo y sus jóvenes van ya por otro lado.
Blatter no escarmentará y seguirá ofreciendo shows de tanto en tanto, pero en estos últimos años de poder seguirá disfrutando de lo que más le gusta: ser elogiado con desmesura. El último ejemplo es de abril de este año, y quizá desmesura sea quedarse cortos. Si hasta Blatter se sintió superado cuando el dominicano Osiris Guzmán lo comparó, en un mismo discurso, con Moisés, Jesús, Abraham Lincoln, Winston Churchill, Martin Luther King y Nelson Mandela.
Raymond Tim Kee, presidente de la Federación de Trinidad y Tobago, se destacó por su timidez: apenas se atrevió a definir a Blatter como "el padre del fútbol".
En ese ambiente pseudorreligioso y de secta en el que con frecuencia se mueve la FIFA, a la que Blatter se refiere con insistencia como una "familia" -cualquier experto en imagen le prohibiría utilizar esa palabra en semejante contexto-, algo es cierto: Blatter es el supremo, pero no es un dictador.
No puede serlo, porque la estructura de la FIFA es de un presidente votado, pero que gobierna con una estructura que no eligió. Blatter se jacta de liderar una federación con más miembros que las Naciones Unidas y de llegar a más fieles que la Iglesia, pero durante años no pudo controlar a su comité ejecutivo. Un ejemplo es el de Qatar, sede que el suizo no quería para 2022.
¿Y cuando llegue el final, en 2019? Su estrecho ex asesor ignora qué hará el presidente. "Blatter es un patrón que no es capaz de aceptar que pueda haber otra persona que lo suceda. No tiene muchas otras cosas que hacer en la vida. Ésa es, finalmente, su tragedia."
BLATTER SIN GRONDONA, MENOS BLATTER
El apoyo del fallecido dirigente argentino fue clave para el suizo
La alianza entre Blatter y Julio Grondona fue de acero durante años, aunque en el final ya no era lo mismo. Se hizo evidente el 25 de junio del año pasado.
"Si la FIFA se reúne en Río, yo me voy a Belo Horizonte", le dijo el entonces presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) a un alto funcionario del gobierno durante la victoria de la selección sobre Nigeria en Porto Alegre.
Era el Grondona algo distante de Blatter y ya alejado de los problemas que podían complicarlo en exceso. En aquellas febriles horas en que Uruguay intentaba moderar ante la FIFA en Río de Janeiro lo que se perfilaba como una durísima sanción al delantero Luis Suárez, el poderoso Grondona optó por escabullirse.
Pero no siempre fue así. En 2002 en Seúl, durante el congreso en el que la UEFA intentó quitarse de encima a Blatter, Grondona fue fundamental.
"Y a éste me lo echás ahora mismo", le dijo el argentino al suizo, señalando a Michel Zen Ruffinen, por entonces secretario general de la FIFA y transformado en el peor enemigo de Blatter tras haber sido el protegido del presidente. Zen Ruffinen había acusado de corrupción a la FIFA dirigida por Blatter y Grondona, y eso no se podía perdonar.
Políglota, Blatter habla alemán, francés, inglés, español e italiano. Es un suizo "latino", se siente mucho más cómodo con brasileños, mexicanos o argentinos que con franceses, alemanes u holandeses. Así, el temor a que la Conmebol pierda la media plaza el sábado durante la reunión del comité ejecutivo de la FIFA se debe contrapesar con el "factor Sepp". "Estoy convencido de que la muy estrecha relación de Blatter con la Conmebol va a contribuir a que Sudamérica no pierda esa media plaza", dijo Jerome Champagne a LA NACION.
Hay sin embargo un obstáculo en la simpatía que Blatter siente por la Argentina: Diego Maradona. Pese a todos sus intentos, pese a sus enormes deseos de que el "10" diga públicamente que lo admira y lo quiere, Blatter nunca le encontró la vuelta al tema.
"Maradona, Maradona... ¿Qué quiere que haga con Maradona?", se preguntó con impotencia durante una caminata entre el restaurante de la FIFA y su despacho en la vieja sede del ente rector del fútbol mundial.
De tanto en tanto, el recuerdo de Argentina 78 resurge en medios europeos, y con él todas las sospechas de aquel Mundial tan particular. A Blatter no le gusta hablar del asunto, aunque lo hizo en 2003, cuando DPA le preguntó si la calidad democrática e institucional de un país no debería ser un criterio a tomar en cuenta para ser sede de un Mundial.
"Lo nuestro es el fútbol, no la política. De lo contrario existiría una larga lista de países puestos en la picota por diversos grupos y por diversas razones. La FIFA está comprometida con el fútbol y no con la política." Rusia 2018 y Qatar 2022 confirman y desmienten esa afirmación. ¿Recibió alguna protesta de alguna federación por 1978, le ve sentido a investigar el tema? El suizo fue tan breve como contundente: "No".
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