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Selección argentina: Scaloni se enojó, terminó con los “tocados” y ahora guardó el infrarrojo en Qatar
La salida de dos jugadores de la lista fue un momento delicado
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DOHA (Enviado especial).- En la cancha aún se divierten como si fuera el día siguiente a ganar la Copa América. Papu Gómez le habla al oído con complicidad estudiantil a Lautaro Martínez. La temprana oscuridad de la noche ya avanza sobre las prolijas canchas de la Universidad de Qatar. Lionel Messi no apareció en escena porque se quedó en el gimnasio con Rodrigo De Paul y Leandro Paredes. Como siempre. Scaloni mira distante. No hay que sospechar que puede ser por una razón particular, suele hacerlo. Habla con sus asistentes, no se involucra mucho. No hay rastros del malhumor que lo sobresaltó el martes último cuando tuvo un primer contacto con los futbolistas en Abu Dhabi. Todo luce igual que siempre. Esa versión recortada de la realidad de la selección argentina, Los 15 minutos que la prensa pudo observar de la práctica -un protocolo típico de cada Mundial, exigido por la FIFA- mostraron al mismo grupo compacto y convencido de su juego en la cancha, con los “tocados” sobrevivientes moviéndose sin problemas, todos abrazados a sus diversiones fuera de ella.
La primera imagen en esta Universidad, en el primer contacto aquí con la prensa, pintó el escenario: Lionel Scaloni llegó al campo de juego solo, caminó de un lado al otro, jugó con la pelota, pateó al arco y esperó por “sus” muchachos. Los que eligió con la ilusión de consagrarse en estas tierras. Después comenzaron a aparecer los futbolistas, uno a uno, con bromas entre ellos, con una energía idéntica a la de siempre, sin rastros evidentes del sacudón que implicaron los cortes de Scaloni. Sólo llamó la atención que no estuvieron Messi, De Paul, Otamendi, Paredes, Foyth y Lisandro Martínez, desde el arranque de la práctica, pero rápidamente se informó que arrancaron con trabajos en el gimnasio, lejos de las cámaras.
Si bien todo lució sin alteraciones en el semblante de la selección argentina en esta ciudad, la sintonía que permitía escuchar una música suave sufrió algunas saturaciones en los últimos días. Es casi inaudible, pero un ruido se mezcla en la perfecta armonía en el que vivía este equipo. Algo se alteró. No es un problema grave, al menos no por ahora. Pero es evidente que más allá del infortunio de las lesiones, hubo una serie de decisiones que no dejaron conforme a Scaloni y lo comunicó.
Si en varias oportunidades se definió a éste como un grupo de estudiantes en un permanente viaje de egresados, entonces ahora hay que decir que el coordinador se enojó y pegó dos gritos. El viaje no terminó, la diversión no se acabó. Pero el alumnado conoció nuevos límites. No todo está permitido. Y en ese fue muy claro Scaloni con su paso al frente cuando sintió que no actuaron con él como le hubiera gustado.
“Ya están grandecitos para saber cómo están”, fue la frase que hizo más que dejar entrever su descontento. Lo expuso. Puede decirse que hay una parte de responsabilidad en el técnico. Los estudios médicos también le hubieran permitido tomar decisiones con más anticipación. Pero eligió confiar en la autoevaluación de los futbolistas, que le dieron el visto bueno. Por eso en Abu Dhabi, prendió su radar cuando los movió por primera vez, se incomodó porque se dio cuenta que no había claridad en el mensaje, el miércoles tras el partido con Emiratos Unidos tomó la decisión de cortar el problema, masticó bronca en silencio, volvió a exigir y consiguió ordenar una situación que se le había escapado de las manos.
Es cierto que las ausencias de Nicolás González y de Joaquín Correa dejan en el grupo marcas en lo anímico. Son dos hombres que están en el plantel casi desde el día 1. Por consiguiente, son parte de una relación que va bastante más allá de lo futbolístico. Ahora Scaloni no sólo desplazó a dos jugadores queridos, sino que además le mandó un mensaje muy claro al resto, respecto de quién tiene el control de la situación y que el objetivo de la Copa del Mundo no admite deslices de este tipo.
Aunque la lista de 26 ofrece muchas tranquilidades, el DT considera que no puede ocupar dos lugares con hombres que no le dan garantías desde lo físico. Tras ese golpe sobre la mesa de Scaloni, sienten en la intimidad que ya no parece haber una lupa sobre nadie más. El infrarrojo sobre Marcos Acuña parece haberse corrido por el momento, aunque no se le quita la mirada, por eso nadie archiva la ficha de Facundo Medina, si surgiese otro problema en el camino hasta Arabia Saudita.
Pero también es necesario aclarar que estas bajas, las de Joaquín Correa y Nicolás González, son más importantes en el aspecto interno que por las prestaciones que le otorgaban al equipo. Naturalmente, que dos jugadores abandonen el plantel a pocos días de comenzar el torneo es algo que resiente los planes del entrenador. Sin embargo, ninguna de las dos salidas representa una pérdida tan grande como la de Giovani Lo Celso.
Es cierto que su valoración no era tan consideraba cuando estaba. Pero no miente Scaloni cuando dice que no tiene cómo reemplazarlo desde lo futbolístico. Era el jugador que rompía la estructura lineal del medio campo. Mayormente se recostaba por la izquierda (especialmente cuando se trataba de la defensa), pero a la hora de atacar, representaba la unión perfecta para cada integrante de la estructura. El pegamento que mantenía unidas todas las piezas.
Los casos de González y Correa son muy distintos. Para empezar, ambos eran suplentes. En el caso del mediocampista de Fiorentina, su falta le resta a Scaloni alternativas de equilibrio. Podía ingresar en lugar de un delantero, para garantizar más despliegue y recuperación, o aparecer como variante de un mediocampista para dar profundidad y llegada al área de manera más vertical. En su irrupción en el comienzo de las eliminatorias para este Mundial, en 2020, hizo un par de tantos contra Perú y Paraguay. Se lo observaba como un “volante goleador”, pero el tiempo demostró que aquello pareció ser más una coincidencia que una constante.
En el caso de Joaquín Correa, su valor pasaba por encontrar un hombre de piernas frescas para los minutos finales. De acuerdo a aquella máxima que instaló Diego Simeone, que dice que un equipo “tolera” a un futbolista que no corra entre once, pero difícilmente pueda aceptar a dos. Con Lionel Messi en la formación, el segundo delantero siempre tiene que ser alguien de enorme desgaste para entorpecer el inició del juego adversario. Lautaro Martínez aprendió muchísimo de eso en la Serie A y es, junto con el capitán, el futbolista con mejor presente de la selección.
Prodigarse tanto en la recuperación es una de las razones por las que los 90 minutos se le hacen demasiado largos a Lautaro. Correa es el que suele aparecer en el último cuarto de hora para darle descanso al 9 titular y no debilitarse en ese aspecto. Y lo hace tanto en la selección como en Inter. No es extraño pensar que esa función la puede cumplir ahora Julián Álvarez, aunque es lógico que el DT vea que, con eso, se le escurre la otra posibilidad, que es la de poner al delantero de Manchester City en lugar de Lo Celso, tal como se desempeñaba en sus orígenes en la selección juvenil y sub 23 de Fernando Batista, cuando transitaba correoso por las bandas mientras la referencia de área era Adolfo Gaich.
Uno de los “planes B” se echó a perder sin Joaquín Correa. Se percibe, entonces, las razones por las que Scaloni en origen citó a uno y no al otro. Pero al fin de cuenta, no dejan de ser dos piezas de recambio. Es posible observar, entonces, un costado positivo. Porque si ese par de ausencias deja cosas en el camino, también se adquieren otras con los jugadores que ocuparán esos espacios.
Ángel Correa es más desequilibrante en el tramo final de la cancha. No es tan buen definidor como Joaquín, pero tampoco le falta gol. En tanto Thiago Almada, que no tiene el perfil de overol que podía dar Nicolás González, otorga en contraposición una clase distinta en el traslado y sabe cómo sacarse de encima rivales sin demasiado esfuerzo.
Un viejo compañero que regresa, Ángel Correa, y uno nuevo, Almada, que tratará de llevarse lo mejor posible para que los días sigan siendo tan disfrutables como siempre. Falta poco para el final. Sería una lástima que todo se empiece a complicar ahora. Mejor pensar en positivo.
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