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Bolivia-Argentina. Scaloni no copiará la fórmula de Pekerman: un viaje de 15 años entre el jugador que ganó en La Paz y el DT con ideas propias en la altura
Tenía 26 años Lionel Scaloni y el corazón de un toro. Por eso lo había convocado José Pekerman, porque la misión exigiría esfuerzo casi hasta la inmolación. La Argentina llevaba más de tres décadas sin ganar en el techo del altiplano boliviano. Se necesitaba un plan, y el entrenador lo tenía. Se necesitaba dinámica, oxígeno y coraje para asumir una excursión que desde siempre es traumática para la selección. Y Scaloni garantizaba ese ímpetu, hasta algo inconsciente. "Te insisto en que no nos fijamos dónde jugamos, sino en hacer lo mejor para la selección y conseguir los tres puntos. Los futbolistas que jugaremos en La Paz sólo pensamos en vestir esta camiseta, te lo digo con el alma. Cada uno quiere ganarse un lugar. Ese es nuestro sueño, no importa dónde es el partido", le contaba a LA NACION en marzo de 2005, un día antes de escalar hasta la cumbre.
Nunca había estado en los 3650 metros del estadio Hernando Siles, pero le sobraba confianza. "¿Cómo hay que jugar el partido con Bolivia? "De la misma forma que los demás; no creo que haya que hacer nada diferente. Es un partido por las eliminatorias y en eso pensamos, no en otra cosa", aseguraba el ‘Gringo’ de Pujato.
Ahora piensa diferente Scaloni, y está en todo su derecho. Sumó experiencia, cambiaron sus responsabilidades. Antes era una nota en el pentagrama, ahora es el compositor de la partitura. "Lógicamente jugar acá no tiene nada que ver con jugar en el llano. La dificultad es máxima. ¿Cómo influye la altura? Ahogar se van a ahogar todos, el tema es la sensación que uno tiene", asumió ayer, instalado en La Paz. Desde las 17, hoy como entrenador, su Argentina se medirá con Bolivia en un examen que nunca deja de ser problemático. La segunda fecha de las eliminatorias para Qatar 2022 pondrán a prueba las dos versiones de Scaloni: el futbolista intrépido o el técnico cauteloso y algo sombrío.
Al futbolista le fue muy bien. Hace quince años, cuando quería comerse la cancha, Scaloni se marchó contento. El plan de Pekerman funcionó. Citó a muchos futbolistas y armó dos equipos. El primero, el suplente, trepó hasta los dominios del cóndor. Una formación joven, liviana y con mucha capacidad para batallar. La selección comenzó perdiendo, pero siempre se mantuvo en el partido. Cuando olfateó algunas grietas entre los bolivianos, golpeó. Casi dos sopapos seguidos (minutos 57 y 63), y en el segundo tiempo. Y después soportó.
Pekerman dispuso un dibujo con recaudos, un 5-3-2, y mucho desdoblamiento. ¿Los elegidos? Abbondanzieri; Scaloni, Leandro Cufré, Nicolás Burdisso, Gabriel Milito y Clemente Rodríguez; Aldo Duscher, Esteban Cambiasso y Maximiliano Rodríguez; Luciano Galletti y Luciano Figueroa. Un gol de cada atacante selló la victoria. Scaloni le contaba a LA NACION después del partido: "Hicimos un planteo inteligente. Estuvimos bien parados y fueron pocos los momentos en que fuimos superados. No debemos detenernos en este éxito, ahora hay que pensar que se viene Colombia", analizaba. Y se animaba a más.
Para ese nuevo partido, cuatro días después, Scaloni no aparecería en la carpeta de Pekerman. Pero entendía el sentido colectivo y desde esa perseverancia, meses después, se ganaría un lugar en la lista para la Copa de Alemania 2006. Contra Colombia, el entrenador apenas repitió a Abbondanzieri y a Cambiasso, y con los Ayala, Heinze, Sorin, Riquelme, Mascherano, Crespo y Saviola, se impuso por 1 a 0 en el Monumental.
¿Cómo calificó LA NACION a Scaloni en aquel partido en La Paz? Bien, con un 6. El archivo recupera los conceptos: "Un batallador importante en la recuperación en la mitad de la cancha; solidario, con buena entrega y un despliegue físico interesante. En su sector le tocó controlar los avances del boliviano Colque, y rara vez se vio desbordado". Scaloni era intenso, atlético, combativo y jugaba con un fuerte sentido de pertenencia. En la selección, como en Deportivo La Coruña, entonces su club, donde dejó un recuerdo imborrable.
Pero Scaloni no repetirá la idea de Pekerman. Ni en la logística ni en el pizarrón. A diferencia de 2005, cuando la delegación aterrizó horas antes del encuentro, esta vez optaron por alojarse las dos noches previas en La Paz. Una estrategia inusual, que activó algunas polémicas. Pero no es antojadiza: el cuerpo técnico/médico hace meses que trabaja en esta dirección, innovadora. Convencidos de que es mejor sumar horas en la altura –y sensaciones, hasta los futbolistas patearon la pelota en el complejo de The Strongest– que arribar sobre el partido. Incluso, para evitar el estrés de las horas previas, con traslados y vuelos. Futbolistas de anteriores excursiones han contado que hasta el descenso del aeropuerto de El Alto (4100 metros) a los 3650 de la cancha, por un camino serpenteante, ya los descomponía. Porque aquí, el factor anímico también juega.
Consultado Scaloni sobre si podía sospechar algunas similitudes entre un partido y otro, en un puente imaginario de quince años, negó la posibilidad: "Tácticamente jugamos muy diferentes a lo que veníamos haciendo y a lo que vamos a hacer mañana". Tampoco Scaloni diagramó dos equipos, por eso esta tarde los titulares serán casi los mismos que vencieron a Ecuador en la Bombonera. Tampoco apostó por un trabajo psicológico, como si hubo en 2005, con el licenciado Marcelo Roffé, que buscó quitar condicionamientos con distintos ejercicios. Scaloni no siguió la receta de Pekerman. Es decir, más allá de que Scaloni fue protagonista de un triunfo histórico, no piensa recorrer las mismas huellas. La Argentina ganó tres veces en La Paz; las dos últimas (1973-2005), en un período de 47 años.
No hay dudas de que la dificultad de actuar en la altura existe. La naturaleza del juego se distorsiona, y hasta los que mejor se adaptan, sufren: en 2005, en el vuelo que los traía de regreso a Scaloni y compañía, Luciano Galletti, probablemente quien más había corrido, se descompensó en pleno vuelo.
Pero ayer Scaloni pareció exagerar. Tampoco pensaba así cuando patrullaba en el mediocampo o se lanzaba por el lateral derecho. "Bolivia es un equipo potente, es de los mejores del mundo jugando acá. Pierde poquísimas veces", detalló. Muy discutible. Conceptualmente, porque nadie pude anotarse entre los mejores si el loteo para catalogarlo se reduce a los únicos nueve países en el planeta que deben presentarse en La Paz. Y segundo, porque las estadísticas indican precisamente lo contrario.
A la Argentina le cuestan, y mucho, los desafíos en el Altiplano. Eso es verdad. Pero ya no sucede lo mismo con otros países, que desmienten ese potencial que le adjudicó Scaloni a Bolivia. ¿Qué rentabilidad ha sacado Bolivia en tiempos recientes en la altura? Ninguna. En las cuatro eliminatorias más cercanas finalizó ultima o anteúltima en la tabla de posiciones. Recién en el corte para 2002, al menos figuró séptima. Siempre en el furgón. Arrumbada por varias crisis dirigenciales, la selección y los equipos de la capital se encuentran casi en el subsuelo de América del Sur.
Apenas si se contabilizan las últimas tres eliminatorias, 2010, 2014 y 2018, Bolivia ganó 11, igualó 8 y perdió 7 de sus 26 partidos como local. Sólo el 53%. Durante estos tiempos, de La Paz se han llevado victorias desde Ecuador –podría entenderse como lógico–, hasta Colombia, Uruguay, Chile y también Venezuela. El porcentaje de éxitos en su cancha, por ejemplo, rumbo al Mundial Brasil 2014, únicamente rozó el 42%. Y en la ruta clasificatoria para Rusia 2018, si Bolivia hubiese ganado sus nueve cotejos en el Hernando Siles, con esos 27 puntos hubiera participado por cuarta vez en una Copa del Mundo. Pero no. Y Perú, con 26 unidades, sacó el pasaje a través del repechaje.
Todos esos datos contradicen la definición de "máxima dificultad" que describió Scaloni. Tan diferente al volante incombustible que en 2005 ni se fijaba dónde jugaba. Pasó el tiempo y pararse en distintos lugares cambia el panorama. El entrenador está pendiente de mil detalles que el jugador habitualmente no percibe. La Argentina necesitará esta tarde del Scaloni retro y el Scaloni reconfigurado: corazón y estrategia, porque como equipo no está en condiciones de despreciar nada.
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