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Selección argentina en Qatar 2022. Pasionales, divertidos y exagerados: la hinchada argentina que hace hablar al resto del mundo
El fenómeno del público argentino llamó la atención de las otras naciones y hasta es comentado por los futbolistas de otros seleccionados
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DOHA (Enviado especial).- Hay gente que tiene fascinación por los shoppings. Aquí hay decenas. Son todos inmensos. Es imposible ir a todos, e imposible, también, alcanzar a recorrer completo a alguno de ellos. Pero sin importar cuál sea ni qué sector, hay argentinos. Se los escucha, pero también es fácil identificarlos aunque no conversen. Por gestos, por actitudes.
Es muy difícil saber cuántos son, pero son muchos. En este Mundial, la Argentina se vio superada en cantidad de gente en dos partidos: contra Arabia Saudita, algo lógico por razones territoriales, y contra México. Pero hasta en esos encuentros en los que fue minoría, el público argentino se hizo escuchar. Es el más ruidoso, el más constante, el que no se detiene jamás.
Apenas terminado el partido ante Países Bajos, el de la noche deportivamente angustiante, Virgil Van Dijk, el defensor de Liverpool y que supo ser campeón de la Champions League, de 31 años y mil batallas, explicaba a la prensa neerlandesa lo que había sucedido con los penales. “Teníamos confianza, porque habíamos practicado penales. Pero no podés replicar lo de la práctica en un estadio lleno con 80.000 personas que te silban y un arquero diferente. Creí que estaba listo para esto, pero las cosas son diferentes, estas cosas pasan”.
Lo que expresó Van Dijk, hombre temperamental y seguro de sí mismo -tanto como para reconocer que el contexto lo intimidó-, explica una parte de lo que los hinchas argentinos provocan. Porque no fueron 80.000. Aunque en el Lusail entran 89.000, los argentinos serían algo más de 20.000. No más. El estadio Lusail es muy amplio, es tan gigante como aquellos shoppings. Pero los argentinos se hicieron notar igual. Aparte de los “hinchas extranjeros”, los de Bangladesh, India, Indonesia y tantos otros, trabajadores en este país, que alientan a la Argentina.
Algo similar había dicho su compañero Nathan Aké, defensor de Manchester City, antes del encuentro. “Vimos los partidos de la Argentina en el estadio Lusail y sus hinchas generan una gran atmósfera. Es increíble”.
Hay, en este tipo de análisis, una idea que puede confundir y poner a los hinchas en un lugar que no les corresponde. No son los protagonistas, el fútbol se decide en el terreno. Van Dijk dijo algo que puede sumar un agregado al ambiente, pero también tuvo tres compañeros que anotaron sus remates. La gente no gana partidos. Y la aclaración es tan necesaria como para que el tópico en cuestión sea descriptivo, pero no chauvinista.
Lo que sorprende es que siendo un país con notables carencias económicas, cada vez más acentuadas, el fenómeno se repite. Porque esto no nació en Qatar. Fue algo similar en Rusia 2018, y ni hablar de lo de Brasil 2014, a la vuelta de casa.
El destino, además de exótico, es costoso. Muy costoso. Pero aquí llegaron gentes de todo tipo. Desde los que se alojan en Barwa (las residencias de bajo costo, por 40 dólares por noche por persona), hasta los que viven en hoteles en los que se multiplica diez veces el valor. En la cancha, todos se expresan del mismo y pasional modo.
Luis Enrique, tras la eliminación de España del Mundial, también le dedicó palabras a la hinchada argentina. “¿Sabés que es lo más bonito de ser entrenador o jugador? La capacidad que tienes de hacer feliz a muchas personas que no conoces. Muchas veces veo a la selección argentina y la afición, que es la más pasional que conozco en el mundo…, llega un momento que veo a los jugadores argentinos y pienso: ‘Ufff, qué presión Dios mío de mi vida’. Como que no salga como quieren… Creo que eso más que ayudar perjudica. Ahora que estamos afuera, a ver si Argentina, que está en la misma universidad que nosotros, llega al lugar que merece”.
Otro ángulo, pero la misma definición acerca del fervor argentino. El entrenador español introduce un elemento extra, que es el del peligro de la exageración. El argentino que va a la cancha, que se cruza el mundo por un torneo, al parecer, le otorga al este deporte un valor muy grande. No estaría bien decir que sobredimensionado, porque son elecciones. Pero es el tipo de magnificación que provoca, más tarde, las grandes frustraciones cuando las proyecciones deseadas no se alcanzan.
No está de más decir que los futbolistas también comparten esa devoción. Después de cada partido se quedan un largo rato compartiendo el festejo con el público. Cantan y saltan como los hinchas. En eso también son diferentes a otras selecciones. Habrá presión, pero también autopresión.
Una buena porción de hinchas argentinos aquí en Doha no llega desde nuestro país. Son migrantes que viven en España, en los Estados Unidos, en Australia… y que encuentran en los Mundiales refugios de nostalgia, razones que los animan a retroalimentarse de sus necesidades tras el desarraigo.
Un día antes de cada partido, hacen colapsar Souq Waquif, con el banderazo, y obligan a un operativo policial especial para tratar de impedir lo que ya se sabe inevitable, los amontonamientos que bloquean el tránsito peatonal en la zona.
En los días de partidos de la Argentina, desde muy temprano, los subtes se inundan de banderas. Los empleados y voluntarios que permanentemente están dando indicaciones para conducir a esa enorme cantidad de público, suelen hacer un alto en sus tareas cuando la marea celeste y blanca se acerca. Sacan sus celulares, los graban para registrar un recuerdo de gente tan alocada. Lo que no registran en esa filmación son sus rostros, siempre con sonrisas incrédulas de lo que están viendo. Para ellos es muy sorprendente.
Hubo muchos ingleses y franceses en otro “clásico” del fútbol mundial. Entre los dos, coparon los 69.000 lugares del estadio Al Bayt. Pero más allá de algunos ratos de aliento con tambores, o de cantar La Marsellesa o God save the King, el estadio estuvo mayormente en silencio. Ni mejor ni peor. Distintas formas de sentir el mismo espectáculo.
La única nación que en esta Copa ha demostrado una entrega tan impulsiva como la de los argentinos es Marruecos. Y no son sólo marroquíes. Alimentados por la causa común árabe y las ventajas de cercanía, ellos también cantan durante todo el partido con un fanatismo contagioso.
El Mundial suele ser mucho más que fútbol. La idiosincrasia argentina ha marcado una tendencia en Qatar y resulta muy llamativa para el resto de los participantes. Es otro de los recuerdos que quedarán de este torneo.
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