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Selección argentina en Qatar 2022: la noche en la que apareció el animal competitivo del capitán y pulverizó el “Where is Messi?”
El rosarino no pudo convertir de penal, pero mostró parte de su mejor versión en la victoria ante Polonia
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DOHA (Enviado especial).- Se persignó y miró al cielo. Se desahogó porque sentía que el peso de lo que había pasado 23 minutos antes se le quitaba de sus hombros. Fueron eternos, porque la lupa está sobre su cabeza las 24 horas. Siempre fue así, pero aquí en Qatar, se amplifica el lastre. Todos, absolutamente todos, vinieron a verlo a él. Entonces, el penal que le atajó Wojciech Szczesny le dolía en el alma. Su gen competitivo lo estaba matando por la culpa. Por eso cuando volvió a tocar la pelota después de ese dolor lacerante, apareció el Lionel Messi más vertical, el de las corridas y el conductor. Algo que hasta esta noche no se había visto de él. Por eso la conquista de Alexis Mac Allister fue el bálsamo perfecto para lavar sentimientos y desatar la furia del capitán.
Si hasta acá sólo se había visto al mejor Messi afuera de la cancha, todo cambió en el estadio 974. Porque fue saludable ver que supo qué decir en el momento que había que hacerlo, porque también fue toda una señal que diera la cara cuando la selección argentina tropezó con Arabia Saudita y no dudó en confesar que estaban “muertos” por ese resultado y porque además se permitió contar que estaba más maduro y que ahora sí disfruta de jugar al fútbol. Pero esta noche nadie puede dudar que apareció el otro, el de siempre. El encantador, el que puede edificar cualquier sueño. Las bromas que se instalaron con el “Where is Messi?” se aniquilaron por completo, porque definitivamente ya nadie va a dudar acerca de la presencia del capitán argentino en esta Copa del Mundo.
Leyó el partido primero que nadie. Advirtió que ante la mezquindad de Polonia y el rigor físico de rivales rocosos y algo torpes, lo mejor era no hacerse golpear. Por eso retrocedió como no lo había hecho ante Arabia Saudita y apenas por momentos lo ensayó con México. En este duelo con Polonia mostró su repertorio de precisión para hacer jugar a los laterales, en especial a Marcos Acuña. Y hasta sacó el bisturí para dejar mano a mano a Julián Álvarez, que celebró De Paul, a pesar de que el delantero de Manchester City no pudo marcar su segundo tanto. Es que el pase de Messi fue una delicia corriendo por el césped.
Ironía del destino, el penal que le detuvo Szczesny no hizo más que lastimar el orgullo de Messi, porque desde ese momento el dueño de la selección argentina ofreció parte de su mejor versión. La gente también leyó que estaba herido el capitán, por eso hizo bajar con furia el aliento para el rosarino. Y para él fue como tener otra responsabilidad extra. Porque no había hasta este partido tomado la pelota Messi y se había desplazado “como Alberto Tomba en la montaña”, como aseguró el técnico polaco que hacía el 10 del equipo argentino cuando comenzaba a encarar y nadie podía detenerlo. Sin embargo, esta noche sí apiñó hasta 6 defensores polacos y después metió mal la zurda para lo que podría haber sido una obra perfecta.
No se quedó quieto. No podía hacerlo, pidió todas, sus compañeros se dieron cuenta, entonces, si naturalmente todos lo buscan a él, en este partido en particular, pareció una declaración de principios hacer pasar todo el juego por Messi. Cansado, evidentemente agotado, ni miró para el banco de los suplentes, para así evitar que le pregunten si quería salir. Cómo sacarlo, si sabe el entrenador que en un juego así, tocarlo puede ser un pecado para el orgullo de su capitán. “Si no me lo pide, no lo voy a sacar”, lo respaldó luego Scaloni.
Verlo en el campo, cuando no está en contacto con la pelota, caminando de un lado al otro, feliz después de los dos goles, pero masticando bronca por no poder hacer el suyo, permite comprender de qué está hecho Messi. Porque le duele saber que es el segundo penal que erra en una Copa del Mundo (el primero fue ante Islandia, en Rusia 2018) y no se trata de egoísmo, o quizá un poco, sino que su rabia es porque ama competir, no sabe hacer otra cosa. Y allí la selección argentina, también encontró que el mejor Messi apareció por completo, porque aun con 35 años, el argentino tiene el deseo intacto por ganar, por ser el mejor, por no dejarle nada a nadie.
Messi, además, rompió otro récord: alcanzó hoy la marca de 22 partidos jugados con el seleccionado argentino en Mundiales y de esta manera se transforma en el jugador argentino con más presencias en partidos de Copas del Mundo, superando la cifra de 21 encuentros que ostentaba Diego Armando Maradona desde su última presencia en Estados Unidos 1994.
El partido estaba definido, la selección ya ganaba por 2-0, no existía ninguna necesidad de sostenerlo en la cancha, un riesgo innecesario teniendo en cuenta que los octavos de final están a un puñado de días (el sábado próximo ante Australia), sin embargo, fue claro el mensaje de Messi en una acción en particular: se acercó hasta un costado de la cancha, Scaloni le habló, el capitán se tapó la boca para que nadie pudiera descifrar de qué se trataba la charla y en la acción siguiente pidió la pelota para seguir atacando a Polonia. En la cancha hasta el final.
Y para cerrar por completo la noche en la que Messi despejó todas las dudas, él se encargó de pedir una pelota en la mitad de la cancha, quedó enfrentado a Lewandowski, lo “sacó a pasear”, el delantero polaco le cometió falta, Messi se enojó el doble y cuando le pidió disculpas, el rosarino respondió con indiferencia. Enojado porque no pudo convertir, más alguna cuenta pendiente tras las declaraciones del polaco después de aquel Balón de Oro de 2021 que se quedó el argentino, resultaron una combinación explosiva para ver la tensión que se generó entre ambos. “A mí me enseñaron que todo lo que pasa adentro de la cancha queda adentro de la cancha y todo lo que pasa en un vestuario queda adentro del vestuario. De mí no va a salir algo de la intimidad”, dijo cuando se lo preguntó por ese cruce y las palabras que intercambiaron luego del encuentro, al oído, en secreto.
Recién cuando terminó el partido, Leo se permitió alguna sonrisa, cuando se acercó a saludar a los hinchas y hasta se animó a cantar alguna canción. Buscó en la tribuna también a sus afectos, porque se quedó mirado un buen rato como buscando algo, justo en el arco en el que no pudo convertir su penal. Dejó la cancha con un gesto que estaba lejos de una felicidad plena. En realidad, su postura corporal denotaba más tranquilidad que cualquier otro sentimiento. Y en realidad, eso también fue una señal magnífica para la selección argentina, porque ya no cabe duda dónde está Messi: aquí en Qatar y con su animal competitivo con más apetito que nunca.
A la salida del vestuario, camino a la concentración, Leo analizó: “Tuve el penal, con bronca por haberlo errado. El equipo no se cayó y salió fortalecido. Creo que por fin encontramos lo que somos, lo que veníamos buscando. El que entra sabe lo que tiene que hacer. Australia va a ser un rival durísimo”.
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