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Segura quedó atrapado en la AFA: ya no tiene poder, pero no dejan que se vaya
Ante la sugerencia de la IGJ y de la propia jueza Servini, aceptó seguir siendo presidente hasta que se constituya la Comisión de la FIFA
A los dirigentes del fútbol argentino los domina en los últimos tiempos una fuerza paranormal, cuyo rasgo principal es el ridículo. A la hora de tomar decisiones, eligen el peor camino posible. La AFA se volvió zombie desde que modificó el artículo 50 de su estatuto para que Marcelo Tinelli quedara habilitado como candidato a presidente. Perdió toda su capacidad de raciocinio y se partió en dos: tinellistas y antitinellistas. Fue hace un año y medio. Desde entonces, el virus se expandió a toda la entidad con sede en la calle Viamonte.
“Acá no hay rivalidades”, decía Luis Segura en mayo de 2015, a poco menos de un año de asumir como continuador de Julio Grondona. Lo hizo por mayoría absoluta (50 votos a favor y ninguno en contra), pero su autoridad duró lo que un suspiro: una semana después recibía los primeros llamados. Los clubes grandes hacían con él lo que siempre habían intentado con Grondona y nunca pudieron: someter al presidente a su voluntad. “Julio decía que llovía y todos agarraban el paraguas. Yo digo que llueve y todos miran por la ventana”, graficaba Segura en una entrevista con la nación. Todavía guardaba un retazo de poder; era un presidente en funciones. El paso del tiempo esmerilaría su grado de autonomía. En un año y medio, ya no decidiría nada. Así entró en decadencia su autoridad.
En diciembre pasado, cuando la AFA debía elegir a su nuevo presidente, la fuerza paranormal atacó con potencia. Contagió a las ¡siete! personas que contabilizaron los votos y la elección terminó 38-38 entre Tinelli y Segura, pese a que habían sufragado 75 asambleístas. “El empate 38 a 38 genera molestia y fastidio. Vamos a hablar para consensuar el fútbol que queremos”, prometió Tinelli aquel 3 de diciembre. Sin embargo, nada de eso ocurrió, porque para consensuar hay que saber ceder. La AFA de entonces, como ésta AFA, estaba empantanada en sus propios conflictos existenciales.
Un amparo suspendió la segunda vuelta de las elecciones, previstas para el 18 de diciembre del año pasado. Y el comité ejecutivo, en el que la mayoría de los dirigentes levanta la mano sin saber para qué, resolvió prorrogarle el mandato a Segura hasta junio de este año. Mientras tanto, la AFA trataría de resolver sus problemas puertas para adentro. Eso incluía una nueva negociación con el gobierno por el Fútbol Para Todos. Eso incluía a Daniel Angelici como nuevo secretario general de la AFA. En la práctica, como virtual presidente del fútbol argentino.
A principios de 2016, la gestión de Segura estaba paralizada: Emmanuel Ortega, de San Martín de Burzaco, se partió el cráneo en una cancha y murió. No hubo dinero para dotar a las canchas de colchonetas que salvaran vidas. Tampoco había un proyecto deportivo para los seleccionados juveniles. El AFA Plus, promocionado como “la” herramienta para desterrar a los violentos de las canchas de fútbol”, había entrado en vía muerta, agobiado por deudas millonarias y juicios cruzados entre la AFA y sus dos principales proveedores: la Universidad Tecnológica Nacional y Telecom. Además, Segura ya dormía con la que sería su enemiga, la Justicia: la jueza María Servini había designado a tres veedores en la Casa del Fútbol para auditar la ruta del dinero del Fútbol Para Todos.
Angelici se aprovecharía de la debacle de Segura. “Mauricio (Macri) no va a parar hasta no ver a alguno de ustedes presos”, les habría dicho el empresario del juego a varios colegas suyos en la AFA. Con las elecciones a dos meses de distancia, el emisario macrista en el fútbol cosechaba más rechazos que amistades. El método lo condenaba. En ese escenario, las cuentas comenzaron a fallar: de cara a las elecciones en la AFA, el favorito era Claudio “Chiqui” Tapia, sindicalista como su suegro Hugo Moyano, representante de los más débiles. Un combo letal: la beligerancia angelicista contra el “inventor de los aprietes”, tal como Moyano se bautizó.
Como los números no cerraban, el Gobierno pergeñó una idea llamada Superliga. Cuatro de los cinco clubes grandes (sin el moyanista Independiente) iniciaron reuniones secretas. Era un plan maestro para “dotar al fútbol argentino de nuevos negocios que sirvieran para financiar a todas las categorías”. En realidad, una primera división con marketing. En definitiva, la ruta para evitar que la AFA cayera en manos de Moyano y Tapia.
Hasta la Justicia fue funcional al plan. Servini habilitó a la Inspección General de Justicia para que encontrara una salida al problema. La IGJ, un lugar donde gobierna Sergio Brodsky, viejo conocido de Angelici, puso dos veedores por 90 días y canceló las elecciones. A los dirigentes de la AFA que no querían la Superliga sólo les quedaba la FIFA. Desde Zurich escudriñaron el fútbol argentino y resolvieron nombrar a una comisión normalizadora, que gobernará la AFA hasta junio de 2016. Entrevistaron a 14 candidatos. Hoy, muchos de ellos no saben si asumir o no.
La lucha Tinelli versus Segura se transformó en un enfrentamiento entre los que apoyan o rechazan la Superliga. Tan fanáticos de un lado como del otro. “No mientas más. Vos dijiste que ese proyecto era inviable”, le espetó Tapia a un presidente de un club de Primera que antes votaba en contra y ahora apoya la Superliga. El pase de facturas ocurrió en medio de una asamblea que tuvo dos cuartos intermedios. Algo que prohíbe la IGJ.
Segura, mientras tanto, flota sobre la crisis como un zombie. Servini lo procesó y lo embargó en $50 millones. Pero ante la sugerencia de la IGJ y de la propia jueza, aceptó seguir siendo titular de la AFA hasta que se constituya la Comisión Normalizadora de la FIFA. Se mantiene en el cargo, pero ni siquiera presidió la Asamblea. Se considera un presidente con mandato “recortado, casi inexistente”. Ni siquiera piensa en un sucesor para Gerardo Martino al frente de la selección. Su poder, licuado desde el 50-0 post muerte de Grondona, es menos que testimonial. Ya no firma ni los boletines oficiales.
Candidato a presidente en diciembre, renovó su mandato dos veces por fuera de las urnas. Primero lo hizo el comité ejecutivo. Hace unos días, la IGJ. En el medio, Segura renunció varias veces. Sólo hizo pública una, la penúltima. Ya avisó que el tiempo que le habían pedido expiró y que quiere “previsiones”. No hubo respuesta. No lo dejan marcharse, aunque quiera. La única que lo devolverá a su casa, a su vida anterior, es la FIFA. Mientras, deambula.
acg/jt
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