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Sebastián Battaglia en Boca: de ser el candidato ideal como DT al peor final; la gestión de un ciclo que nunca arrancó
El Consejo de Fútbol liderado por Riquelme despidió al entrenador tras la eliminación ante Corinthians de la Copa Libertadores
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Pocas veces se le da la oportunidad a un entrenador como sucedió con Sebastián Battaglia. Juan Román Riquelme, en su rol de vicepresidente de Boca y presidente del Consejo de fútbol, le dijo que iba a ser el DT de la primera muchos meses antes de haber decidido echar a Miguel Angel Russo. Eso le dio un plafón increíble a quien es el futbolista más ganador de títulos en la historia xeneize. Al comando de la reserva, no sólo compartía entrenamientos y veía (y evaluaba todo lo que pasaba internamente con Russo y su plantel) sino que además proyectaba, con su trabajo en su equipo, los chicos que luego él iba a tener como recambio y soluciones para “su” primera división.
Sólo Battaglia sabe si, cuando llegó realmente su momento, él sintió que estaba preparado para el desafío, si hubiera convenido (como el ciclo anterior se dio con un corte abrupto), esperar un entrenador más (otro período) para luego sí tomar las riendas, terminar de prepararse y ser el DT que alguna vez soñó Riquelme.
Su presentación oficial fue el 21 de agosto de 2021. Victoria ante Patronato 1-0 sobre el final con una fórmula made in la Reserva de Battaglia: pase filtrado de Aron Molinas, desborde y centro pinchado de Exequiel Zeballos y gol de cabeza de Luis Vázquez. Pero su estreno se había anticipado en los partidos ante Banfield (0-0) y San Lorenzo (derrota por 2-0) cuando la Reserva tuvo que salir a poner la cara por los errores de los mayores (cuerpo técnico de Russo, dirigentes y jugadores) en los incidentes contra Atlético Mineiro, en Brasil. La eliminación de la Copa Libertadores (injusta, en eso sí acertó Riquelme), Boca-institución la terminó pagando también en el certamen local.
Ese muy buen partido de la Reserva de Boca ante Banfield, y los atenuantes del clásico con el Ciclón, quizás lo envalentonaron a Battaglia para anticipar el “sí” que le dio a Riquelme tras el despido de Russo. Sólo él lo sabe. Pero, a partir de ahí, el tema fue empezar a ver al Battaglia entrenador, a partir que le tocó –oficialmente- asumir como DT xeneize. El equipo de Russo terminó dando una imagen muy pobre, casi no pateaba al arco, los centrales se pasaban la pelota entre ellos y prescindía de su línea de volantes para generar juego y situaciones. No había funcionamiento, por lógica tampoco situaciones. Porque una chance de riesgo se puede fabricar de pelota parada, con un remate desde afuera del área o con un error del rival. En los últimos partidos, el Boca de Battaglia estaba igual que el último Boca de Russo. Mostró la misma imagen. Sin juego, sin sociedades.
Tuvo atenuantes que juegan a su favor: Battaglia heredó las suspensiones de Villa, Izquierdoz y Rojo en la Copa Libertadores, pudo haber tenido mala suerte con las lesiones repetidas y en la zona de la zaga central: Zambrano, Izquierdoz, Figal, Aranda, Ávila...
El ciclo de Battaglia tuvo dos títulos pero incluso pudo haber terminado antes, el día después de suspender la conferencia de prensa tras el empate (mereció perder 4-1) ante Godoy Cruz 1-1, resultado que lo había dejado expuesto una vez más. Pero al día siguiente, Battaglia llegó al predio de Ezeiza y dijo tener fuerzas para seguir. El Consejo estuvo a punto de echarlo, pero le dio una chance más. La historia es conocida: Boca repuntó con victorias que le dieron un nuevo impulso al entrenador tanto para ganar la Copa de la Liga 2022 como para seguir adelante (hasta este martes) en la Copa Libertadores. Pero todo fue un placebo, incluso las mejoras de algunos rendimientos puntuales y la conquista de un nuevo título. Es cierto que Boca crecía, pero tenía que ver con un funcionamiento colectivo que pasaba de los dos puntos a seis. Aún dando una nueva vuelta olímpica, el Boca de Battaglia seguía muy lejos de lograr una solidez colectiva que lo ilusione con ganar un certamen internacional, el gran objetivo.
Fue un ciclo que no se desangró porque llegó a su fin, sino porque nunca arrancó. Nunca se supo cómo pretendía jugar Battaglia, cuál era su estilo de juego, cuál era su sistema táctico preferido, por más que en el último recorrido le dio continuidad al 4-1-4-1; quiénes eran sus jugadores intocables, los que arman la columna vertebral de cualquier estructura que se ramifica con solidez; quiénes eran los defensores de su plan de juego. En la eliminación ante Corinthians, en la Bombonera, ni siquiera hubo volantazos finales, cambio de nombres o de estructura para desbloquear el cerrojo defensivo de 5-4-1 propuesto por el conjunto brasileño. Cada decisión pareció mostrar urgencias, no soluciones.
Ni siquiera la victoria ante River, en el Monumental, a la que accedió por el gol de Sebastián Villa y el error defensivo millonario, además del partido consagratorio del arquero Agustín Rossi, le sirvió a Battaglia como impacto anímico para usarlo a favor de una reconstrucción futbolística que le empiece a dar otro rodaje. A cada paso hacia adelante en el ciclo Battaglia le siguieron dos para atrás.
Mucha voluntad y pocas ideas en el último partido
No hay nada peor para un DT que no sentirse representado por su equipo. Pero hasta en eso es muy curioso el ciclo Battaglia. No se supo si el entrenador se sentía a gusto con el equipo porque nunca se vio con nitidez cuál era su estilo. Independientemente de los resultados o si la pelota pegaba en el palo, lo que nunca se vio en el Boca de Battaglia fue una intención sostenida de “vamos a atacar por acá” o “vamos a defender así”. Ni la Bombonera tuvo a favor. Frente a Corinthians terminó tirando 38 centros, atacando por afuera siempre en inferioridad numérica 2 vs. 4. Porque el equipo brasileño le doblaba marcas a Fabra y Villa por afuera, y a eso se le sumaba un volante de contención y la línea de cal, que siempre juega para el que defiende. La desesperación de Villa y Benedetto fueron un reflejo de la falta de un plan claro, de una idea trabajada con convencimiento.
Battaglia llegó y se va de Boca sin argumentos futbolísticos para sostenerse, sin cambios que modifiquen el rumbo de un partido ni estrategias o planificaciones que sorprendan desde el pizarrón a los entrenadores adversarios.
A favor, le cuentan la valoración y cotización de Luis Vázquez, la oportunidad real que dio a Zeballos para sentirse titular, Agustín Rossi convertido en especialista en atajar penales, algunas decisiones de conducción con las sanciones a Almedra y Varela en medio de la tormenta y… poco más.
Que haya tardado tanto en definir un 5 que lo represente en el campo de juego (Alan Varela) es otro reflejo de lo que fue su mandato futbolístico. Justo él, que nació 5: arrancó con Jorman Campuzano, luego lo puso a Alan Varela, probó a Esteban Rolón. El anteúltimo experimento (Pol Fernández) recibió elogios que le duraron… dos partidos. Jugaron futbolistas lesionados o dando ventajas desde lo físico, los méritos para definir a titulares y suplentes también recibió cuestionamientos y casi que no logró potenciar a ningún futbolista, salvo los mencionados. Los respaldos no tenían continuidad. El mejor ejemplo fue Molinas, titular un día; suplente otro. Nunca le encontró la vuelta a los goles recibidos de pelota parada ni a los vaivenes anímicos, sobre todo el ponerse en ventaja y no poder ganar.
Ni siquiera la obtención de la Copa Argentina a fines de 2021 le dio estilo o valoración al ciclo. No porque lo haya conseguido por penales tras igualar 0-0 con Talleres, sino porque lo que se le cuestiona al actual Boca ya lo tenía aquél. Ese equipo también jugaba mal, como el que igualó ante Arsenal (2-2), Lanús (1-1) y Godoy Cruz (1-1), pero le alcanzó con poco para dejar en el camino a Patronato (también por penales) y Argentinos (1-0).
Con la vuelta olímpica de la Copa de la Liga pasó algo similar. De un andar muy irregular en la etapa de zonas, luego sí le ganó bien a Defensa y Justicia (2-0) y Tigre (3-0) en la final, un partido decisivo que se abre en Córdoba en el descuento del primer tiempo y con un error. Hasta ahí era todo parejo, aunque luego la jerarquía individual marcó la diferencia.
De los 55 partidos oficiales que Battaglia dirigió a Boca (sin contar los excepcionales cruces con Banfield y el Ciclón), en apenas 11 ganó con más de tres argumentos futbolísticos y jugando bien: Platense (3-1), Rosario Central (2-1), Atlético Tucumán (2-1), Huracán (3-0), Aldosivi (3-0), Central Córdoba (8-1), Always Ready (2-0)- aunque ahí tuvo el condicionante que jugó más de un tiempo con un futbolista adicional-, Defensa y Justicia (2-0), Tigre (2-0 y 3-0), Barracas Central (3-1). En esta estadística habría que marcar también un empate: ante Corinthians (1-1), en la etapa de grupos de la actual Libertadores. El último ante Corinthians, la eliminación por penales, jugó mal. Tuvo voluntad de ataque y fue, pero sin ideas y con poca eficacia en la toma de decisiones y eficacia en pases y definiciones.
En la comunicación de lo que el equipo mostraba en la cancha, Battaglia también quedó tan en deuda como aquella frase de Gustavo Alfaro: “Quiero terminar mi contrato con Boca y recuperar mi vida”, había dicho el último técnico elegido por Nicolás Burdisso en la gestión de Daniel Angelici. “Los empates también suman puntos”, fue una de las frases que condenaron a Battaglia (en un club como Boca) luego de la igualdad con Lanús. En la última conferencia, la falta de autocrítica y el reparto de culpas al Consejo (que también salpicó, aunque sin quererlo, al plantel) también fue desafortunada por el contexto y las ventajas que le había dado Corinthians. La última imagen futbolística del Boca de Battaglia fue pobre.
El episodio del micro, tras la derrota con Gimnasia 0-1 en la Bombonera (el 30 de octubre de 2021), marcó un quiebre que no tuvo retorno en la confianza entre cuerpo técnico y dirigentes. Es cierto que después le renovaron el contrato, pero ya nada fue igual. No por la frase de Battaglia “Me voy antes que me ocupen el vestuario”, dirigida a Riquelme, sino porque la renovación para el 2022 y la llegada de refuerzos de jerarquía en enero pasado no le dieron mayor jerarquía al equipo. Boca jugaba mal, hasta Central Córdoba lo puso en jaque en la Copa Argentina 2022. El triunfo por 4-1 no tapó todo. Muchos piensan que Battaglia, en ese episodio del micro: “Si ese día le hubiera dicho que no…”, que nadie bajaba, que podrían hablarse las cosas en el vestuario al otro día, en otro contexto y no frente a las cámaras y que… Quizás el “no” de Battaglia debió ser anterior. Cuando el Consejo echó a Russo. Quizás un “no, todavía no”, le hubiera dado tiempo para prepararse mejor para ser el próximo DT de Boca.
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