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Sarmiento de Junín en Primera: a 40 años del increíble viaje en tren que dejó una ciudad vacía por un sueño de campeón
Una procesión en un tren exclusivo para hinchas del Club Sarmiento. Un partido en Banfield a las cinco de la tarde. Un sábado en la llanura bonaerense de una Junín que amaneció soleada. Hay banderas, viandas, panes y perros teñidos de verde. Se viene un partido clave, porque ganar significa alejarse de Atlanta en la punta y transformar el sueño en chance concreta: ser campeón en la B y ascender a Primera. No es la última fecha, pero es necesaria la victoria de visitante para definir una semana después de local contra un casi descendido Chacarita. Es 1° de noviembre de 1980 y la hazaña está muy cerca. Son 10.000 hinchas que viajan 260 kilómetros en cientos de autos, colectivos, camiones... ¡y hasta en una formación ferroviaria entera!
"No me quiero morir sin ver a Sarmiento en Primera", repetía Ernesto Onofre Sabella, el presidente del club. Esa mañana de sábado, aún faltaba una semana para la concreción del deseo de un dirigente que estuvo seis mandatos al frente de la institución. La odisea en el tren de la línea San Martín está por comenzar. El viaje, la caravana y el partido que se viene son el símbolo de un equipo que forjó una mística combinando juventud y experiencia, aspereza y efectividad, templanza y talento. Pero para ser campeones en la B hay que aprender a jugar con los códigos de la categoría. ¿Es posible encontrar en la rudeza una pizca de buen fútbol?
Los bigotes de la B
José Raúl "Toti" Iglesias duda de sus características futbolísticas y evalúa la posibilidad de abandonar el fútbol. Tiene 23 años y un pasado en San Lorenzo y All Boys. Llega a Junín luego de un proceso personal que define como "muy malo". Antes de jugar en la segunda categoría del fútbol argentino no usaba bigotes. "Cuando se arma el proyecto, pienso ‘en la B te matan a patadas’. No me puedo dar el lujo de que no pase nada. Me dejé los bigotes para parecer más fuerte, más grande, más duro y más malo", recuerda en diálogo con LA NACIÓN.
"No puedo ser un tiernito, con cara de nene y que me maten a patadas", dice el delantero que disputó los 38 partidos del torneo. Los bigotes no fueron un síntoma de la moda ni una cábala. "Cuando empecé a hacer goles, pensé: 'No me saco los bigotes ni loco, a ver si se escapa el campeonato". Y así, con oportunismo y velocidad, el Toti convirtió 25 goles en el torneo. Aún hoy, sus amigos, se burlan del bigote: "¡Parecías Freddie Mercury!". El delantero que quiso aparentar rudeza empezó a parecerse a su ídolo musical, el líder de Queen, la banda que no pudo ir a ver al estadio de Vélez en 1981 porque Sarmiento ya jugaba en Primera.
"Una ciudad vestida de verdese ha impuesto nuevamentela más brava juventudy la lógica otra vez volvió a triunfargallarda figura,invencible,es el verde bravo oncede Sarmiento Football Club".
Por la calle Roque Sáenz Peña, centro de la ciudad de Junín, los parlantes que suelen usarse para pasar publicidades hacen sonar la marcha de Sarmiento. Los jugadores firman autógrafos, escuchan promesas de los hinchas y reciben regalos. Mingorance, una casa de ropa elegante, les cambia un traje por un gol. El Toti Iglesias le dice a sus compañeros "Me da vergüenza. Por favor, rifemos los trajes entre el plantel, si no pongo una sastrería". A su esposa, Esther, también le da vergüenza ir a la carnicería porque le dicen "llévelo, llévelo" y no le quieren cobrar nada. Una ciudad entera habla del partido que se jugó y del que se está por jugar: los que van siempre y los que no fueron nunca quieren estar ahí. En las mercerías ya no queda más tela verde para vender. En la semana previa al partido con Banfield los jugadores se aíslan en el Parque Natural Laguna de Gómez para poder concentrarse. Las sensaciones en Junín son ambiguas, hay un clima de fiesta cargado de ansiedad.
"No siempre es fácil viajar a Buenos Aires a ver un partido, pero la gente de Junín se enloqueció y quería acompañar a Sarmiento a toda costa", cuenta Ítalo Marone, socio del club desde 1950 y jubilado ferroviario. "Había tanta gente que los medios no alcanzaban y a alguien se le ocurrió decir: 'Vamos a pedirle al ferrocarril que nos arme un tren".
Una idea a la altura de la hazaña. Un viaje organizado por hinchas que coordinaron con los directivos del ferrocarril. "Los pasajes no se vendían por boletería, los organizadores los vendían por su cuenta y después le pagaban al ferrocarril". Ítalo era Jefe de mantenimiento de material remolcado, por eso tenía la posibilidad de intervenir para facilitar el armado de los trenes: "Yo estaba trabajando en el ferrocarril donde se disponían los coches, acá en Junín no había y teníamos que pedírselos a Retiro".
El documental sobre aquel ascenso de Sarmiento
Además de un hincha ferroviario, los organizadores tenían otra carta a su favor: el partido se jugaba un sábado por la tarde y los fines de semana las formaciones de los trenes porteños se reducían, dejando vagones disponibles con los que se podía armar un tren especial. Con eso vino un nuevo problema y una nueva solución: "Los coches de la sección local no tienen sanitarios, entonces había que poner dos coches de la sección local y un coche de pasajeros de larga distancia que sí tenían baño". Ítalo repite la fórmula: "Dos de la local, uno de la línea general, dos de la local, uno de la línea general". Así se armó una formación con 14 vagones identificados cada uno con una letra.
El tren: un pueblo que se hizo ciudad
Entre Junín y Banfield no existe una conexión directa por vía férrea. Para llegar a destino hay que usar tres de las seis líneas que componen la red ferroviaria argentina. Salir de Junín por la línea General San Martín. Ir hasta Santos Lugares. Tomar un desvío a no más de 40 kilómetros por hora. Esperar a que les den pase. Empalmar con la línea Sarmiento. Seguir hasta Haedo. Empalmar con la línea General Roca hasta Banfield. Más de 6 horas para recorrer 260 kilómetros.
Con la llegada del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico en 1884 y de los talleres del Ferrocarril de la Provincia de Buenos Aires cambiaron la ciudad y la vida de los juninenses. Ítalo empieza a trabajar como ferroviario a los 17: "Fui a la escuela industrial y a los mejores promedios les daban la oportunidad de entrar en el taller. Ingresé como aprendiz, trabajé 42 años y me jubilé en el puesto más alto como jefe de departamento de mecánica". La ciudad crecía. Mientras Ítalo empezaba su carrera ferroviaria, se estaba construyendo el estadio Eva Perón.
Ítalo es el séptimo hijo varón de los Marone, pero no tiene de padrino al Presidente. Nació en Buchardo, provincia de Córdoba, porque a su padre lo habían trasladado como inspector de vía. A los cuarenta días de vida se mudó con su familia a Junín, a los tres años empezó a ver los partidos de Sarmiento arriba del techo del Ford A de su padre, a los ocho ya entendía de fútbol. Cuando en 2012 publicó junto a Roberto Dimarco el libro "Club Atlético Sarmiento de Junín (50 años de historia en el fútbol profesional)" se consolidó como el historiador del club.
¿Cómo se armó el Sarmiento del 80?
A la figura del Toti Iglesias se sumaron otros nombres de jerarquía: Roberto Mario Espósito, Rubén Oscar Glaría, Marcelino Britapaja, José Monserrat, Oscar Rubén Peracca, Néstor Hernandorena. Y, sobre el cierre del libro de pases, llegó el acuerdo con Rodolfo Fischer. A pesar que varios clubes querían al Lobo, el ídolo de San Lorenzo cumplió con su palabra y fichó para el club de Junín. "Se fue creando una mística muy importante", cuenta el Toti, quien hace algunos días se reunió con Peracca y Glaria. Los tres recordaron los comienzos del proyecto: "Llegamos uno de cada pueblo. Armaron un rompecabezas que no se sabía a dónde iba. De hecho, perdimos los dos primeros partidos por goleada. Eso podía ser cualquier zafarrancho". De visitante, Sarmiento perdió 3 a 1 frente a Argentino de Quilmes y 5 a 1 contra Deportivo Español.
"Varios de los jugadores habían participado del seleccionado argentino, pero la campaña empezó mal con el técnico Oscar Cadars, porque de 12 partidos jugados ganó seis y perdió seis. Con esa campaña no se llega a campeón", repasa Marone, el historiador del club, quien recuerda que la intención de los dirigentes fue armar un equipo poderoso y experimentado.
Las imágenes hablan por sí mismas. Toti Iglesias recurre a los recuerdos transformados en fotogramas para explicar la evolución y el contagio de los seguidores del Verde. "Si ves las fotos, cuando arrancó el torneo, en las primeras cinco fechas hay nueve filas llenas de gente. Pero en la fecha 25, ves el estadio explotado". Es que el equipo no sólo deslumbró a los juninenses: al Eva Perón empezó a ir gente de todos los pueblos cercanos, las entradas había que comprarlas de forma anticipada y el sueño fue creciendo poco a poco. "Se convirtió en el campeonato que todos querían ver", recuerda el delantero.
Esa motivación en carrera ascendente tiene una explicación. Cuando llega a la dirección técnica Juan Carlos Montes, el DT que hizo debutar a Diego Maradona en la primera de Argentinos Juniors y que consiguió el primer campeonato de Newell’s en 1974, la historia cambia. "Montes hace una rueda completa invicta. Eso le permitió a Sarmiento –al término de la primera rueda– estar en la primera posición", argumenta el historiador.
Antes del viaje a Banfield, hay una derrota de Sarmiento teñida de escándalo que le otorga más dimensión al campeonato. Fue frente a Nueva Chicago y de visitante. La única caída en 25 partidos desde la llegada de Montes. La hostilidad de los hinchas de Mataderos se explicitó en golpes a los jugadores, vestuarios inundados y un penal inexistente a favor de Chicago.
"Cuando pierde ese partido, Atlanta lo alcanza y faltaban seis fechas. Sarmiento tenía que ganar para poder ser campeón, no podía perder más puntos. Juega tres partidos seguidos, los gana y luego toca el cuarto en la cancha de Banfield", recuerda Marone. El entusiasmo crece. El sueño del presidente Sabella está cerca y es un deseo colectivo. Los hinchas, contagian, pero hay que calmar la ansiedad. Es sábado 1° de noviembre de 1980. Si gana Sarmiento y pierde Atlanta, los de Junín le sacan tres puntos de diferencia. Luego, sigue Chacarita, casi descendido, en Junín. En la ciudad no se habla de otra cosa. Antes, hay que llegar a Banfield por todos los medios.
1980: la odisea en Banfield
Los hinchas de Sarmiento ya tienen sus entradas para el partido contra Banfield y están listos para el viaje que 40 años después seguirán recordando. Ítalo colabora en la organización del tren, pero va en auto: "El tren salía el sábado a la mañana y yo trabajaba. Fuimos con mis hijos y la invité a mi señora".
José "Pepe" Greco, al igual que Ítalo, es hijo de ferroviario. Su padre, Bautista Orlando, aprovechaba el pase gratis del tren para ir a ver los partidos de visitante con su esposa. De su padre, Pepe heredó el fanatismo por el Verde y veinte tomos encuadernados con revistas El Gráfico. Actualmente integra la subcomisión de jóvenes del Club con sarmientistas de entre 30 y 90 años y sus caniches Mora y Frida corren entre las tribunas vestidas con camisetas de Sarmiento.
El sábado a la mañana, Pepe llega a la Estación Junín con su papá y su hijo de 10 años. En el andén central hay hombres de traje y corbata y otros con chombas de moda, camisetas del club, pilusos, gorras con viseras o boinas, hay mujeres con ruleros y pibes en bicicletas. Las fotos son en blanco y negro, pero hacen visible por qué no quedó tela verde en las retacerías de la ciudad.
"Una vez que subimos empezaron a pasar las banderas de ventanilla en ventanilla, estaba todo el tren embanderado, de los dos costados, desde el primer vagón hasta el último. Cuando el tren agarraba alguna curva se veía todo el embanderamiento. Eso emocionaba mucho, le daba un colorido que no tiene cualquier tren. Cuando pasábamos por algún pueblo la gente se asomaba y saludaba".
Pepe recuerda el trayecto y las esperas para empalmar con las líneas principales, pero también recuerda la fiesta: "Andaban con bombos y cornetas cruzando los pasillos. Cuando entraba el bombo al vagón nos poníamos todos a gritar".
Las diez cuadras que hay entre la Estación Banfield y la única entrada visitante del Estadio Florencio Sola fue una peregrinación en la que se encontraban los pasajeros del tren con los de los autos, los micros y los simpatizantes que viajaban desde otras localidades del noroeste de la provincia de Buenos Aires, Capital y La Plata. Ítalo busca un lugar tranquilo para estacionar y lo encuentra a tres cuadras del estadio. Conviven la policía montada y los vendedores del palito helado Laponia. Los vecinos se asoman en las terrazas para verlos pasar.
Los hijos de Ítalo, Oscar y Daniel, son mellizos de 17 años y Mario, el más chico, tiene 9. Ellos son locos por Sarmiento, pero Nelly, su esposa, está pisando un estadio de fútbol por primera vez. "Mi señora estaba asombrada, le llamaba la atención ver tanta gente, algunos cantando, otros gritando. Los cantos no eran con palabras muy santas. Para ella era una gran novedad. Nosotros fuimos por lo que pasaba adentro de la cancha, no tanto por lo que pasaba afuera".
Como leones adentro de la cancha
Cuando el Toti Iglesias tenía 11 años caminaba cinco cuadras desde su casa hasta la vieja cancha de San Lorenzo, en Boedo, para entrenar en inferiores. Su padre, José, de oficio colectivero de la línea 42, había fallecido a raíz de un cáncer. Su madre, Haydeé, se había hecho cargo de un bar comedor en el centro de Buenos Aires. Era el año 1971 y el Toti recuerda que en esa época no era tan raro que un niño pudiera andar solo en la calle.
El hijo único agradecerá, mucho tiempo después, a la madre: "Ella fue un sostén importante, me bancó y no tuve que salir a trabajar de chico". Aunque también dirá que, cuando debutó en la primera de San Lorenzo a los 18 años de la mano de Alberto Rendo, tuvo que abandonar la escuela. Le quedaban sólo cuatro materias en la Escuela Nacional de Educación Técnica ENET N° 26. Luego del abandono, hubo una promesa: "Vieja, un día me voy a recibir". Pero ahora, el delantero que piensa que es un hombre afortunado en la vida está en el vestuario de la cancha de Banfield y tiene la número 7 en la espalda. Faltan 11 años para que regrese al colegio Industrial y cumpla lo que le prometió a su madre. Hoy, los jugadores de Sarmiento, se prometieron ganar el campeonato.
El equipo llega al estadio y se dirige al vestuario. Antes de cambiarse los planteles de ambos equipos se cruzan. Toti Iglesias se encuentra con un ex compañero de San Lorenzo, el 9 de Banfield: Claudio Premici, a quien define como "un tipo querible, un buen muchacho". Ambos conversan hasta que Premici procura vaticinar el futuro inmediato y dice: "Ustedes están ahí, a punto de ser campeones, pero lamento decirte Toti que es casi imposible que hoy nos ganen. Nosotros estamos muy bien, estamos muy fuertes y los tenemos que voltear". Toti hace silencio y se va a vestir de verde.
Faltan algunos minutos para las cinco de la tarde. El equipo pisa el césped del Florencio Sola. Y, cuando se topan de frente con la tribuna, la caravana de hinchas más grande la de historia de Sarmiento genera un efecto sorpresa. "Nosotros estábamos motivados, pero hasta ahí. Cuando salimos por el túnel y vimos que la tribuna frontal que hoy es platea estaba explotada de gente de Junín no lo podíamos creer. ¡Está todo Junín! ¡Está toda la ciudad acá!, decíamos", recuerda el goleador. Toti tiene razón. Según el Censo 1980 había 64.720 habitantes en la planta urbana de Junín.
Según el diario La Verdad, de Junín, la crónica de la jornada describe: "Un festejo por anticipado, un aliento incesante era la música de fondo de una tarde espectacular. Allí el espectáculo fue inalterable, hasta que Roberto Espósito asomó su figura por el túnel, lo que dio rienda suelta a todo un entusiasmo extraordinario".
Toti Iglesias nunca le respondió a Claudio Premici con palabras. La respuesta fue hecha de fútbol. "Los pasamos por arriba, era como si jugara el Bayern Munich contra Sacachispas. Salimos a la cancha, vimos esa tribuna y éramos leones. Con los años me volví a cruzar a Claudio y me dijo: ‘La verdad, increíble lo de ustedes. Nos mataron’. ¡Y claro, sabés como veníamos!", se exalta el delantero, que esa tarde convirtió un gol con más gambeta que oportunismo.
A los 22 minutos del primer tiempo, Alberto Ortega desborda por izquierda, juega de memoria y mete un pase en profundidad entre los centrales de Banfield. El pibe de 23 pica hasta la puerta del área y llega al balón antes que el arquero. "Yo jugaba en la delantera con el Lobo Fischer, que era un tipo muy veterano, era como jugar hoy con Lisandro López. Él no estaba para ir al choque, para ir a pelearlas a todas, jugaba más de atrás. Yo volaba. Entonces, gambeteo al arquero hacia afuera, la pelota se me va muy sobre la línea, engancho para adentro, gambeteo a un defensa y le rompo el arco", describe Toti. "Es un gol memorable". A los 19 del segundo tiempo, de penal, Iglesias convierte el segundo y final 2 a 0. Falta una semana para el partido contra Chacarita.
"¡Dios mío, estamos metidos en un tema que no podemos defraudar!", dijimos. "Es como la película que termina con un final feliz. Primero arranca más o menos, luego te empezás a entusiasmar y pensás 'puede ser'. El muchachito se queda con la chica".
–¿Y el muchachito de esta película, sos vos, Toti?
–Tuve la suerte de ser el actor principal. Cuando me dieron el guión yo no tenía ese papel, era el cuarto guitarrista. Pero cuando terminó la película, en los carteles finales apareció mi nombre en grande. Mis compañeros me catapultaron a que yo tomara cada vez más impulso y más fuerza. Los grandes me cuidaban mucho. Ellos sabían que yo podía ser un actor principal. Ellos lo sabían, pero yo no.
Una semana después, Sarmiento le ganó a Chacarita 2 a 1 con un gol agónico del Toti a los 42 minutos del segundo tiempo. El delantero que estuvo a punto de abandonar y luego brilló en Huracán y Racing, cumplió dos promesas. Ascendió a Primera en 1980 con Sarmiento y en 1991, a los 34 años, terminó la secundaria en el colegio Industrial y le llevó el diploma a su madre. Se considera "un perro verde" porque hace 43 años que está casado con la misma mujer, aquella a la que le daba vergüenza irse sin pagar de las carnicerías de Junín. Tiene tres hijos y tres nietos. Todos nacieron después de 1980 y ninguno vio jugar a ese equipo que revolucionó la pampa bonaerense. Desde el 2018, el 1° de noviembre se celebra el ‘Día del Hincha de Sarmiento’ en honor a la caravana que dejó a una Junín vacía a la hora de la siesta. En la ciudad de los trenes hay viajes que se hacen gracias a los recuerdos.
COLABORACIÓN ESPECIAL: CLARA LÓPEZ VERRILLI
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