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Sebastián Torrico, un histórico de San Lorenzo: la nueva vida del “pasante por dos meses” y de un hombre que no se entrega fácil
A los 42 años, habla del retiro, de aquel primer contrato por dos meses, la gloria y su nueva vida, en la política del club azulgrana
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De Luján de Cuyo a Boedo. De la incertidumbre sobre su futuro, por no poderse asentar en Godoy Cruz, al sentido total de pertenencia con San Lorenzo. Impensado esto último hace poco menos de una década, cuando el Cóndor Sebastián Torrico llegó al Ciclón con un contrato exprés de dos meses, ni más ni menos que una breve pasantía rentada y a todo o nada por lograr la efectivización.
“Durante esos dos meses todos los entrenamientos eran una final. Encima en la primera práctica la voy a parar y la pelota me pasó por abajo. Se habrán preguntado “¿a quién trajimos?”, recuerda ante LA NACION quien comenzó a escribir su historia grande en el club el 24 de abril de 2013, jugando sus primeros minutos ante Deportivo Morón y atajando dos penales para avanzar en la Copa Argentina. La recompensa fue inmediata, ya que mientras hablaba para la televisión en el campo de juego se oyó una especie de visto bueno y adopción por parte de los hinchas. Fue la primera vez que le dedicaron ese “¡Tooorriiico, Tooorriiico!”, que le ofrendaron por última vez y a escala masiva el 22 de octubre pasado, cuando se despidió del Nuevo Gasómetro y del fútbol profesional con una victoria ante Aldosivi y clasificación a la Copa Sudamericana.
“Los hinchas me tomaron un cariño especial, porque era de perfil bajo y porque venía remándola. La gente de San Lorenzo se identifica con esas historias de gente sufrida, con el que no se entrega fácil. Por eso ese día contra Morón se empezó a gestar algo muy lindo”, valora, a pura humildad, uno de los grandes ídolos de la historia moderna del club. Y abre el baúl de los recuerdos...
–¿Soñabas esto cuando arrancaste?
–Sí, cuando era chico soñaba con ser jugador profesional, jugar en un equipo de Buenos Aires, esos eran los primeros sueños que tenía cuando arranqué.
–¿Qué arqueros eran tus referentes? ¿O a quienes les intentabas copiar algunas cosas?
–Nery Pumpido y Sergio Goycochea sin dudas que fueron espejos. Después, Oscar Passet, Navarro Montoya, el Flaco Comizzo. Toda esa camada era la que yo más miraba. Oscar Córdoba y, ya de grande, cuando empecé a jugar Nacional B, empecé a seguir el estilo del Chino Saja, de Chilavert, que ya empezaban a mostrar otras cosas. Eran quizá de un estilo distinto al mío, pero, bueno, a veces admirás lo que no tenés.
–¿Y qué características sentías que te identificaban a vos como para destacarte y poder llegar a ser un profesional?
–Como arquero me sentía bastante atajador, pero mi mayor virtud era que escuchaba mucho, me gustaba entrenar y aprender. Y escuchaba mucho al profesor o entrenador del momento, también a mis compañeros. Me gustaba escuchar y era insistente a la hora de practicar hasta que algo me salía.
–Fuiste suplente en Godoy Cruz, estuviste cedido en Argentinos y luego volviste y tampoco pudiste afianzarte, ¿por qué creés que no se te dio en tu tierra?
–La verdad que era raro, porque éramos tres arqueros muy competitivos. Estábamos Diego Pozo, Nelson Ibáñez y yo. Y como todo, había técnicos que tenían distintos gustos y por ahí me tocó la racha de que no había ninguno que le gustara tanto mi estilo. Se hablaba mucho de la táctica, de la estrategia y tal vez los otros eran más de asociarse en el juego. Lo mío era más de atajador.
–Pero nunca fuiste un negado con los pies. Tal vez a otros les cuesta mucho más…
–No, yo aprendí porque practicaba mucho, de derecha, de zurda. Los conceptos los aprendí más de grande por no haber tenido formación en inferiores. Hoy, ya de chico te enseñan a buscar el jugador libre, a hacer más ejercicios con los pies, ruedas de pases. Si lo hacés desde chico es más fácil aplicarlo cuando llegás a la primera y a mí me pasó al revés. El 90 por ciento de la sesión de arqueros era ejercicios con las manos y atajar, y un 10 por ciento eran ejercicios con los pies. Yo lo mejoré porque a la mañana entrenaba con el cuerpo técnico como siempre, y a la tarde iba y reforzaba el juego con los pies, el juego aéreo y posicionamiento que era lo que no había tenido en mi etapa de formación. Para mí, siempre la competencia fue conmigo mismo, para sobreponerme y seguir, porque las oportunidades llegan y te tienen que agarrar bien preparado. Siempre pensaba en entrenar sin pensar más allá del día a día. Y también pensaba en el compañero que le tocaba atajar, porque es feo estar con mala cara y contagiar cosas negativas a los otros. Si el equipo gana hay mejor clima. Cuando fui más grande fui tomando un rol de liderazgo, pero siempre con más hechos que palabras.
–Llegaste a San Lorenzo con un contrato muy particular, de dos meses de duración, casi como una pasantía rentada…
–La verdad fue que se me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero al principio dije “voy” porque era una posibilidad única. En el peor de los casos, iba a haber cumplido mi sueño de jugar en un equipo grande. Era por dos meses, pero pensé que no tenía nada para perder y todo para ganar, porque yo de todos modos iba a quedar libre ese junio en Godoy Cruz. Me agarró en una edad en la que me sentía preparado y cuando llegué “Berni” Romeo me dijo que fuera día por día. La verdad es que estaba ansioso porque no sabía qué iba a pasar después y porque mi señora estaba embarazada. Tenía una ensalada en la cabeza… Después jugué un par de partidos, gracias a Dios rendí, y tuve otra ventaja que fue que mis compañeros me recibieron muy bien y por eso me integré rápidamente al club. Ya conocía a varios, como Germán Voboril, Juan Mercier, Gonzalo Prósperi y Santiago Gentiletti, de mis pasos por Godoy Cruz y Argentinos, y eso me hizo más fácil la adaptación. Por suerte, rendí, y cuando me dijeron “te quedás”, sentí que había dado otro paso importante: renové por dos años, algo que me parecía más normal, digamos.
–¡Y sí, ya dejaste la pasantía para ser empleado efectivo!
–¡Sí! Pasa que durante esos dos meses todos los entrenamientos eran una final.
–¿Y cómo sentías que te veía el hincha?
-Yo sentía que ellos me veían como una apuesta, que muchos me habían visto atajar y pensaban que era por un tiempo nada más. Y, para mí, era un lindo desafío, me decía que a aquellos que tuvieran dudas yo los iba a convencer con laburo.
–Nada se presentaba sencillo desde lo emocional, ya que tu primer partido como titular fue en la victoria de San Lorenzo sobre Independiente en la tarde descendió ante su gente…
–Me tocaron todas. Pero me focalicé en lo mío, obviamente sin festejar ni nada por respeto a Independiente. Había una sensación muy rara, con ellos jugándose la permanencia. Pero yo pensé en lo mío, en atajar y poder quedarme en San Lorenzo.
–Ya asentado como titular llegás a la última fecha con Vélez y lográs la atajada del campeonato y la que te convierte en ídolo del club, ¿cómo hiciste para ver el remate de Agustín Allione?
–Sí, creo que yo no la había tocado en todo el partido. Y, mentalmente, me estaba preparando. Viste que, a veces, cuando no te llega nunca te podés llegar a relajar. Pero estaba tranquilo, como que estaba jugando en mi casa. Se dio así, estaba bien posicionado y pude reaccionar. Tuve un poco de suerte también porque si el remate iba un poco al costado era imposible.
–Necesitaba mucho ese título San Lorenzo…
–Sí, era muy necesario porque habíamos perdido una final de Copa Argentina con Arsenal y nos dijimos que el campeonato no se nos podía escapar. Se veía que San Lorenzo necesitaba una alegría. Y cuando lo logramos entramos en otro lindo lío, la Copa Libertadores, porque eso significó jugar la Copa, el mayor anhelo de la gente de San Lorenzo, y sentíamos que había una necesidad imperiosa de lograrla.
–¿Qué sintieron cuando se fue Juan Antonio Pizzi de un día para el otro?
–Nos sorprendió porque pensábamos que iba a seguir, porque habíamos ganado. Pero salió una linda posibilidad para él y la dirigencia de ese momento lo tomó con tranquilidad y acertó con un nuevo técnico que, para mí, era ideal para ese estilo de campeonatos.
–Y Edgardo Bauza llega con una determinación tremenda para ganar la Libertadores…
–Sí, en la primera charla que tuvimos recuerdo que nos dijo que íbamos a quedar entre los dos mejores de América. Estaba convencido y no lo hacía de vende humo. Transmitía algo muy claro y fue clave tener un técnico de esa trayectoria y calidad humana. Nosotros teníamos mucha ansiedad y nerviosismo por ganar esa Copa y él nos transmitía todo lo contrario, que disfrutáramos. Era como el padre de la familia.
–Costó esa primera etapa…
–Sí, costó, ¡pero el Patón decía que cada vez jugábamos mejor! (risas). Cuando perdimos en Chile, con Unión Española, no me quedé con la sensación de que habíamos jugado un buen partido, pero vino el Patón y nos dijo “tranquilos que apareció el equipo”.
–¿Y lo viste irse al vestuario cuando llegaron los penales con Gremio?
–No, no me había dado cuenta. Me enteré después. Él decía que estaba convencido de que ya habíamos ganado y que íbamos a pasar. Esa Copa finalmente se logró, fue algo histórico y por eso la festejamos mucho. Sin dudas, ganar la Copa Libertadores fue el momento deportivo más importante de mi carrera.
–Casi un año exacto después de aquella atajada a Allione estaban en Marruecos enfrentando al Real Madrid de Cristiano Ronaldo por el Mundial de Clubes, ¿cómo fue esa experiencia?
–No lo podíamos creer. Estar enfrentando a ese equipo con San Lorenzo por el Mundial de Clubes. Si bien el primer partido nos costó un montón. Cuando sos favorito, generalmente, te cuesta ese tipo de partidos y con Real Madrid sabíamos que era un partido que había que disfrutarlo, aunque no lo disfrutamos nada porque queríamos ganar. Pero con el tiempo nos dimos cuenta de que fuimos unos privilegiados por poder estar ahí. Nos quedamos con bronca porque hoy es aún más difícil ganar un Mundial de Clubes, pero estamos agradecidos por la experiencia que nos tocó.
–Más allá de los cracks a los que enfrentaron, hubo una imagen de Carlo Ancelotti consolando a los jugadores de San Lorenzo, ¿qué te dejó ese gesto?
–Es un “monstruo” y me gustó mucho enfrentarlo. Leí el libro de él y se ve que tiene mucha calidad humana y liderazgo. Por algo sigue vigente.
–¿Te hubiese gustado estar más en la conversación de los arqueros para la selección?
–Sí, tal vez me ilusioné un poco cuando estaba el Patón como entrenador, por ahí alguna convocatoria podía llegar, pero después no me desvivía por eso. Siempre fui muy respetuoso y pensé en exigirme más por si llegaba esa posibilidad. Siempre pienso que si las cosas se dan es por algo, por eso no me volvía loco y pensaba en el día a día.
–Tu partido de despedida no fue un show armado con invitados y viejas glorias jugando un rato cada uno. Lo tuyo fue contra Aldosivi, por los puntos y jugándose la clasificación a la Copa Sudamericana, ¿cómo lo encaraste?
–Fue un día bravo. Había tomado la decisión de no jugar más y entrar a la cancha y recibir el cariño de la gente, era la última función. ¡Y además teníamos que ganar y clasificar a la Copa! Se dio todo y estaba convencido de que iba a cerrar bien mi carrera, porque laburé para eso toda la vida y se dio como yo quería. Lo hice con tranquilidad y terminé pensando que podía haber seguido jugando. Pero yo decidí cortar y la forma en que corté.
–¿Cómo elaboraste la decisión de dejar?
–Yo tenía decidido que este torneo que pasó iba a ser mi último torneo en San Lorenzo. Tenía posibilidad de seguir jugando en un par de equipos, pero llegó la hora de evaluar si realmente quería seguir jugando. Hablé con mi familia y surgió la posibilidad de sumarme a una lista para las elecciones. Y decidí jugármela, cerrar el ciclo como jugador y arrancar otra etapa que también me gusta y para la que me preparé. Mi familia se siente identificada con San Lorenzo y quería que siguiera en el club. Por eso tomé la decisión de retirarme y empezar otra en este club que quiero tanto.
De Mendoza a Buenos Aires, de desconocido a ídolo. Esa es la historia de Sebastián Torrico, que a los 42 años cerró la etapa como jugador y ahora intentará emprender otra como dirigente, pero siempre en su querido San Lorenzo, el que ya parece ser el club de toda su vida.
La vida política
–Si bien contaste que te buscaron de varias listas, vas como vocal por el oficialismo cuando San Lorenzo viene de vivir una crisis muy aguda y vos la viviste, ¿qué analizaste vos de todo eso?
–Me sumé porque en el último año y medio se renovaron completamente las personas que estaban encargadas del fútbol y que hoy por hoy están en la lista. Y hace un año y medio, durante el peor momento de San Lorenzo, en el que no había nadie, estas personas se quedaron y le dedicaron mucho tiempo. Iban a todas las concentraciones y viajes donde teníamos charlas y sugeríamos cosas para cambiar y dar vuelta la página de una vez. “Ordenemos esto, veamos esto” y yo sentía que me escuchaban y después se ejecutaba. Costó un tiempo mover un par de cosas y me sedujo la chance de incorporarme a la lista para ser responsable del fútbol de San Lorenzo. También se hizo la autocrítica de todo lo malo que se había hecho y en este último tiempo ya se vio que San Lorenzo quiere seguir creciendo. Para mí ya se acertó con lo de Caruzzo, con Insua y con afianzar la pertenencia y el fútbol juvenil con el trabajo de Fernando Berón.
–¿Qué sentís cuando ves mal al club?
–Tristeza y bronca por ver tan descuidado, sin poder salir del fondo y con gente sufriendo a un club que nos permitió estar tan arriba. Nosotros no le dábamos respuesta en la cancha y cada vez se ponía peor, pero sí, lo afronté, puse el pecho y me quedé, tuve la posibilidad de irme, resigné plata, pero me quedé a ponerle el pecho y afrontar todo tipo de situaciones. Y creo que es lo que el hincha valora.
–Hablaste antes de pertenencia. En ese sentido, ¿qué debe hacer San Lorenzo para que sea un fin en sí mismo jugar en San Lorenzo para los chicos, y no tener a Boca o a River como metas a llegar en el fútbol argentino?
–Yo creo que lo que nos pasó en nuestra mejor época fue ser protagonista de todos los campeonatos. Y recuperando ese terreno, peleando siempre por algo a nivel local e internacional, el jugador se quiere quedar. Y después, sí, saltar al exterior. Pero lo que tenemos que fomentar es que los chicos quieran buscar la gloria en el club que les dio la posibilidad. Tenemos que tratar de que solo quieran irse al exterior y que jueguen para nosotros cuando están en la Argentina. Convencer al jugador y que él también esté convencido.
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