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San Lorenzo y el empate menos pensado ante Newell’s: Leandro Romagnoli vive en el día a día haciendo malabares
El Ciclón hizo méritos para ganarle a la Lepra en el Nuevo Gasómetro, pero fue 1-1
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San Lorenzo parecía tranquilizarse por su primer triunfo en la Liga Profesional, pero cuatro días después volvió a retroceder: hizo méritos para ganarle a Newell’s en el Nuevo Gasómetro, pero entrar a la cancha una hora tarde y necesitar del coraje más que de la idea lo limitó a encontrar apenas un empate tan insólito como justo.
Leandro Romagnoli vive en el día a día haciendo malabares. Acostumbrado a trabajar con los que tiene de manera fija hasta fin de año, pero también con los parciales cuatro refuerzos y los que están a punto de irse. Sin embargo, cuando llega el compromiso de turno, debe armar un once y un banco de relevos sólo con sus fijas y aquellos que empiezan a tener la cabeza en otro lado. Los pagos correspondientes a las deudas que lo inhibieron aún no se concretaron en su totalidad y FIFA, por ende, no levanta el pulgar para que el Ciclón utilice a sus nuevos nombres.
Uno de ellos era Agustín Martegani, que volvió del préstamo en Salernitana, de Italia, y hasta fue al banco ante Gimnasia (sin ingresar), pero se encaminó su llegada a Boca y no fue tenido en cuenta este sábado. “Pipi”, en vez de tener más o emparejar, cada vez se encuentra con menos.
Con ese fastidio de no recibir el aval (esperan Nicolás Tripicchio, Andrés Vombergar y Matías Reali), el entrenador intenta que su equipo dé pasos progresivos. En La Plata ya había dado uno (ganó 1-0, la primera victoria en el torneo), con algunas cosas permaneciendo en el debe, pero ante Newell’s volvió a dar fuertes señales de retroceso.
Regaló el primer tiempo. No necesitó hacer demasiado el conjunto rosarino para irse al descanso en ventaja: lo más dañino lo logró en menos de cinco minutos de partido. Con un Armando Méndez que fue letal con la potencia de sus subidas desde el lateral derecho: a los 60 segundos ya había colaborado para que su equipo llegara hasta el punto penal con claridad, pero al cuarto minuto corrió hasta el fondo, engañó a Nahuel Barrios con el enganche y habilitó de zurda al uruguayo Juan Ramírez, que sólo tuvo que empujarla.
El déficit local fue obra del propio San Lorenzo. La Lepra se apagó cuando a los 25 minutos recibió la pésima noticia de la molestia muscular del propio lateral. Al equipo de Sebastián Méndez le costó construir juego fluido por dentro (la capacidad de Éver Banega ayudó algo) ni imitó por izquierda aquel desequilibrio que ostentaba por derecha.
Entonces, todo pasó por los pies azulgranas y la carencia de ideas se expuso de forma más insoportable. Con sólo decir que la potencia de Jhohan Romaña para animarse a salir desde abajo con pelota dominada, romper líneas y filtrar algunos pases fue lo más entusiasta para un público que a los 33 minutos ya había perdido la paciencia: “¡Movete, Boedo, movete, movete y dejá de joder…!”, gritó la gente, que volvió a decirles a sus dirigentes que “no los quiere nadie” y murmuró ante cada mala acción, sobre todo de Cristian Tarragona: como en el Bosque platense, jugó esperando la confirmación final de su incorporación a Talleres.
El colombiano fue la bandera del empuje. En algunas jugadas fue conductor y delantero en un equipo que tuvo infinidad de tiros de esquina que no supo aprovechar. Es cierto que la intención de ir hacia adelante forjó, incluso, un rechace sobre la línea y las intervenciones de Ramiro Macagno eran un indicativo de que los de Bajo Flores merecían algo más, pero la falta de creatividad limitaba la justificación.
De hecho, llegó al empate de una manera insólita: a los 34 minutos del complemento, Romaña ¡desbordó! y sacó un centro bajo que derivó en una serie de rebotes y en la definición desde el suelo de Sebastián Blanco, ingresado hacía menos de diez minutos: el remate impredecible agarró al arquero caminando y el balón entró lento y casi por el centro. El empate con la forma menos pensada. Una explosión merecida, sobre todo por el corazón de Jhohan Romaña.
Pudo haber sido más grande si Macagno no se redimía con una volada extraordinaria ante un zurdazo directo al ángulo de Malcom Braida. Quedó en paridad y el gusto amargo en San Lorenzo de no sumar nuevamente tres puntos.
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