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San Lorenzo: poner el foco en el fútbol, el mejor negocio por el que debería apostar el club para escapar de la crisis en la que está atrapado
No es nada fácil jugar bien cuando el entorno está contaminado, pero el mundo del fútbol es distinto a cualquier otra empresa; mis experiencias similares en Boca y en Racing
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Las experiencias personales a veces pueden servir para comprender situaciones que tienden a parecerse y de ese modo valorar las posibles actitudes a tomar. En el comienzo de mi carrera como jugador, Boca atravesaba una grave crisis institucional, con futbolistas que se negaban a jugar por falta de pago, la barra brava asaltando el vestuario y un estado general de caos que costó bastante tiempo reorganizar. Diez años más tarde, en 1998, firmé mi contrato con Racing en pleno proceso de quiebra del club. Ninguno de los dos casos pueden compararse con lo que le ocurre en la actualidad a San Lorenzo, pero la sensación de deriva, futbolística y en los despachos, me recordó aquellas vivencias y lo que aprendí de ellas.
El fútbol tiene algo mágico, que si bien no soluciona todos los problemas sí que es capaz de postergarlos. Para bien y para mal, cuando el árbitro toca el silbato y empieza el partido todo lo demás pasa a un segundo plano.
La derrota con Lanús enojó más a la gente
Desde aquella final perdida frente a Lanús en 2016, futbolísticamente hablando San Lorenzo entró en una especie de círculo vicioso del cual no logra escapar. Año tras año han ido pasando entrenadores y jugadores sin encontrar respuestas en la cancha ni un bienestar fuera de ella. Al mismo tiempo, el club fue dando pasos para un hecho tan importante para la identidad y el corazón de su gente como lo es la vuelta a Boedo. Nada de lo que ocurre en la institución debería quedar despegado de este empeño colectivo, pero cuando la pelota comienza a girar, incluso algo así puede resultar insuficiente. Sobre todo teniendo en cuenta nuestra manera de vivir el fútbol.
Lo vivido en las crisis que conocí de cerca me dicta que en momentos caóticos el mejor negocio posible para calmar ansiedades y ganar tiempo es aferrarse al equipo y, a partir de él, ir edificando todo lo demás. Antes de un partido, el público puede entender los argumentos más potentes, pero durante y después quiere que su equipo juegue bien, que supere a su rival y esté a la altura de la historia y las exigencias del club. Así se siente también adentro de la cancha. Nadie puede esconderse ni equivocarse, porque es desde donde quizás se pueda empezar a torcer el rumbo.
Es muy probable que alguien dedicado a la gestión empresarial me diga que no es así, que primero hay que corregir los errores y conectar todos los engranajes para que las cosas funcionen correctamente. Es posible que tenga razón y mi pensamiento, si bien práctico, sea ficticio e inadecuado. En definitiva, si no se soluciona nada de lo que está mal en el resto del club todo se caerá si en algún momento llega a caerse el equipo, y no es nada fácil jugar bien cuando el entorno está contaminado.
Pero el mundo del fútbol es distinto a cualquier otra empresa. Por norma, un buen equipo debería ser el último eslabón de una cadena de buenas decisiones, pero de acuerdo a cuál sea la situación del club a veces es el primero, la vía para que al hincha dejen de interesarle otras cuestiones y comience a respirarse otro aire.
En San Lorenzo se han ido cometiendo pequeños errores que fueron conduciendo a esta convulsionada actualidad. Una directiva con dirigentes que tenían otras ocupaciones, quizás también otras ambiciones, y que hoy son individualizados como chivos expiatorios. La canalización de las energías hacia asuntos como la citada vuelta a Boedo que pudieron derivar en cierto descuido por el fútbol. La confección del plantel, que en el último tiempo creó disparidades marcadas dentro del vestuario entre unas pocas estrellas -los mellizos Romero fueron el ejemplo más evidente- y el resto de los jugadores, un modelo que siempre acaba generando malestar en uno de los ámbitos que más se deben cuidar. Y desde ya, el daño económico que produjo la pandemia.
Con este contexto, no es fácil adivinar cuándo y cómo escapar de la actual dinámica. Seguramente no será con la llegada de un nuevo entrenador que en medio de un clima hostil efectúe un par de retoques y encuentre soluciones en el corto plazo, salvo que por alguna cuestión azarosa dé con la alquimia perfecta. Es fútbol y podría ocurrir, pero en todo caso necesitará de un diagnóstico previo que sea certero y de la toma de algunas decisiones que requerirán de valentía y dependerán de la idoneidad de quienes la tomen.
Lo más lógico sería plantear un proceso lento y progresivo, que precisará de la paciencia general para empezar a ver resultados en uno o dos años, dando un margen de tiempo para ir contratando los jugadores que mejoren el nivel general (y aceptando las dificultades de todo tipo para atraerlos) y con la imprescindible estabilidad que requiere un entrenador para construir la estructura que permita sobrellevar los ocasionales tropiezos.
Se me ocurre que ahí debería ponerse el acento. Dudo que hoy San Lorenzo pueda concederse el beneficio de enfocarse en otros asuntos mientras el equipo siga transitando momentos de fractura con el público. Nuestra idiosincrasia logra que un fútbol que da gusto ver incluso logre el milagro de equilibrar los balances financieros. Quizás sea algo que se deba tener en cuenta al momento de estudiar cuál puede ser la salida más idónea del actual laberinto.
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