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San Lorenzo mejoró en el segundo tiempo y empató con Estudiantes, pero sigue sin ganar en la Copa de la Liga
Tras estar en desventaja antes del primer cuarto de hora, el Ciclón llegó a la igualdad con un esquema más ambicioso, cuando los hinchas exteriorizaban su enojo
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“Sabemos que vamos a volver a Boedo”, grita la gente de San Lorenzo, un martes a la tarde, feriado de carnaval, camisetas al viento. Cuando parece todo perdido, una utopía. Una ilusión que solo lleva la sangre azulgrana. Un equipo perdido, vencido. Sin ideas, con más jóvenes que caudillos, con algo de entusiasmo y varias deficiencias técnicas. El 1-4 con Racing fue la advertencia final: más bajo no podía caer. Se hizo un juramento. Y contra Estudiantes (casi, casi, lo mejor de lo mejor de nuestro medio) dio la cara. Jugó San Lorenzo los mejores 45 minutos del campeonato, los del final. Lo que no es poco. ¿Cuánto hacía que la gente no se iba a casa con una sonrisa? Hay que viajar al primer semestre de 2023.
Es algo más: una ilusión a futuro. El 1-1 contra Estudiantes por la quinta fecha de una Copa de la Liga en la que todavía no ganó es eso mismo: un boleto de esperanza. En tiempos de desilusiones permanentes (no solo en el fútbol argentino), San Lorenzo parece salir del laberinto. Hay, se intuye algo de luz al final del túnel. Garra, corazón, tres delanteros de área repartidos en el ataque. Los laterales-volantes despiertos y punzantes. San Lorenzo está vivo: un segundo tiempo para ganar. Estudiantes no fue el mismo desde que Enzo Pérez (un pibe de casi 40, medias bajas) se derrumbó en el banco de suplentes.
Era un concierto de amagos, de buenas intenciones sin puntería. San Lorenzo avanzaba como podía. Y Estudiantes espiaba un hueco, un espacio al vacío. En ese entretenimiento estaban, hasta que Javier Correa sacó un zapato violento y cruzado, inatajable para Chila Gómez, el arquero. Posiblemente, también para Altamirano, averiado.
El gol de Estudiantes
No fue un problema del arco: fue un inconveniente general de un equipo distraído, frágil de marcas y de espíritu. La jugada de Estudiantes, además, le pertenece a su otro laboratorio: toques, destrezas y un optimismo que se fortificó desde la obtención de la Copa Argentina.
Otro gol (anulado por offside de Correa) y un tiro libre de Barrios, que sacó Mansilla al córner, resultaron otras emociones, lanzadas en grajeas sobre el campo de juego. Los hinchas de San Lorenzo, mientras tanto, se enojaban con el equipo (“movete Boedo, movete”) y con el árbitro Tello, que en algunas divididas pareció darle el visto bueno al conjunto platense.
Insua tomó una drástica decisión en el entretiempo: el ingreso del colombiano Diego Herazo (un número 9 corpulento, recién incorporado, con un par de entrenamientos en el lomo) por Tobías Medina, zurdo picante, de 19 años, el único que levantó la cabeza y ensayó un par de fantasía. Agua en el desierto, arrojada al vacío.
Con un delantero más, San Lorenzo atacó más. Y mejor. Un cabezazo del colombiano que pasó cerca levantó a la gente: lo que demuestra, una vez más, con qué poco la ilusión se renueva en nuestro medio. Al rato, Bareiro desperdició un mano a mano. Y el ingreso de Tarragona fue todo un mensaje: tres atacantes de área, con nulo rodaje juntos, con la convicción de que el asunto era aquí, era ahora.
Una expresión audaz pocas veces exhibida por el Gallego, que sabe de presiones y urgencias, más allá de que su calma habitual lo desmiente de modo natural. De pronto, Bareiro ensayó un cabezazo que sorprendió a todo el estadio, sobre todo, al arquero Mansilla, a mitad de camino.
El gol de San Lorenzo
Se la creyó San Lorenzo. Un disparo del pibe Irala chocó con el travesaño, los Matadores se levantaron con esa alegría que parecía escondida en el arcón de los recuerdos. Estudiantes, el enorme Estudiantes, estaba anestesiado, solamente arriado por la bandera de Enzo Pérez.
Piensa Rubén Insua: “Estamos muy atrasados en la preparación. Hay que sumar trabajo para volver a ser competitivos. Tenemos que tener humildad, sacrificio y no vender espejitos de colores. Hay que olvidarse del pasado y arrancar desde cero, es un plantel nuevo. Hay que olvidarse del equipo del 2022 y del 2023″.
Eduardo Domínguez está un poco más convencido. Las fichas las tiene mejor acomodadas y le sobra calidad, pero no se entusiasma en exceso. “Los objetivos son terminar entre los primeros cuatro y ganarle la final a River”, analiza, en referencia a la hipótesis del 13 de marzo, en Mendoza, donde se jugaría la Supercopa Argentina.
El resumen de San Lorenzo - Estudiantes
Estudiantes ya no fue el mismo. Un inequívoco llamado de atención: cuando baja guardia, la intensidad y el pragmatismo global, la puede pasar bastante mal. San Lorenzo tomó nota, en un martes de carnaval, que desmiente la frialdad de un inexpresivo 1-1.
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