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San Lorenzo: una crisis sin fin que provocó el despido del DT Paolo Montero
El Ciclón no encuentra la salida a un momento cada vez más complicado; la hinchada estalló contra dirigentes y el cuerpo técnico luego de la derrota con Lanús
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San Lorenzo va de mal en peor. La caída libre que sufre va tomando velocidad a medida que transcurren las fechas. Una crisis que parece no encontrar un colchón que amortigüe los golpes. En el Nuevo Gasómetro, fue Lanús quien sacó provecho y le ganó por 3-1 con goles de Lautaro Acosta, Pedro De la Vega y Ángel González. Andrés Herrera había marcado el 1-0 parcial. Lo cierto es que los problemas dirigenciales -nuevamente aparecieron los insultos-, provocaron el fin de ciclo de Paolo Montero y la controvertida situación de algunos futbolistas producen una resultante agobiante en Boedo, que ganó apenas uno de los últimos ocho partidos. Y ahora se viene nada menos que el clásico ante Huracán.
Hasta anoche, el DT seguía y no tenía pensado renunciar. Pero esta mañana le comunicaron que ya no dirigirá al equipo. Diego Monarriz y José Di Leo tomarán el mando del equipo. Sucede que desde hace varios años San Lorenzo atraviesa un problema coyuntural, más allá de la reciente salida de Montero. Desde el alejamiento del consagrado Edgardo Bauza en 2015, el club de Boedo contrató a nueve técnicos y ninguno convenció a los dirigentes. Cabe recordar un dato para entender este contexto: en el mismo período de tiempo que River sostuvo a Marcelo Gallardo, el Ciclón vio desfilar a Bauza, Pablo Guede, Diego Aguirre, Claudio Biaggio, Jorge Almirón, Juan Antonio Pizzi, Diego Monarriz, Mariano Soso, Diego Dabove y Paolo Montero. Una cadena negativa que parece no tener fin.
San Lorenzo, con apenas cuatro triunfos en el torneo, vive el día a día inmerso en la incertidumbre. El estado de declinación futbolística del club muestra a casi todos sus eslabones comprometidos. Al cruce contra Lanús llegó contra las cuerdas, ya que la producción del conjunto en la visita a River provocó un vacío enorme, con pocas cuestiones para rescatar.
Tras el regreso del público a las canchas, en el anterior partido como local (una caída por 2-1 contra Colón), los simpatizantes azulgranas habían estallado en contra de los dirigentes. Esta vez, inicialmente, el cántico de la popular tuvo una mirada positiva: “¡Soy de Boedo, soy de Boedo!”, se escuchó. Del lado de Lanús, el Granate venía de rescatar un empate en el clásico del Sur y tenía claro que esta era una ocasión para subirse al último tren en la batalla por el certamen doméstico y la clasificación a la Copa Libertadores 2022. Luis Zubeldía, de hecho, es otro DT observado de reojo.
La apertura del marcador mostró el sello de las inferiores azulgranas. Un dato: 14 de los 22 futbolistas de la nómina se formaron en esta institución. A los 13 minutos, Alexis Sabella tuvo paciencia para esperar el momento de dar el pase, Nahuel Barrios fue veloz para tirar el centro atrás, y Herrera todavía más rápido para anticiparse a la defensa local -muy lenta en la reacción- y mandar la pelota al fondo del arco. El correntino marcó su quinto gol en el club y desató el festejo de todo el banco, principalmente de Montero.
Hasta los últimos minutos del primer tiempo, a Lanús todo le costó demasiado, con escasa profundidad y con contadas pelotas claras entre las líneas. Parecía un equipo sin la decisión necesaria para ir a buscar la igualdad. Sólo se había acercado al arco visitante con un remate de José Sand que fue bien contenido por las manos de Sebastián Torrico. Sin embargo, a los 39, Sabella perdió una pelota en la mitad de la cancha y de contraataque los del Sur aprovecharon la velocidad de José López, Sand e Ignacio Malcorra. El arquero del Ciclón desvió el remate de este último, pero Lautaro Acosta entró solo para colocar el 1-1. Montero, en el banco, se tomaba la cabeza entre sus manos. Las mismas carencias que habían aparecido en otros partidos en los que se encontró en ventaja volvían a posarse sobre los futbolistas de San Lorenzo. El retroceso, por caso, volvió a ser una condena.
Cuando el árbitro Ariel Penel pitó el final del primer tiempo, una parte de los hinchas de San Lorenzo volvieron a la carga contra Marcelo Tinelli, quien actualmente se encuentra de licencia en la entidad de Boedo: “Tinelli, hijo de p…”, se escuchó desde distintos rincones del Nuevo Gasómetro. Más tarde harían lo mismo contra Matías Lammens y el resto de la cúpula dirigencial. El Ciclón intentó refrescar ideas en el segundo tiempo. Pero ni las variantes de Montero (Agustín Martegani y Mariano Peralta Bauer) parecían capaces de torcer el rumbo de confusión. Por momentos volvía a ser rehén de sus propias dudas, y las indecisiones lo llevaban a ser un conjunto tibio, desordenado. Lanús, en tanto, arrimaba algo de peligro en cada uno de los contraataques. “Movete, Boedo, movete…”, empezó a retumbar en las tribunas. El DT también empezaba a ser el destinatario de varios reproches.
Se veía venir, se semblanteaba en el ambiente. Otra pérdida de San Lorenzo derivó en el segundo gol de Lanús. Así, a los 34, un centro de Guillermo Burdisso encontró la cabeza del recién ingresado Pedro De la Vega. Un punto a favor del DT Zubeldía, que un rato antes había quitado de la cancha al goleador Sand, quien se fue enojado rumbo al banco. Los momentos que atraviesan los conjuntos son diferentes y el presente beneficia más al Granate, que se marchó con una sonrisa y espía la parte alta de la tabla luego de algunos cimbronazos. Fue otro capítulo en el que no necesitó demasiado para vencer al rival de enfrente, que definitivamente luce una mandíbula de cristal.
El partido se consumió y nunca llegó la reacción de San Lorenzo. Le ganó la desesperación, se quedó sin ideas, se confundió en su impotencia. Ángel González, en tiempo de descuento, cerró la historia con un golazo. En medio de una alta tensión, los insultos volvieron a bajar de las tribunas, y el rugido de “que se vayan todos/ que no quede ni uno solo”. Una vez más, se escucharon cánticos reprobatorios y los silbidos se multiplicaron tras el final. Tinelli, Montero y Lammens, los apuntados. Para el Ciclón, cada fecha, cada partido de fútbol, es una verdadera tortura. Se le desgarra el alma. Y su presente es cada vez más inestable.
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