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Miguel Ángel Russo y Marcelo Gallardo en cuarentena: cómo pasan los días los DT de Boca y River y qué objetivos persiguen
Las agujas del reloj siguen girando y el calendario sigue tachando jornadas entre cuatro paredes. Aunque el tiempo pasa, la pelota argentina se mantiene en pausa y la ansiedad de los protagonistas empieza a potenciarse. Miguel Angel Russo y Marcelo Gallardo no se quedan quietos, aunque sus trabajos –como el de todos los entrenadores- se ven condicionados, está claro. Un director técnico puede tener charlas por zoom, estar pendiente de las cuestiones humanas y familiares de sus planteles y un preparador físico trazarles un plan a los jugadores, pero es distinto cuando los tres actores se juntan en un campo de juego: el olor a pasto y el vestuario generan otras sensaciones. Ahora bien, ¿cómo transitan los DT de Boca y River la cuarentena? ¿De qué manera tratan de mantenerse activos e influyentes? Veamos:
Russo, con la prioridad de mantener al plantel campeón
Miguel Angel Russo es de aquellos técnicos de la vieja camada y que han pasado por situaciones adversas en su vida. No hace mucho, Julio César Falcioni le dijo a Diego Armando Maradona una frase que quedó inmortalizada: "El fútbol nos da vida". Esas palabras también representan al conductor xeneize.
Se conoce la serenidad con la que vive el técnico de Boca. Ni que hablar por estos tiempos de coronavirus: "Hay que hacerle caso a la gente que gobierna, a lo que dice el presidente. Estoy concientizado de que tenemos que quedarnos en casa", expresó en una de sus escasas entrevistas de estos últimos casi tres meses de aislamiento. No obstante, desde marzo que camina las paredes que lo encerraron junto a su esposa e hijos, lejos de un trabajo habitual que extraña a más no poder.
Porque la pelota y el pizarrón son una parte importante de su historia de superación. Ya lo sintetizó a la perfección, días atrás, Carlos Castro, el oncólogo que trató el cáncer de próstata y vejiga que le diagnosticaron a Russo hace más de dos años, cuando era entrenador de Millonarios, de Colombia: "Cada vez que Miguel sale a la cancha y escucha el grito de la hinchada de Boca, es como que vale por varias sesiones de quimioterapia. Lo ayuda a mantenerse vivo".
"Los controles son los lógicos, nada extraordinario. Hace tiempo que hace vida normal como cualquier otra persona", confiaron a LA NACION desde el entorno del entrenador, de 64 años. Incluso, según aportaron desde el club de la Ribera, durante estos meses se acercó a Buenos Aires las veces que hizo falta para efectuar esos chequeos médicos de rutina. Es que Rosario, uno de sus lugares en el mundo, es el sitio en el que está protegiéndose. Y desde ese aspecto, también hay tranquilidad en él y su círculo íntimo: la ciudad santafecina cuenta con una cantidad muy baja de casos positivos de Covid-19.
"Acá en Rosario estoy contento, es el lugar donde yo elegí estar. En esta ciudad tengo amigos y gente que me hace sentir muy cómodo", expresó a mediados de abril. Desde allí, supervisa cada entrenamiento diario de sus jugadores mediante una videollamada general. Claro que poco puede hacer: el rol fundamental es de Damián Lanata, a cargo de los trabajos físicos con los que se intenta que los jugadores no pierdan demasiado la forma después de tanto tiempo sin trabajar en el mismo espacio.
"Yo estoy en alerta por si alguno de mis jugadores me necesita. Me comunico con todos, por estos días tenemos muchas videollamadas", detalló hace unos meses en Radio Continental. Dentro de esas comunicaciones entran los dos hombres con mayor peso en el club: Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme.
"Habla diariamente con el presidente", le cuentan a este diario desde lo más alto de la directiva, mientras que con el vicepresidente segundo y cabeza del Consejo de Fútbol lo hace "de vez en cuando". Aunque uno pueda suponer que los diálogos se basan mayoritariamente en la situación económica del club o sobre qué posibilidades hay de incorporar a algún futbolista, la realidad es que Miguel charla de lo que le apasiona: de fútbol, sobre todo cuando le toca hablar con el ídolo.
"En cuanto al trabajo venimos adelantados. Hace tiempo que con Román apuntamos a junio: contratos que vencen, jugadores que vuelven, lo que nos hace falta", agregó. Quizás, por eso es que -por ejemplo- el chileno Mauricio Isla sonó en enero para ser incorporado, pero es ahora cuando más fuerte retumba la posibilidad.
Russo dio un par de charlas por videollamada para la Conmebol. Pero hasta en esos mensajes estuvo cauto. Ahora Miguel no quiere apuntar la mirada demasiado adelante ni imaginarse cosas que después pueden no resultar. De hecho, no se le cruza por la cabeza con qué panorama se puede encontrar una vez que se levante la cuarentena: "No piensa en nada a futuro. Nadie en el club tiene certezas de cuándo ni en qué condiciones se retornará a la normalidad, así que es difícil imaginar el escenario", cuentan allegados a él. Pero su principal deseo es poder mantener el plantel campeón de la Superliga.
De todas formas, hay preocupaciones en su cabeza. Una de ellas es el interrogante de cómo van a estar físicamente sus futbolistas de mayor edad. Especialmente Carlos Tevez (36), la gran figura del sprint final de este año, pero también Mauro Zárate (33). Ellos protagonizan una inquietud paralela: sus respectivas renovaciones de contrato (sumado al de Franco Soldano), acaso su mayor exigencia para mantener gran parte del plantel campeón.
Otra: en qué terminará la denuncia penal que recibió Sebastián Villa, de gran papel para la consagración, por parte de su ex pareja Daniela Cortés por violencia de género. Aunque la personalidad de Miguel lo lleva a no opinar demasiado en la intimidad sobre la situación y sí a esperar en silencio los pasos de la Justicia. Por último, conoce las dificultades que pueden existir en los próximos recesos tanto para reforzar como para retener, debido al impacto económico de la pandemia: "Hay jugadores que en algún momento van a tener que partir por cómo está la economía del país", aceptó hace unos meses. Pero Russo está encima de su plantel y a la espera de reencontrarse para ir por más gloria.
Gallardo, reunión con Alberto Fernández y en contacto con 19 colaboradores
Respetar la intimidad del vestuario es una premisa clave que el cuerpo técnico de River inculcó desde que llegó hace seis años al club. Ese trabajo silencioso e invisible es primordial porque permite afianzar la unión grupal y el compromiso colectivo para aferrarse a una idea. La cabeza fundamental es Marcelo Gallardo, un entrenador detallista y punzante que intenta no dejar nada librado al azar y que siempre busca resguardar al máximo su vida privada y la de sus jugadores. Sin redes sociales ni declaraciones públicas, durante la cuarentena solo aparecieron dos imágenes del DT: una foto familiar y una captura de una reunión con Zoom con jóvenes de las inferiores. Nada es casualidad.
Gallardo afronta los días del aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia de coronavirus en su casa de zona norte. A pesar de estar distanciado de su esposa Geraldine La Rosa, quien normalmente vive en un departamento en Capital Federal, decidieron compartir techo durante la cuarentena junto con sus hijos Nahuel (22), Matías (16), Santino (14) y el pequeño Benjamín, quien nació en agosto del año pasado. Además, también vive allí temporalmente Joaquín, un amigo de Nahuel.
Tras el inicio del receso futbolístico, en la primera foto que circuló del Muñeco -publicada en el Instagram de Nahuel por su cumpleaños del 9 de mayo- se lo pudo ver con el buzo de River. Aunque los días no se parezcan a aquellas largas jornadas en el predio de Ezeiza que comenzaban a las 7 y terminaban pasadas las 17 –a veces se extendían hasta las 22-, el DT realiza un trabajo diario con su cuerpo técnico.
Por fuera del tiempo familiar y de ocio que puede invertir en series, libros, música y asados, Gallardo mantiene un asiduo contacto con los 19 integrantes de su equipo de trabajo. Todos los días se ocupa de estar al tanto de cómo se desarrollan las distintas áreas del plantel.
Como Russo, Gallardo sabe que puede perder jugadores por la crisis económica. Ya no tiene a Ignacio Scocco y está alerta analizando variantes.
Aunque no hay horarios fijos ni fechas estipuladas para reuniones virtuales, el entrenador se comunica varias veces por semana con los preparadores físicos, los médicos, los kinesiólogos, el videoanalista, el psicólogo, el nutricionista y el jefe de prensa para potenciar el trabajo que se realiza a distancia. Además, sigue de cerca la labor de Gustavo Grossi, coordinador del proyecto infanto juvenil, y la semana pasada mantuvo una charla vía Zoom con 160 chicos de inferiores (desde novena a Reserva) y sus respectivos entrenadores.
Al mismo tiempo, el DT también charla habitualmente con los jugadores, pero no hay un control invasivo: los entrenamientos no se siguen en directo con plataformas virtuales y los extranjeros hasta tuvieron vía libre para retornar a su país de origen (el único que se quedó en la Argentina fue Carrascal).
Al igual que ocurre con sus colaboradores, los llamados a los futbolistas no tienen una estructura fija, sino que se dan espontáneamente según los momentos. Por ejemplo, el lunes 1° de junio, el Muñeco organizó una reunión colectiva a través de Zoom con todo el plantel profesional con el objetivo de mantener la unión grupal y compartir las experiencias de cada uno en cuarentena. La charla duró más de una hora y media y también se habló sobre la chance de retomar los entrenamientos en julio, una idea que River tiene en mente siempre que cuente con el aval del Gobierno y un protocolo de seguridad estricto que lo permita.
Gallardo no hizo declaraciones, pero sabe la influencia que tiene en el fútbol argentino. No por nada hasta el presidente Alberto Fernández lo elogió y lo llamó para un almuerzo en Olivos en donde lo consultó al técnico de River sobre las sensaciones de los futbolistas y cómo proyecta él la vuelta a los entrenamientos para cuando eso pueda volver a encaminarse. Hoy, el plantel se encuentra realizando trabajos en casa que están lejos de ser rutinarios: hay semanas de tres, cuatro o cinco días de entrenamientos. Divididos en tres grupos, los jugadores son monitoreados por los profes Pablo Dolce, Marcelo Tulbovitz y Marcelo Gamalero.
River fue el primer equipo que le puso pausa a su rutina. El viernes 13 de marzo, el club decidió cerrar sus puertas y no presentarse a jugar la Copa Superliga. A partir de ese momento, se dictó licencia y hubo entrenamientos individuales con ejercicios aeróbicos y de movilidad y fortalecimiento. Ahora, hay una rutina diseñada para mantener las capacidades físicas (fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad) y el DT cuenta con informes sobre los resultados individuales.
Cada semana, los jugadores reciben un plan y hay comunicaciones diarias para mantener un seguimiento activo. Cada uno de los profes tiene un grupo a cargo y los futbolistas deben hacer devoluciones. A través del GPS que utilizan, se registra la sesión y se "linkean" los resultados para evaluar volumen, intensidad y respuesta de la frecuencia cardíaca. Para hacerlo, ya que muchos viven en departamentos sin gimnasios o jardines, el cuerpo técnico programó diferentes tareas según cada situación, pero también se aseguró de que todos tengan medios y elementos para los trabajos aeróbicos (cintas, bicicletas fijas y relojes con GPS), así como materiales (pesas, discos, colchonetas y bandas elásticas).
Así, Gallardo aprovecha la cuarentena para afianzar vínculos familiares y disfrutar de un tiempo que no suele tener durante la temporada. Pero, fiel a su estilo, el trabajo siempre está a la orden del día. Su equipo debe mantenerse activo de la mejor manera posible para retomar la actividad cuando la circunstancia lo permita. No hay tiempo que perder.
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