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Miguel Ángel Russo, DT de Boca: "No soy un héroe por haber luchado contra el cáncer"
Las vueltas de la vida arrinconaron a Miguel Ángel Russo de manera cruel. Mucho más de lo que el hombre, que se crió en la luchadora escuela de Estudiantes de La Plata, hubiera imaginado. Él, una y otra vez, encontró la salida para ese laberinto. Cuando se daba la nariz contra la pared, no le quedaba otra: derecha o izquierda. La cuestión era seguir adelante. Siempre.
En febrero de 2018, el actual entrenador de Boca fue noticia porque se supo que había sido operado de la vejiga a raíz de un cáncer de próstata. Y ese problema se complicó porque durante la internación contrajo un virus intrahospitalario que le provocó una infección urinaria. Dos años después, todo eso forma parte del pasado en la vida del director técnico. Aquella vez dijo haberse recuperado sobre la base del "amor". Y hoy, más sensible, más pensativo, más duro, también, todo parece ser atravesado por aquel momento crucial de sus días.
La carcajada está siempre ahí, a punto de aparecer en la charla con LA NACION. Se describe como un hombre optimista. Positivo. Aunque las risas le dan lugar a la emoción cuando la charla transita por el episodio que la vida le interpuso en el medio del camino. Allí, las que están cerca de ver la luz del día son las lágrimas.
–Para la gente que, tal vez, ahora se está enterando que tiene esa enfermedad, ¿qué consejo le daría?
–Asistencia médica importante. Tener un grupo familiar de contención es clave. Y en vez de preocuparse, ocuparse.
–¿De qué cosas se aferró para hacerle frente?
–Me apoyé mucho en mi familia, en mis amigos. En los médicos que me trataron. A mí me sirvió mucho leer e informarme. Cuanto más sabía lo que tenía, de la enfermedad, mejor me sentía. Al menos así fue en mi caso. Por eso digo: en vez de preocuparse, ocuparse. Busqué eso. Me aferré mucho en mi gente y me ayudó muchísimo la gente de Millonarios, allá en Bogotá, Colombia. Eso tiene un valor incalculable. Me respetaron a rajatabla todo. Y les estaré agradecido por siempre.
–A la distancia, ¿qué le dejó haber atravesado todo eso?
–Que uno tiene una enfermedad a la cual hay que saber lucharla. Que hoy tiene muchos adelantos. Y que la ciencia está a disposición. Y ocuparse, eso me parece fundamental. En mi caso, cuánto más sé, más seguro me siento.
–Y siempre escuchar a los médicos.
–Totalmente. Y los controles. Nunca hay que subestimarlos. La clave de todo esto es que después de determinada edad hay que obligarse a hacerse los controles correspondientes. Hoy la medicina está tan avanzada que la prevención ocupa un espacio importantísimo. Más en una enfermedad del hombre que le puede pasar a cualquiera. Si mirás el índice, en determinada edad hay que prestarle atención. Y seguir los controles médicos.
–¿Cómo asimiló todo el cariño y el amor que generó la noticia de su enfermedad?
–A veces me da vergüenza porque algunos te ponen en un lugar que yo no tengo. No soy un héroe por haber luchado contra el cáncer. Hay gente anónima que lucha más que yo, que tiene muchos menos recursos, pero tiene más poder. Y a lo mejor tiene enfermedades más crueles o más duras. Y están de pie.
–¿Cuál es el peor momento?
–Como paciente lo que te aterra es el día después. Cómo te insertás luego en tu actividad, cuando dejás de ser enfermo. Es un tema largo. Precisaría cinco horas. He dado charlas de este tipo, y estoy permanentemente abierto porque creo que es la forma de ayudar. Compartir y transmitir mi experiencia. A niveles privados o de grupo, de donde me llaman digo que sí. Es lo mejor que puedo hacer en mi vida: ayudar al que necesita, por haber vivido una experiencia de este tipo. Además, había un montón de cosas que me preocupaban mucho y en las cuales me interesé, y consulté con otra gente que había pasado por lo mismo. Porque ninguna situación es igual a la otra, pero de pronto su cabeza funciona de otro modo.
Las vueltas de la vida también pusieron a Russo en un lugar al que siempre quiso volver: Boca. Doce años transcurrieron desde aquel equipo campeón de América, con Juan Román Riquelme en el campo, a este. Otra vez el laberinto. Un giro. Un abrazo. Caras conocidas. El entrenador en el mismo lugar: el banco de los suplentes, pero Riquelme, siempre cerebral, ahora elige las jugadas desde el escritorio, como vicepresidente.
–¿Qué sintió al volver a ingresar en una Bombonera llena?
–Son sensaciones únicas. Distintas porque uno ya conoce todo, pero por más que uno se prepara, la gente de Boca es fuera de lo común. Te toca las fibras más íntimas. Es Boca. Y su gente genera esa sensación tan especial.
–¿Qué cambió de 2007 a hoy?
–Yo tengo que hablar solo de lo mío, que es lo futbolístico. Yo busco una forma, que estamos desarrollando, y es la que entendemos que nos dará resultado. En 2007 tuve un gran equipo. No puedo compararlo, pero hay cosas que buscamos que funcionen de la misma manera. Porque hay cosas que en el fútbol no cambian.
–¿Resulta difícil la comunicación con las nuevas generaciones de futbolistas?
–No. De ninguna manera. El fútbol es simple y directo. Tengo hijos y sobrinos de la misma edad que varios chicos del plantel y en mi vida siempre he trabajado rodeado de jóvenes.
–¿Cómo encontró el fútbol argentino, después de cinco años en el exterior?
–Grandes cambios no hubo. Pero se dan cosas atípicas. Hablamos de 7 fechas… porque se reanudó un torneo de 7 fechas. No es lo normal ni lo lógico. Lo lógico es que un torneo comience y termine. No es lo mismo terminar un torneo en diciembre que terminarlo en marzo. Son otro tipo de cosas y situaciones que te cambian todo. Los arranques son distintos. Hay equipos que terminan con un envión y cuando retoman no lo vuelven a tener. O viceversa. No hay algo que funcione como una regla igual para todos. ¿Es bueno jugar un torneo de 7 fechas? No. Para nadie. A mí me pasó en el Apertura 93 con Lanús, que terminé el año segundo, pero la definición se postergó para febrero del 94 porque la Argentina jugó el repechaje al Mundial con Australia. Cuando se reanudó, perdimos 3 a 0 con Boca en la Bombonera y, al final, terminamos sextos.
Y las vueltas de la vida también fueron caprichosas en cuanto a las emociones deportivas de Miguel Russo. Justo el dolor más grande de su carrera llegó de la mano con, acaso, la alegría más inmensa del fútbol argentino: el Mundial de México 1986. En los primeros años del ciclo de Carlos Bilardo al frente del conjunto albiceleste, Russo era una fija en cada convocatoria. El entrenador conocía al mediocampista, al que había hecho debutar en Estudiantes de La Plata. Sin embargo, a pesar de haber jugado en toda esa etapa y en cinco de los seis partidos de las eliminatorias, su nombre no apareció en la lista final de los 22 jugadores que disputaron la Copa del Mundo.
–El mito dice que una tarde Bilardo compartió el ascensor de la AFA con Julio Grondona, y que cuando subieron usted y Sabella (Alejandro) eran una fija para ir al Mundial de México, y cuando bajaron, alguien tachó sus nombres de la lista. ¿Verdadero o falso?
–Conociéndolo a Bilardo no creo en esas cosas.
–¿Cómo vivió ese momento en el que se enteró que no iba al Mundial?
–Son cosas muy difíciles de asimilar para un jugador. Yo entendía que había hecho bien todo el proceso de selección, e incluso con él en Estudiantes. La frase célebre de Carlos fue: "El día que seas técnico lo vas a entender. Mientras tanto no". Y así es. Son decisiones. Carlos toma una decisión que tiene que ver con una operación que había tenido (en los primeros días de enero de 1986 debió operarse su rodilla derecha después de sufrir un accidente en la bañera), y por cosas que solo él y yo sabemos.
–¿Hubo algún reclamo?
–(Muestra resignación). Reclamo, ninguno. Dolor, sí. Quedar afuera de un Mundial… Creo que si miro toda mi carrera es lo único que me faltó. Incluso me invitaron a ir a ver la final y no quise ir. Entendía que no correspondía. El fútbol me ha dado todo… menos jugar un Mundial. Creo que no me puedo quejar. Si miro toda mi historia, lo que me quitó de un lado me lo devolvió con creces enormemente por el otro. El fútbol y Dios fueron muy generosos conmigo. Algo me quitó o no me dio, y me lo devolvió con muchísimas cosas más. Igual, un Mundial es un Mundial. De eso no tengas ninguna duda: como jugador es la experiencia y la satisfacción personal más grande que podés tener.
"El Boca de 2007: ese equipo era bastante cercano a lo ideal"
Si algo caracteriza a Miguel Ángel Russo es su don de gente. Cordial, saluda con un apretón de manos fuerte mientras mira a los ojos. Ofrece agua. "¿Vieron por qué tenía que traer saco?", comenta en la sesión de fotos para romper el hielo. Incluso, confiesa que le gustan más las entrevistas con medios gráficos que con la televisión. Sin una cámara de por medio, se permite relajarse.
El técnico de Boca comparte sus vivencias en este reencuentro con el club al que condujo a ganar su (hasta ahora) última Copa Libertadores, hace ya 12 años y medio. Y no le esquiva a ningún tema. Siempre y cuando se hable de fútbol.
–¿Es una complicación arrancar un ciclo con el torneo ya empezado y con tan poco para el final?
–No es el contexto ideal. Pero esto es Boca. Es así. Y bienvenido sea. Uno no le escapa a la responsabilidad. El tiempo es muy corto y las obligaciones son muy grandes, pero esta es la realidad. Uno cree que tiene con qué y de qué manera afrontar esas obligaciones.
–El objetivo es pelear el título, aun cuando arrancó en desventaja…
-Arrancamos de abajo, sí. Pero no por eso nos resignaremos a pelear el título. Falta mucho y estará en nosotros.
–¿Qué porcentaje de mérito tendrá si Boca gana la Superliga y qué porcentaje de culpa si la pierde?
-(Lanza una carcajada) Es muy difícil que yo piense ese tipo de escenarios. No caben en mi cabeza. Primero porque soy positivo de nacimiento. Y segundo porque no se me ocurren. En esto uno lo tiene que resolver de la única manera que sabe: futbolísticamente.
–La canción dice que "hay que poner más huevo". ¿Sirve? ¿Alcanza?
-Hay un grado de temperamento que tenés que tener. Boca, a pesar de que comete errores con Independiente, se queda con 10 y a niveles futbolísticos se deteriora su imagen. Pero temperamento tuvo. Y eso es muy importante. La fortaleza mental. Para mí, en la mayoría de las cosas el aspecto anímico es importante, pero más importante es lo futbolístico, que van de la mano.
–¿A Tevez lo piensa más de punta?
–Donde jugó toda su vida.
–¿Qué lo definió a ponerlo de titular, después de trabajar con Villa y Zárate?
–(Se ríe) Los periodistas ven (o le cuentan) un entrenamiento y creen que eso es definitorio.
–O a lo mejor se esperaba que parara una sociedad de ataque con uno por afuera y uno por adentro.
–Trabajamos. Por afuera, por adentro. Y a Carlos lo cuento como punta, donde jugó toda su carrera. Donde yo prefiero enfocarme es en la asistencia. Hago hincapié ahí porque si tenés resuelto eso, los puntas hacen goles siempre.
–¿Se compraba un problema si sacaba a Tevez tras la expulsión de Izquierdoz ante Independiente?
-Te pregunto yo a vos: si ante esa situación, yo decido no sacar a los dos delanteros, ¿vos que lectura hacés? ¿Cuál es tu razonamiento?
–Que a pesar de quedarse con uno menos, vas a seguir buscando el partido y quiere ganar los tres puntos.
–Que quiero ganar. Que no me quiero defender. Y que no quiero que se me vengan. Listo. No se habla más. Pasa que nadie lo dice. Todos tienen otra lectura. Pero mi lectura es la que te dije. No se pueden explicar cosas que los demás miran desde otro lado, buscando otra cosa. Yo hablo de fútbol. No hablo de otra cosa.
–¿En cuánto tiempo piensa que podrá verse al Boca de Russo?
–Más que un proceso, hay una parte anímica y mental. Que yo rescato mucho porque sin eso no sacás un partido como el de Independiente. Tenemos que estar tranquilos y encontrar nuestro juego. Si yo hablo de una asistencia de dos puntas es porque con eso se desdoblan los volantes y los laterales. Eso es lo que buscamos.
–No le gusta que le expulsen jugadores. ¿Cómo se trabaja en la semana para evitar que el equipo se quede con 10?
–Nunca es bueno quedarse con uno menos. Se trabaja de acuerdo a la edad. Con los chicos es de una forma, y con los más experimentados el diálogo es otro. Tampoco sirve hacerle la cruz a un expulsado o decir que no sirve más. Esto es saber que convivimos con el error y encontrar la manera de no volver a repetirlo.
–Desde hace años pareciera que lo único que importa en Boca es ganar la Libertadores. ¿Eso no puede ser contraproducente para su trabajo y el plantel?
–Es que si vos llegás a Boca y no te dicen que hay que ganar la Copa, no sería Boca. Boca es así. Está en su esencia. Cuando entré por primera vez en 2007 y en 2020, me abrieron la puerta y no me dijeron "suerte profe" o "suerte Miguel". Me dijeron: "Hay que ganar la Libertadores".
–En poco más de un mes es el debut copero. ¿Qué evaluación hace del grupo que le tocó al equipo?
–Nos toca debutar de visitantes. Así que tenemos que programar un viaje. Que encima nos cae en plena definición de la Superliga. Porque antes de ir a Venezuela tenemos que jugar en Santa Fe. Todo es un movimiento del que estamos ultimando detalles. Y después te puede tocar un equipo colombiano, o incluso Atlético Tucumán. No es nada fácil. La gente de afuera opina. Te dicen "te tocó Caracas". Y no es fácil porque además del viaje es el debut, y el rival se agranda.
–El 2007 se lo recuerda por el récord del 5 a 0 global en la final con Gremio, pero el camino fue complicado.
–Absolutamente. El grupo fue terrible. Nos tocaron tres partidos en la altura. Íbamos a la altura sin Palermo o sin Riquelme, porque tenía cuatro o cinco jugadores que yo sabía que no los recuperaba o que les costaba mucho volver de la altura. En la última fecha tuvimos que hacer cinco goles en la cancha de Vélez para pasar a octavos. Y todo eso, sin la Bombonera. Porque había que cumplir una sanción. Nada es simple en la Copa.
–En 2007, arriba estaban Palacio y Palermo.
–Está bien. Pero Palacio tenía libertad para moverse por todo el frente de ataque. Y tenía dos grandes laterales… Dos grandes laterales (Hugo Ibarra y Clemente Rodríguez), que te cumplían y te suplían todas las características de ataque. Además de un gran organizador (Riquelme), más los altos niveles de Banega, de Nery (Cardozo). Ese equipo era bastante cercano a lo ideal. Más allá de Román, había muchas cosas que en el concepto futbolístico tenía niveles muy altos.
–¿Esa comparación constante con la década dorada de Boca (2000-2010) termina perjudicando al equipo?
–No, porque Boca ha tenido, además de aquel, otros grandes equipos en su historia. Siempre digo que todo lo que está, está por hacerse. Y Boca tiene que hacer cosas.
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